domingo, 16 de octubre de 2022

Ante la muerte de Perón



En agosto de 1974, la Guardia de San Miguel emitió un documento que tituló Ante la muerte de Perón.

Juan Domingo Perón había muerto hacía poco más de un mes, el 1° de julio de ese año, en ejercicio de la presidencia (la tercera) desde el 12 de octubre del año anterior, tras las elecciones de septiembre, en las que obtuvo casi el 62% de los votos.

Al facsimil de ese documento, que dejo aquí, se llega a través de la imagen, que es su encabezado.

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En esas fechas, tenía 17 años.

Me sorprende –y me alegra– ver que lo que suscribí hace casi 50 años es, en substancia, lo mismo que suscribiría hoy. Aunque en estos decenios el peronismo haya cambiado de piel varias veces y haya mutado proteicamente y haya mostrado (a veces al mismo tiempo...) caras diversas –todas con la pretensión de ser peronistas, aunque de hecho resulten contradictorias–, sigue la impronta con la que lo selló Perón, su fundador. Le imprimió un carácter indeleble tal que sus variantes no desmienten nunca a quien lo pergeñó, aunque sean contradictorias. De modo que todas ellas parecen tener razón al sentirse su verdadera versión. Que esto violente el principio de no contradicción, no es culpa de un servidor sino de la naturaleza de Perón y del peronismo.

Varias veces he hablado aquí del peronismo y sus subsedes y seguramente otras varias habré de hablar. Y varias veces dije aquí y en otras partes que su peor raíz es su pretensión de identificar al peronismo con la patria, de modo que a los peronistas (y a Perón) no sólo ambos –patria y peronismo– les resultan idénticos, sino que postulan que no puede existir una sin el otro, creyendo y queriendo hacer creer que no existe la patria sin peronismo. Y hasta creyendo y queriendo hacer creer que el propio peronismo es la patria.

En cualquier caso, este documento, además de una reliquia, que a mi juicio resiste el paso del tiempo, expone puntos significativos de lo que pienso al respecto, y mejor dicho que lo que podría decirlo.