sábado, 12 de julio de 2008

Momentos Berger

Hace algún tiempo comenté una idea del escritor británico John Berger que leí en una entrevista. Decía que él descree de la palabra “amor”, porque supone un desenlace feliz. Y agregaba que él prefiere esos momentos en los que, a solas con otra persona o colectivamente, está pasando algo que todavía no puede ser conceptualizado pero se vive, se siente, se entra de lleno en ellos. Lo individual se disuelve y se abre el túnel que nos separa de los otros. Hay comunión. Son momentos de contacto pleno. Todo esto último es interpretación mía de lo que desde ese momento llamo “Momentos Berger”. Sí recuerdo perfectamente que él terminaba ese párrafo diciendo: “Probablemente sean los únicos momentos por los que vale la pena vivir”.

Es otra más de las incontables admoniciones de la izquierda.

Para fastidio de algunos lectores -imagino- y para otros alrededor -lo sé-, tengo acopiada una colección de lo más nutrida de estas piezas, al fin y al cabo un poco previsibles.

No es mía toda la culpa. Lo que pasa es que, infatigable y disciplinadamente, en estos meses -ya lo he dicho, creo- estas gentes que no paran de escribir: miran cada señal, oyen atentas cada palabra, cada foto, como si cada voz y cada imagen fueran briznas de hierba que se mueven aunque sea imperceptiblemente en la sabana, y ellos, cuidadosos, acechan para ver si esos signos son los signos de la presa o si son los signos del cazador.

No me parece errado. Tienen razón: es lo que hay hacer. Porque también hay que hacer eso y a veces es lo que hay que hacer principalmente. Aunque algunos lo hacen con torpeza e ingenuidad de militantes mal disimulados, que se hacen los prescindentes y los equidistantes, pero a los que igual se les ven los pantalones por debajo de la pollera.

Pero aquellos otros con más luces, los que hacen de faro y de mangrullo, tendrían más y mejor razón todavía -y harían un señalado bien-, si fuera lo único que hacen o si lo hicieran por otras razones.

No es tanto que le hablen a otros, a los otros, a los de enfrente. Hablan principalmente para sí mismos, para su público, para su mercado interno. Porque lo que están haciendo con su vigilia de 24 horas los siete días de la semana de cada mes de siempre, es procurar que los propios, los propia tropa, no se olviden de lo que no deben olvidarse y recuerden dónde están, quiénes son, qué piensan, cómo se dice lo que piensan, qué está pasando, qué se está haciendo, para qué, por qué.

El texto que copio tiene otras posibilidades, bastante más nutritivas y provechosas que este 'piedralibre al comisario político'.

Pero se me hizo tarde ahora y el día fue largo y, lo que son las cosas, no me tocó hoy ninguno de esos dichosos Momentos Berger...