miércoles, 15 de diciembre de 2021

El terrible amor (o La música del hijo)


La historia de Hikari Ōe me es conmovedora. 

Y en medio de esa historia estuve dando vueltas mientras regaba el jardín, oscureciendo.

Vinieron entonces como un relámpago unos viejos versos de 1992, precisamente, y me hizo gracia la coincidencia con la fecha en que fue grabado el primer álbum de Hikari, que se distribuyó al año siguiente.

Fui a buscar los versos en esta bitácora. Aquí había publicado algunos que aparecieron en los números de El Druida de aquellos años. No estaba aquel soneto. Busqué en 140 Poemas, porque también allí hay versos que no estuvieron en otra parte. Nada.

Lo encontré en el número 2 de El Druida, de septiembre de 1992, porque sólo está allí.

Hijos

No saben que los miro mientras duermen.
Tampoco que mi gesto me delata
ni que mis brazos quietos desesperan,
o que busca mi oído si respiran.

A veces juego a oscuras con sus manos
en una soledad que se despierta
para soñar sin luces el futuro
de cada gesto apenas insinuado.

Desde que crecen mi dolor no cesa
y mi alegría busca más caminos
y la esperanza no se queda muda.

Cada nombre me suena como un trueno,
cada risa se rompe entre mis ojos,
cada beso me abona y me desangra.


Me sorprende que no lo haya publicado ni aquí ni en los otros libros de versos. Y mientras lo copio ahora me preguntó por qué.

Tal vez porque pasados año tras año y después de 30 años es una verdad esencial. Y que se hizo existencial en estos tantísimos años, de un modo único. 

No digo que uno acierte siempre y digo que uno falla tantísimas veces. Pero es tan de cada día, de cada hora, de cada momento, eso que dice el soneto respecto de los hijos, que es imposible su ausencia.

El terrible amor son. El más amor que cualquier amor a cualquiera otra criatura. Ningún amor es como ese amor. 

Se puede hacer muchas cosas con ese amor. Incluso nada. Incluso nada bueno, aun creyendo que se hace lo mejor para ellos. Pasa, sí. A los padres les cuesta admitirlo. Los hiere esa posibilidad y los traspasa si llegan a poder admitir que es algo más que una posibilidad. Y hay tantas veces que otros amores y otros dizque amores pasan adelante. Hay tantos amores a los que se les puede robar la vida, quitársela. Hay tantos amores que pueden serle al que ama y al amado todo el sentido de la vida.

Pero hay sólo un ser al que puede dársele la vida. Hacer que tenga vida. 

Por eso será que, como con ningún otro, también con ese amor se puede hacer música. Y no lo sé, pero creo que finalmente es el único amor que puede hacerlo realmente. Y no lo sé, pero creo que si no puede hacerse música de ese amor, no vale mucho la pena cualquier otra música.

Tal vez los padres de Hikari pudieron hacerlo. Y será que su música fue Hikari, porque verdaderamente fue su amor mayor. Mejor para Hikari, si fue así. Y para sus padres, claro.