miércoles, 16 de septiembre de 2020

Soneto /XVII


La caricia torcaz nace en el cedro
donde requiebra al aire la paloma,
ala de nube y pluma de tibieza,
niña en su vuelo, luz de la mañana.
Suave en el verde ardor de sus olivos,
es tierra en llamas, grávida y madura,
arrullo en el ramaje que palpita
su pecho al sol abierto sobre el mundo.
Está llenando el día con claveles,
cien besos rojos riegan de suspiros
una distancia que disuelve el tiempo.
Nombre que el ángel le sembró en la sangre
es esa voz de brisa entre la miel  
que canta su homenaje ante mis ojos.