domingo, 4 de marzo de 2012

Romance niño de mi amor más viejo



Brota el azahar. Manantiales
de aromas del limonero
ya conversan por el aire
con las varas del romero,
seco de sol del verano
y de ausencias, siempre seco.
De bronce y negro, abejorros
a las salvias les han puesto
coronas de alas que lucen
como si fuera un cortejo.
Y las verbenas de blanco
y el laurel de gris tan fiero
y el tala apenas dormido
y lavandas como en duelo.
El mirto parece alegre,
el jazmín parece nuevo,
parece en llamas la achira,
parece su flor mi fuego.
El palo borracho trina
como si fueran requiebros,
y pone rosa en guirnaldas
a las salientes del techo.
Duerme el lapacho en el oro
que sé que tiene en sus sueños.
Y maduran unas uvas
de los parrales linderos
que perfuman como un vino
a los ramajes del ceibo.
De la simiente de un roble
no sé si no está creciendo
una ternura de tallo
que ya me será guerrero,
y que no sé si veré
cuando él llegue a ser el cielo
sobre el jardín de las manos
de este torpe jornalero.
Y hay un rosal rosa roja
que, de tanto en tanto, ruego
le dé su sangre a la tierra
por si a sus pies van mis huesos.
La tarde tibia se cae
detrás del alcanforero
y un ciprés ya monta guardia
con la luna de sombrero.
Silencio en la noche clara,
y en todas partes silencio.
Ya sólo verdes rumores
respira mi amor más viejo.