lunes, 8 de mayo de 2006

Sacerdote

Leí el mensaje de Benedicto XVI para el día dedicado a rezar por las vocaciones sacerdotales.

Me llamó la atención el enfoque, o el marco en el que ubica el asunto. Y me pareció un marco metodológico. Nada nuevo, pero desusado, diría. Habitualmente se habla de las vocaciones o en términos de una insoportable mística de poca calidad o de una captación de recursos de excelencia para una tarea requeteimportante, o secretísima y elitista sin más sustento que el de pertenecer. Porque 'pertenecer tiene sus privilegios'. Tonteras de proselitistas. Tonteras un poco criminales, eso sí.

Confieso que no me gustan (epitelialmente, por lo menos) esas adjetivaciones con sustantivos, como Iglesia misterio o Iglesia misión. Pero, como estilos son estilos...

Pero el marco tan poco triunfalista y frenético, la metodología de explicación del misterio y la función sacerdotal, de la propia naturaleza del sacerdocio sacramental y el tono en general de la alocución me hicieron acordar -no sé por qué, pero si pertinentemente- a algo que aplicaba Castellani respecto del sacerdocio: sobran mil y faltan quinientos.

Y esto lo refiero más específicamente a congregaciones e instituciones que hacen del sacerdocio un cuentaporotismo de poca calidad intelectual, espiritual y hasta apostólica. Donde contar es importante y contar por miles es delicioso y potente.

En ese mismo orden de ideas, e impresiones, entendí una referencia del mensaje que podría parecer lateral pero que se me hizo definitoria:
El peso de dos mil años de historia no facilita captar la novedad del misterio fascinante de la adopción divina, que está en el centro de la enseñanza de san Pablo.