miércoles, 7 de octubre de 2020

Una belleza dormida


Voy demorando una belleza dormida.

Una estación de lirios
en un rincón callado de una llanura sin nombre.

Un refugio de nogales
que esperan dar su fruto cuando llegue hasta ellos
una mano infrecuente, pero dulce.

Una huella de cardos
que custodian erguidos las mañanas
que silban entre espigas de una piel trigueña.

Un resplandor sin luna,
una alegría súbita,
un silencio de estrellas, 
una ebriedad de río,
un trueno ahogado,
un jazmín convulso,
un suspiro.

Ya estoy casi a las puertas
de un corazón inmenso y apacible,
vestido de un aroma suave a terciopelo,
que sin decir palabra
repite con sus ojos los requiebros como jaculatorias,
en la extensión feroz de una ternura que hiere mansamente
cada instante.
 
Estoy ante el portal sin dar un paso,
con el motivo intacto y claro en su sosiego, 
porque mientras el tiempo acuna sonriente todo gozo,
yo, amador,  
voy demorando una belleza dormida.