jueves, 23 de abril de 2020

Soneto VII


Con qué elegancia el ángel se silencia
y mira el suelo desde su alto coro,
con qué agudeza mansa y qué decoro
pone en callar su luz y su presencia.
Alta es la luz que mana de su ciencia
para ponerle luz a lo que ignoro;
y mientras entre enigmas me demoro,
vuelan las alas de su inteligencia.
Él desde un cielo puro y luminoso
ve cómo el hombre, el vano, el orgulloso,
desprecia su constante compañía.
Más nos valiera, en este valle umbroso,
oír y ver su paso silencioso
y confiar, como ciegos, en su guía.