jueves, 18 de junio de 2020

Y yo qué culpa tengo




Si la conversación se pone áspera, no es por culpa de los datos. Sino a causa del espejo.

Y a nadie le gusta que el espejo le devuelva una imagen que lo deje mal parado. Y siempre va a tener una excusa. Y la más probable es echarle la culpa al espejo que deforma el reflejo y de ese modo tortuoso y artero evitar mencionar siquiera la deformidad del reflejado.

Y así fue en este caso cuando un servidor sostuvo, sin demasiada convicción, que la causa del estado actual de las cosas argentinas no eran ni Cristina ni Mauricio.

Sin demasiada convicción, digo, porque todo el argumento expresado pendía de una otra convicción mayor y más firme, como es la de que todo el entero mundo de la política es un inmenso fraude consentido, donde dirigentes y dirigidos ponen cara de que no se enteran y a la vez todos saben que saben que el otro sabe que sabe que todos saben.

Y así todos, unos y otros, se hacen bonitamente los boludos, en las barbas mismas de los que tienen enfrente, sea enfrente abajo o arriba o al costado. Y lo hacen por perversión, de la inteligencia y de la moral, como en la casi totalidad de los dirigentes políticos (¿por qué no todos...?), o por cierto grado de interés, ceguera, abyección, comodidad o temor, por parte de los dirigidos políticos. Y esa cuestión ya me tiene un poco harto. Por eso quiero que quede dicho. Y por eso lo dije. Y lo digo.

De modo que, datos simplemente numéricos en las manos, digo sosteniendo mi dictamen que los que pusieron las condiciones de posibilidad para que la Argentina sea esta cosa penosa y reptante, son el 54,11% que le dio el triunfo a Cristina en 2011 y el 51,34% que se lo dio a Mauricio en 2015. Sin esos números, hoy la cuestión sería distinta, y quién sabe cómo, pero ciertamente distinta en cuanto a esos dos extremos. Y lo cierto es que, con esos números, es como es.

Hubo indignación, claro. Pero insisto y no me retracto.

El 23 de octubre de 2011, de 28.916.183, 22.956.385 (es decir 79,39 de los ciudadanos registrados), fueron a votar.

11.865.055 lo hicieron por Cristina y Boudou y le dieron un triunfo histórico en cifras, lo que en realidad sólo sirve para la estadística. Porque lo que en realidad le dieron es un capital político del que siguen mamando suculentos intereses en materia de poder político.

El 22 de noviembre de 2015, en la segunda y definitiva vuelta electoral de ese año, de los 32.108.509 de ciudadanos registrados, fueron a votar 25.935.243, es decir, el 80.77 %.

Ese día, 12.988.349 votos dijeron que Mauricio y Gabriela ganaban las elecciones, pero también decían que el "espacio" político vencedor podía sobrevivir a la atávica fagocitosis peronista y constituirse, más que en gobierno, en una alternativa política, lo que todavía es, pese a todo y gracias a frivolidad política (y no de ahora ni de estas pampas, solamente...) que permite reciclar basura y transformarla en alimento... insalubre, claro. Aquí y en toda parte del mundo mundial.

De modo que mi conclusión displicente siguió el curso de la lógica: si usted es alguno de los 11.865.055 de 2011 o uno de los 12.988.349 del 2015, hágase cargo, porque es responsable de lo que pasa hoy y del estado de cosas de hoy mismo.

¿Único responsable? No se dijo eso. ¿Principal responsable? Bueno, veamos: sin usted, difícilmente eso podría haber pasado, así que..., usted verá...

Por eso. Elija, para su autocomplacencia o tranquilidad espiritual, el porcentaje de responsabilidad que le caiga mejor. Y, de paso, si puede, en el mismo acto haga un esfuerzo de honestidad intelectual y moral para repasar los motivos que lo llevaron a ser uno de ellos.

Después, tómese su tiempo para justificarse todo lo que quiera. Haga alambiques de oportunidad, haga su pusilánime ajedrez político de aprendiz de brujo, especule con suficiencia sobre sí es preferible esto que aquello otro, pontifique sobre males menores, enchárquese en las fintas acerca de los amigos de sus amigos o los enemigos de sus enemigos y todas esas alquimias de cobardes.

Un servidor, tiene tiempo y puede esperar.

Pero el resultado de la cuestión, por mucho que pese, seguirá siendo el mismo: si usted es uno de esos 24.853.404 que cimentaron el poder de Cristina y de Mauricio, y de todo lo que eso significa, hágase cargo y diga con llaneza: ellos son porque yo quise que fueran. Y bánquesela. Y no joda más hasta que aprenda o hasta que le crezca un poco de coraje (de preferencia, dos corajes... ovoides, si es posible).