Mientras, ya al final, en medio de tanto asunto agridulce y una que otra cosa bien buena de veras, aquí queda este último libro de versos, que por más de una razón me son elementales.
Pocas veces lo hago, pero, en esta ocasión señalada, lo dedico a quien, durante casi un año ya hace 40 agostos, me enseñó algunas cuantas cosas bellas que hay enhebradas en la trama de este mundo, y lo hizo de manera feliz, sencilla y conmovedora, con gracia elemental.
Decir que cumplo (tarde) con un deber de agradecimiento y justicia, no es decir exactamente lo que en realidad le debo, aparte de un recuerdo luminoso que no se apaga.