Y tembló la guitarra y la voz dijouna aspereza dulce, sin consuelo,que quise consolar con la mirada.Inútilmente. El corazón dormíaun sueño que esas manos acunaron.La nostalgia cantó una esquirla amante,cada nota punzó tan hondo y levesin que el aire del cerro se moviera,sin la tristeza de quien finge olvido,sin hollar los silencios del recuerdo:solamente la pena necesaria.Miré la boca tersa como un ríoy la llanura negra de sus ojos.Y era su piel de zamba y yerbabuena.