martes, 11 de julio de 2006

Remendón (I)

El viernes pasado hice un comentario 'coyuntural' acerca de la impresión que me había causado una recorrida azarosa y desordenada por bitácoras de todas partes y dedicadas a variada suerte de asuntos. Calculo que habré 'fatigado' unas cien.

Bien.

Voy a hacerle algunos remiendos al comentario. No a la substancia del comentario, sino a la impaciencia por escribir rápidamente, a vuela pluma (ojalá fuera pluma...)

A saber.

1. Dije que había notado protagoRismo y narcisismo en muchos de los lugares que visité. Ambas cosas en sordina o a los gritos. Alguno entendió protagoNismo. No es lo mismo. O por mejor decir, sólo en parte es lo mismo.
2. Dije que podía tratarse de algo relacionado con la 'mecánica' misma de llevar una bitácora.
3. Dije que podía tratarse de demasiado yo ante yo mismo; del autor ante si mismo, antes y sobre todo. Como quien se mira ante un espejo. O, lo que podría ser peor tal vez, como quien habla para hablarse a si mismo, primero. Y hasta para complacerse a si mismo más que nada y a la idea que uno mismo tiene de uno mismo. No tendría nada de objetable tal vez, salvo por algunos detalles que habría que precisar.
4. Digo ahora además, pero en la misma línea, que una bitácora parece territorio casi excluyente de la subjetividad. Que son pocos los casos en que no es así. Y que, en cualquier caso, la cuestión es que hay variadas formas de subjetividad.
5. Recuerdo que hace tiempo hice alguna referencia a este asunto. Dos años atrás, más precisamente. Insisto con lo que dije entonces: el asunto aquí es qué cosa es la subjetividad.
6. Es evidente que la tarea de un escritor corre peligros parecidos a los de un escritor de blog. Y a la inversa. El asunto es que un escritor de blog no es un escritor sin más. Un blog no es un diario íntimo (parece innecesario decirlo), tampoco es un diario en el sentido periodístico, aunque pueda haber algunos que lo usen para suplantar-complementarlo. Un blog no es un libro en sentido corriente, ni -hasta donde sé- se escribe como tal. La mayoría de los que conozco requieren, proponen, exigen (a veces en el doble sentido del verbo, por las buenas y por las malas) una comunicación con los lectores-interlocutores.
7. Una bitácora llega a convertirse así en un peculiar substituto de la conversación. Y peculiar no quiere decir un substituto neutro, inocente o impune. Ni siquiera bueno en cuanto tal. Peculiar quiere decir que tiene sus características y sus consecuencias. Como tiene sus causas.
8. Me interesa el aspecto tecnológico, pero no tengo mayor solvencia en ese asunto, más que mi curiosidad. Pero más me interesa la influencia o la interacción (uy, qué palabreja...) entre los usos de la tecnología y en cuánto inciden. Qué tipo de persona, con cuáles hábitos resulta por el uso de las tecnologías, qué imagen del mundo, de lo que se sabe y de lo que no se sabe, de lo que es y de lo que no es; y qué imagen de si mismo resulta de todo eso. Es difícil de saber.
9. Creo que todas estas cosas las usamos con cierta irresponsabilidad. No estamos mayormente seguros de cuál es el resultado. Las usamos 'mientras tanto', 'y después vemos, en todo caso...'
10. Todo va más rápido que lo que tardamos en pensarlo o en conocerlo o en tasarlo. Creo que eso va a traer consecuencias. Creo que no van a ser muy buenas. Estoy viendo que no lo son y no me imagino ahora cómo se va a resolver. Y si se va a resolver.


Son algunas -y no todas- de las cuestiones que me planteo. Tal vez aparecen anotadas aquí para no olvidarlas, más que nada.

Otrosí.

1. Dije que hay -parece haber- un protocolo bitacorero. Establecido de hecho o de derecho. Y más bien de hecho.
2. Pero dije también que me parece ser el de las bitácoras el territorio de la subjetividad.
3. De modo que no sé si hay que explicar demasiado si uno elige una modalidad u otra. Y lo digo concretamente respecto del modo como cada quien elige presentar lo que dice o presentarse, salvando lo que debe ser salvado. Esto es: creo que está fuera de discusión si se habilitan comentarios o no, si habilitados son públicos o no, si enlaza o no a otros, si se participa o no en foros, discusiones, irónicos randevus, toletoles mordientes y otras variadas modalidades al uso en materia de sociabilidad, interacción o relación bitacorera. En lo necesario, obligación; en lo optativo, libertad. Y en todo caridad. Supongo que no hay otra 'ley' que esa ley.

Y una cosa más.

1. La calificación de blog católico no me gusta, para nada. Si no fuera demasiado conocido, parafrasearía al escritor aquel al que alguien llamó 'escritor católico': en todo caso, soy católico y cuando escribo tal vez se nota. O debería notarse, claro. El católico soy yo (y qué católico es cada quien -si es católico- no sólo se verá, sino que hasta cierto punto podría ser asunto de consideración...), en cualquier caso. No mi bitácora per se. Y la diferencia me parece que cuenta. Entiendo que se trata de una orientación general, tal vez. O de una simplificación benéfica que podría servir para anunciarle desde afuera a alguien: ¡Guarda, católico bitacoreando...!
2. Aunque me parece que entiendo lo que se quiere decir, creo verdaderamente que la bitácora que llevo no es más católica que el mate que me he preparado hace quince minutos, y que el modo de prepararlo, o el modo de ver una película o que las razones para elegir música, o el modo de manejar el auto, o que la forma de vestir, todo dicho seriamente y secundum quid, a la vez.


Y por ahora, tengo bastante.