lunes, 11 de octubre de 2010

Azahar

¡Cómo el limón reluce
encima de mi frente y la descansa!


El silbo de afirmación en la aldea.
Miguel Hernández



Embiste como un toro el limonero;
resopla por la tierra los azahares
y en su furia frutal clava certero
la gloria de su verde en los ijares
del día que se muere. El aire entero
pierde su luz en cítricos pesares
por su herida fragante: ya el venero
mana del limonero y sus ollares.
La tarde yace dulce anochecida.
En su cortijo quieto duerme el toro
que sueña en oro el fruto que lo espera.
Un ácido fulgor, que es su tesoro,
duerme en la savia que no está dormida
y que preñó de azahar la primavera.