viernes, 11 de marzo de 2011

Outono cedo de gaitas

Fin de un buen día.

Claro que no hizo menos calor mientras el sol anduvo el cielo en sus horas de luz.

Pero fue un buen día. Y no lo hubiera dicho, fíjese, si sólo me hubiese fijado en esa amenaza fiera que siempre tienen en el ceño los días de mucho trajín.

Pero fue un buen día.

Floreció, por ejemplo, una enredadera leve y frágil que rescaté hace poco de entre las alhucemas. Una diminuta flor dorada y pálida, breve pero animosa. Trasplanté hace unos días la todavía sin nombre, a la derecha de la puerta de la cueva, con el propósito de que cubriera -si crecía como pintaba poder crecer- una pared insulsa. Ahora, desde mi escritorio, veo la gracia de su gracia que se robustece cada hora, abrazándose a las guías de cañas que la ayudan a no ser rastrera y abajada.

Será como las cosas de este mundo sublunar, cómo no; pero mientras no se ha ido, está aquí y yo con ella.

Y fue también una tarde buena; mejor que el día, si me apuran y pese a más trajines. Hasta se fue apagando con un aire fresco, bastante comprensivo.

* * *

Vuelvo a oír ahora las versiones de Prada (la de 1987 y la de 1998) y veo que puedo elegir. Al menos, dos de los poemas de Cunqueiro que musicalizó se me hace que son aciertos sin peros. Y, al fin de cuentas, me quedo con las dos versiones más recientes.

Outono cedo de gaitas tiene una intensidad directamente proporcional a su brevedad.




Mientras, en A dorna vai e ven (aquí agregó Prada una "traducción" del gallego al castellano, bien dicha...), el mar y su vaivén que mece barcas son sugerentemente acompasados con el tema.




Por las hendijas de esta noche, cuando ya sólo queda un sorbo del buen día bueno que se retira mansamente, está sonando -a modo de silencio y de despedida- Nadie la llama y viene, una canción simpática que Prada hizo con los versos de Agustín García Calvo.




Porque un buen día merece yapa.


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La barca de la que hablan los versos es precisamente una dorna, que dicen que es la única embarcación de origen vikingo que ha sobrevivido en el sur de Europa y que siguen usando los pescadores de las Rías Bajas, en Galicia.