domingo, 5 de marzo de 2023

Mi secreto


 

Después de mi muerte no se encontrará entre mis papeles (éste es mi consuelo), una sola explicación de lo que en realidad ha colmado mi vida. No se hallará entre los repliegues de mi alma el texto que todo lo explica y que a menudo convierte en acontecimientos de enorme importancia las que son para el mundo simples bagatelas y que yo mismo considero fútiles si les quito la nota secreta que es su clave.

Hablé de este texto hace más de 15 años, aquí mismo. Estaba leyendo por esos días (como ahora releo) el Diario íntimo de Sören Kierkegaard y encontré allí (especialmente entre 1842 y 1844), cosas enormes y hondas que me tuvieron pensando y tratando de ver. Todavía hoy, es verdad; ahora que escribo esto.

Cuando fui a cruzar ese texto que encabeza la entrada con uno que está en el libro de Castellani dedicado al danés (capítulo 9), descubrí allí algo que no había entendido del todo por aquellos años. Algo que ya me venía rondando. Por una cuestión de justicia, creo.
Cuando un hombre entra en contacto con Dios, se produce una cosa en él que no puede confidenciar a los demás; se produce en él un Secreto, es portador de una cosa inefable; porque Dios es inefable: nada levanta tanto la vida como un secreto que uno tiene que llevarse tranquilamente a la tumba. Incluso el Demoníaco es un hombre secreto: está en contacto directo con Dios, aunque negativo.
Hay más cosas, como un análisis de lo singular y religioso en personajes a los que el común no vería como singulares y religiosos, que son pasajes admirables por la penetración aguda de Castellani respecto de la psiquis de los grandes, buenos o no tan buenos.

Pero no ahora.

* * *

Porque ahora estoy pensando en lo de SK. Y en mí.

Cuando lo leí por primera vez recuerdo haberme "hermanado" con el danés: yo también podía decir con él exactamente todas las palabras de ese párrafo. También entonces aspiraba a que nadie conociera "mi secreto", a que nadie encontrara jamás "entre mis papeles (éste es mi consuelo), una sola explicación de lo que en realidad ha colmado mi vida".

Y tan tranquilo y tan conforme quedé, tan consolado.

Pero.

Hace unos años empecé a dudar de lo que me había conformado entonces. Y ya no estaba tan tranquilo. Y empecé a darle vueltas a la idea y, más que a la idea, al fondo de la cuestión.

Kierkegaard y yo no estábamos hablando de lo mismo. Ni conceptual ni existencialmente.

Castellani acierta: Kierkegaard está hablando de una experiencia espiritual singular, tan dura como secreta, tan alta como dolorosa, tan feliz como recóndita. La experiencia espiritual de un Singular, en el "envase" de un "hombre común" que no muestra huellas exteriores de su elevación y de su hondura y que se hace inexplicable a los demás.

Mismo nombre, cosa distinta.

Mi secreto no es "el" secreto de SK.

Parecido no es lo mismo. Y por eso empecé a ver que la aspiración del danés era adecuada a lo que él sabía de su secreto: No se hallará entre los repliegues de mi alma el texto que todo lo explica y que a menudo convierte en acontecimientos de enorme importancia las que son para el mundo simples bagatelas y que yo mismo considero fútiles si les quito la nota secreta que es su clave.

Pero ya sé absolutamente que eso no aplica a mi secreto (Castellani me confirmó en ese punto...). Y no creo que sea el mío un caso raro y menos aún un caso singular. Porque mi secreto, como tal vez le pase a alguien más, no es un secreto singular, por mucha parte que haya tenido y pueda tener en mi vida. Por mucho que en tantos sentidos la signe y la defina, y aun más corriendo el tiempo hasta la muerte.

Entonces. 

Por eso mismo voy pensando si mejor no dejo la ilusión de ocultar en los repliegues de mi alma el texto que todo lo explica. Si mejor no voy dejando atrás la idea casi épica de que después de mi muerte no se encontrará entre mis papeles, una sola explicación de lo que en realidad ha colmado mi vida. Si mejor no abandono ese misterio recóndito como consuelo adelantado al final.

Y en eso estoy en estos últimos tiempos.

Es verdad que quienes escribimos y componemos tenemos en eso mismo las vías y canales (casi digo las herramientas...) para que con eso y por allí fluya de alguna manera la interioridad y nuestra propia vida signada, si uno se lo propone.

Y me acordé, escribiendo esto, de alguna entrada de julio del año pasado en la que me topé con las autobiografías, siguiendo un pasaje que había visto en la de Chesterton (que no vio publicada en vida...).

No creo que haga falta ponerse a eso, como ya lo dije esa vez. 

Claro que si hay que llegar hasta allí y no queda otro remedio, hacia allí iré.

Pero seguro algún modo encontraré para hacer clara la diferencia entre el secreto de Sören Kierkegard y mi secreto. Y la idea nació en realidad del propio SK con su propio texto.

Una cuestión de justicia me lo anda pidiendo.