lunes, 26 de mayo de 2008

Relaciones carnales (III)

Como nadie o muy pocos las van leer, se me hace muy útil y oportuno copiar aquí algunas cosas, precisamente ahora que vengo hablando en ciertos términos –y por no mucho más, espero...- acerca de la Argentina, las Argentinas y las globalidades.

Por ejemplo, no sé cuántos conocen –o recuerdan- a un personaje que mencioné hace un tiempo y que se llama Heinz Dieterich Steffan, dizque uno de los gurúes que fuera -tal vez siga siendo...- de Hugo Chávez y su revolución bolivariana.

Ahora que ha pasado un año y pico desde aquel reportaje que cité –y habiendo Chávez perdido en diciembre pasado una compulsa electoral crítica-, viera usted qué distinta es la tinta con la que escribe el sociólogo mexicoalemán acerca del coronel venezolano y del futuro de la Revolución Bolivariana.

En ese sitio en el que escribe, y que él mismo inspira, hay además un capítulo dedicado a la Argentina, desde donde se están emitiendo señales parecidas a la frustración malhumorada de Dieterich porque barrunta él que las cosas no están saliendo del todo bien en Venezuela, y más bien dice que están saliendo mal.

Como se ve, el artículo en el que se despacha con tambores agoreros y vinagre a granel, es de febrero de este año. Allí Dieterich firmó un análisis-prognosis de lo que está haciendo (mal) Chávez y de lo que tiene que hacer (bien), si no quiere perder este año las elecciones que se le vienen, como perdió el referendum en diciembre de 2007. Lamenta de paso cómo con ello se está poniendo en riesgo la suerte de América, además.

Tal vez pocos o ninguno quiera tomarse el trabajo de leer estas cosas (y lo bien que hacen...), y es por eso mismo que me atrevo a copiar el final del artículo:
Año electoral 2008: ¿Cómo evitar la crisis económica-política?

La inyección masiva de dinero en la economía en tiempos electorales es normal para cualquier gobierno y, en algunos casos, inclusive el control de precios de los bienes y servicios básicos. Esta receta fue posible para el año electoral 2006 y el año electoral 2007; pero, en esa forma, es disfuncional e insostenible para el año electoral 2008.

Para controlar a la inflación y terminar los desabastecimientos, el Presidente solo tiene dos opciones: a) reducir la excesiva liquidez mediante políticas fiscales (aumento de impuestos), monetarias (intereses) o redistributivas; b) asumir como Estado el costo de la inflación. Las opciones de “a” no se aplicarán en un año electoral. Opción “b” exige que se le resuelva la relación costo-precio al pequeño y mediano productor mediante precios realistas de garantía o subsidios. Se trataría de un modelo rentista como el de los pequeños campesinos de la Unión Europea y de Estados Unidos, que no viven de la renta de la tierra, sino de los subsidios del Estado, pero le garantizaría al gobierno la lealtad política de esas clases sociales y le daría tiempo para buscar una salida estructural de la camisa de fuerza económica autoimpuesta por los controles de precios. Combinado con esto se necesita un programa masivo de importaciones en el cual el Estado asume todos los gastos que excedan los precios internos deseables. Aunque el precio promedio mundial del petróleo oscilará este año entre los 65 y 80 dólares (...el destacado del vaticinio es mío, claro...), el Estado venezolano tiene suficiente capacidad financiera para asumir estos gastos, al menos a corto plazo.

Queda por resolverse, entonces, el problema de la logística de distribución que, para ser exitosa, tiene que ser masiva y llegar hasta el último pueblo. Probablemente no hay tiempo para crear de cero esta logística antes de las elecciones de noviembre del 2008, hecho por el cual hay que usar las infraestructuras existentes. Solo la Iglesia, la escuela y los militares tienen presencia hasta en los últimos rincones del país. Con la Iglesia como enemiga, y los militares no aptos para tal tarea, la infraestructura de las escuelas queda como única solución disponible. Pagando una compensación adecuada a los maestros dispuestos a ayudar en esta tarea y contratando a gente desempleada, se tendrá una considerable fuerza de trabajo. Para evitar cuellos de botella en la mano de obra y reducir el problema de la corrupción, debe hacerse una convocatoria a nivel latinoamericano y europeo, para traer cuadros honestos y calificados, dispuestos a colaborar. No remunerar este trabajo o no remunerarlo adecuadamente, como se discute ahora en los PdValitos, es una idea de boy scouts, no de gente seria. ¿O existe algún ministro o burócrata que trabaja gratuitamente para la revolución bolivariana?

