Hoy la luna son cuernos de una luna
-como luna de oriente;
como una hoz de plata;
cimitarra de polvo, inmóvil y fragante-,
como regazo de una madre virgen,
en esta pura noche bonancible de diciembre a mediados,
aquí, en el sur de todo.
Es un cuenco que luce,
una scudella de madera clara
que rebosa lo oscuro, rebasada de luz,
misterio de este cielo silencioso.
Sobre estos pastos de aromas y rocío,
diminuto jardín, refugio manso,
no hay luz de luna,
ni estrellas hay.
Muda es la noche.
Y la mirada es muda.
Y las manos se ahuecan como cuernos de luna.
Y esperan.