jueves, 1 de octubre de 2015

El Libro de las Acuarelas /6



La casa nueva


Apenas salió el sol, vi desde la ventanuca una inmensidad de colores atacando el promontorio, allá afuera.

Jamás había visto brillar las piedras, encenderse el aire en hilachas de niebla, un arcoiris entre las hayas y las encinas.

No tuve tiempo de tomar algo. Ni quise. Salí como enamorado, casi a medio vestir.

El aire golpea aquí. Es como un grito.

Los ojos que tiritan entrecerrados, el frío en las fauces, las manos buscando calor en los bolsillos del pantalón.

El canto de algunos pájaros, retumbando su eco entre farallones, también parecía de color.

Encendí un cigarrillo, por la brasa más que por el aroma y el gusto renegrido del tabaco.

Miré hacia el oeste y vi un abra oscura y densa, con unos pastos altos y pocos árboles. Desde allí, me miraban unas cabras blanquinegras, con más fastidio que curiosidad.

Avergonzado, como un intruso, volví la mirada hacia la casa.

Ella había encendido ya el fuego azul sobre la falda morada de la sierra.