Este es el único camino económico que le queda al Presidente, para evitar una crisis en el año 2008. Dado que el Estado venezolano tiene los recursos materiales, los únicos insumos faltantes son cuadros humanos con audacia, visión estratégica, capacidad organizativa y ética. Para encontrar estos insumos el Presidente tendrá que salir de los feudos cortesanos de la Nueva Clase Política, que lo rodean. Si no puede o no quiere dar este paso, repetirá en diciembre del 2008 a escala mayor la experiencia, que le tocó vivir el 2 de diciembre de 2007.

La ética de la verdad y la disyuntiva del Presidente

Uno de los fenómenos políticos más preocupantes del proceso venezolano es un creciente vaciamiento de la ética discursiva del gobierno. En lugar de explicar científicamente la realidad a los ciudadanos, se les trata discursivamente con las mismas técnicas manipulativas que usan los gobiernos burgueses. Con este procedimiento no se crea conciencia revolucionaria, sino clientela. A la atrofia de la veracidad discursiva se agrega el agotamiento progresivo de los dos discursos estratégicos del Presidente: el bolivariano y el del Socialismo del Siglo XXI. El primero, porque no ofrece ya nuevos horizontes al nivel interno del país y el segundo, porque el Presidente no ha creado ni una sola institución económica cualitativamente diferente a la de la economía de mercado, es decir, postcapitalista.

El Presidente se encuentra ante la siguiente disyuntiva: o rompe con el status quo pre-decembrino o el continuismo se convertirá en el termidor de la Revolución Bolivariana.
Dejo de lado, entre otras curiosidades, el sentido ignoto de la palabra ‘verdad’ o de expresiones como ‘explicar científicamente la realidad a los ciudadanos'.

Así y todo, me parece notable que haya algunos cuanto puntos de contacto en lo que dice Dieterich para Venezuela con lo que ocurre actualmente en la Argentina. Pese a ello, o tal vez por eso mismo, el propio Dieterich miró en su momento a la Argentina de NK con bastante desilusión y hasta desprecio. Y parece claro que piensa que esta Argentina, por progresista que luzca, no está a la altura de su Socialismo del Siglo XXI, y de sus esquemas de sociedad y gobierno globales. Porque en términos de globalidad y bloque latinoamericano, el alemán parece pensar que NK, y mucho más su consorte, son apenas de cacarear por izquierda en estas materias y no más. Parece que Dieterich quiere decir que ninguno de ambos, y menos ella que él, son confiables para hacer una revolución como la que este autor postula, autor y revoluta que, bueno será subrayarlo, nadie podrá decir sin asomo de duda que sean más confiables que los poco confiables argentinos.

Sin embargo, es interesante anotar que este mismo ‘científico social’ fue quien ilustró o convenció a Chávez de que la revolución bolivariana en toda América tenía que tener, entre los ejes principales, el gobierno efectivo de los recursos no renovables, las fuentes de energía y los dichosos commodities (que, como sabrán, incluyen a los productos del campo...) También sumó a sus recetas la democracia participativa en ese terreno económico pero también en el político y otras mezclas basculantes de sistemas de producción y manejos de los mercados y más derivas de esa laya, que a los ojos de un experto serán transparentes pero a los míos son un galimatías. Y que tal como aparecen me huelen a mula... O a utopismos oportunos.

Lo que resulta más claro en todo este asunto mexgermanovenezolano es la intención de ‘construir’ un modelo de globalización anticapitalista y antineoliberal, sobre la base teórico-crítica de un marxismo remozado; y eso, supongo yo, porque como todo buen marxista no ve otra panacea histórica que el marxismo ineluctable.

Bien.

Cualquier persona sensata sabe que no seré yo quien vaya a meterse en las marismas de las hermenéuticas à gauche, o a discutir qué es ortodoxo o remozado en estas lides, porque me falta ciencia, tiempo que perder y ganas. Le dejo ese trabajucho al improbable lector interesado en esos andurriales, que, si es verdaderamente interesado, difícilmente precise de mi apenas acopio de citas y lugares.

Ya lo dije: anoto varias de estas cosas aquí casi en la certeza y tranquilidad de que no les servirán de mucho a muchos. Salvo a mí y porque me interesan cosas de la Argentina (y cosas de otras cosas) y no porque me interese con locura llevar cuenta precisa de la suerte de la XLIX Internacional Socialista.