miércoles, 7 de octubre de 2020

Un lugar


¡Este es tu lugar...!, me decía alguien hace poco, viéndome mirar alrededor como si ese lugar recién se hubiera creado.

*   *   *

Un lugar nunca es simplemente un lugar.

Todo, alrededor, está significado por la presencia de alguien.

Aun en expectativa. O mejor: siempre en expectativa.

Ocurre en ciertos casos conocidos, lugares significados emocionalmente, digamos. Lugares que son recuerdos (felices o no) de algo que implica a alguien. Revestidos o nimbados de una presencia exacta, determinada, histórica. Y del sabor de una experiencia y una existencia en ese lugar.

Pero lo que digo ahora es que un lugar, uno desconocido, en cuanto recibe la presencia de alguien se transforma, se actualiza, como si estuviera en potencia, a la espera de que se alumbre en él un sentido posible, que lleva en sí como una promesa o un designio. Cada lugar como un lugar para alguien, no solamente de alguien.

Está el asunto más general de que, además de ser en sí mismos, los lugares son siempre para alguien. Y lo son desde el origen. Tienen ese designio desde el origen. Han sido creados para alguien y llevan eso en su raíz.

*   *   *

–¡Este es tu lugar...!

Y el tu me hizo pensar. Y me quedé pensando si soy el yo o el frente a un lugar. Si el lugar es –de alguna manera – una especie de yo del que soy para él.

O, tal vez, si es que, en un lugar determinado, inédito para mí, recién conocido, soy el de un  junto a mí, y en ese sentido ese es mi lugar.

No sé. Hay que ver.

Igual, algo es seguro: un lugar nunca es simplemente un lugar.