martes, 7 de octubre de 2008

Negocios

No digo que no sea importante, y no estoy hablando ni de bonos, ni de hipotecas, ni de soja. Porque una cuestión muy importante hay en todos estos asuntos de almacenero que hay que llevar en estos días. Y es claro: algunos creen que al fin de cuentas se trata de riquezas y de dineros. Y el asunto importante es otro y solamente aparece bajo la forma de oro y plata porque se lo ve mejor así; sin embargo -comprensiblemente, tal vez-, parecería que la mayoría sólo ve el oro y la plata y no lo que significan o a qué altura de la historia estamos cuando tiembla el cosmos por el oro y la plata.

Pero ese asunto importante que creo que está en las hendijas de esta cuestión, no figura en parte alguna. Ni a palos lo encuentra uno en los diarios de acullá ni de acá, ni en la CNN ni en Bloomberg, ni en el Financial Times, ni en los análisis, ni en las curvas de inversores, ni en los pronósticos de Putin o Cristina, ni en las histerias de mercado, ni en los augurios ni en ninguna parte, resumiendo.

Por eso.

A qué buscarlo tanto, si no lo vamos a encontrar por esos andurriales.

Un descansito, entonces. Un poco de poesía.

Degustemos este ovillejo que es de don Francisco de Quevedo, por ejemplo. Y ya que estamos en tiempos de stockchange, de euros y de nikkei, vean cómo lo tenemos aquí al caballero español hablando de compraventas y cotizaciones, mientras va relatando a su modo conceptista barroco los fantásticos negocios de Judas, presentado aquí como el broker de Jesús.
A Judas Iscariote cuando vendió a Cristo Nuestro Señor

Viendo el mísero Judas que vendido
el ungüento que en Cristo fue vertido,
si no se derramara,
a muchos pobres hombres remediara,
por salir con su tema y su porfía,
vendió al mismo Señor que le tenía;
y de aquesta manera,
dio remedio a más pobres que quisiera.
No entendáis que amistad os hace Judas,
ánimas fieras de piedad desnudas,
pues lo que a él de balde le fue dado
por el mismo Señor que fue entregado,
hoy, por treinta dineros,
lo vende a vuestros príncipes severos.
Mas no es razón que la llaméis codicia
a la que tuvo Judas, ni avaricia;
pues antes fue largueza
dar por poco dinero tal riqueza.


Algo muy parecido dijo Quevedo en el Sueño del Infierno, que es un ensayo suyo, medio dantesco, medio ciceroniano.