viernes, 29 de enero de 2021

Romances a campo abierto /13


Romance de la tormenta

Nace el día. El cielo avisa
con horizontes de vino
que habrá tormenta en el campo.
Y el campo toma el aviso.
Están volando al oeste
en su bandada unos mirlos;
los teros gritan su alerta
a coro con los relinchos
nerviosos de un alazán
que va rumbeando al camino, 
para quedar en el alto
cuando llegue el agua al río.
Hay golondrinas rondando
las puertas negras del nido,
haciendo guardia y guardando
la salida de sus críos.
Ya se enardecen las ranas
y el aire quieto y en vilo
de pronto es viento furioso
que levanta el polvo fino
y nubla la vista en todo,
zarandeando remolinos.
Está empezando a tronar.
Y el cielo, que está en un grito,
le ruge a unos nubarrones
prepotentes y atrevidos
que, a bocanadas de espuma,
le lanzan un desafío.
Los rayos de fuego blanco
vociferan estallidos
y la respuesta en tumulto
lanza la lluvia al vacío.
Corderos anonadados
en el monte de eucaliptos
triscan pastos verde oscuro
en el rincón más sombrío.
Y en todo se hace silencio,
silencio en todos los bichos, 
sólo son hilos del agua
que vienen del infinito
y tejen en transparencias
la humedad de su tejido.
Mientras, el campo está mudo.
Ve el paisaje conocido
de una tormenta en verano,
de las tantas que ha vivido.
Y espera, quieto y confiado
y, aunque sabe, conmovido
por la gracia que llovizna.
sobre su piel. Y, transido,
deja hacer, pues siempre pasa
que paró cuando ha llovido.