Traza un umbral austero
y la noche comienza.
Armada se aparece
en su túnica módica.
Ni hiere las hendijas,
ni estalla en las ventanas.
Afila contra el cedro
sus astas diminutas.
Mira al norte y sonríe;
al poniente, la espalda.
Apenas si alza el vuelo
cerca del horizonte.
Su blanco displicente
es un cordel de luz.