miércoles, 5 de junio de 2013

Repeticiones

No hace mucho hablé de Enrique Banchs.

Y algo decía respecto de las repeticiones virtuosas en su obra.

No todo lo que se repite es defendible ni deseable, dicho en general. Pero a él las repeticiones se le dan bien, tiene ese arte.

En El cascabel del halcón, encontré algunos ejemplos más, de distinto tipo. Uno es un soneto que tiene el mismo nombre Imagen, como el que ya cité vez pasada. Está apenas dos páginas después.

Porque mi corazón es trashumante
y desasido está de casa y pena,
y subre a mi pupila y cual diamante
que brilla a una luz suave la serena;

y porque ama vagar desde el menguante
hasta el creciente, y porque tiene cena
de rocío, de aire y del fragante
ritmo que en los caminos baila y suena:

yo me parezco al perro vagabundo
que hace su siesta al sol bueno y fecundo,
y al despertar, enorme de ilusión,

mira el manso paisaje largamente
para que la quietud que tiene al frente
se le vaya enredando al corazón.

Otro ejemplo de título igual es Simples palabras. Dejo el que más me gustó de los dos.

No trabajes el verso
con amor prolongado.
Sea como paloma
que se va de la mano.

La dulce estrofa siempre
un poco de alma exhale.
Más que hoja de libro
sea gota de sangre;

Pero más a menudo
sea gota de alegría,
y próvida repartala
cordial sonrisa.

Que no tenga en tu vida
mucha importancia el verso.
Tú que los haces sabes
qué poco vale eso.

Haz como algunos hombres
que trabajan seis días
y los domingos podan
unas plantas queridas.

Trabaja tus seis días,
y en la aurora de Dios
pódate el buen rosal
que está en tu corazón.

Y está el caso de Las señas. Aquí lo que se repite es la rima en los cuartetos, cada uno monorrimo, alarde siempre peligroso en lírica y más en los sonetos, porque puede resultar soso y mal compuesto, por falta de estro. A Banchs no le pasa y lo más curioso es que logra el efecto que busca y que el tema y el tono lírico requieren, y lo hace con ese modo que domina magistralmente, que es la palabra entre coloquial e íntima, siempre sencilla.

Cuando vuelvo el alma al pasado
y llamo a todos los que he amado,
los que vivieron a mi lado
y la Inmortal los ha llevado;

cuando evoco el cariño ido,
el ultraje padecido,
el sentimiento incomprendido
y un mal que me ha entristecido,

pienso que he vivido mucho
y que pronto han de llamarme
todos los que me dejaron.

Cuanto más vivo y más lucho
¡más quisiera ir a juntarme
con los que me abandonaron!