viernes, 21 de octubre de 2005

Ángulo agudísimo

Obsérvese bien.

Hay que tomarse unos minutos. Mire bien la imagen. Es una imagen cualquiera. Ni mejor ni peor. Pero alcanza y sobra.

Observe con atención el emblema. ¿Se ve? Es obviamente una mamá o su emblema. Y lo que está en alto es un niño o su emblema.

Alcanza.

Observe bien. ¿No es verdad que el flexible brazo se extiende superando los 90º y que el niñito extiende los suyos correspondientemente?

Y eso es así emblemáticamente, pues el brazo extendido es un gesto materno típico.

Para alzar al hijo, para jugar con él en el aire, para tenderle los brazos y hacerlo caminar, recogerlo y mimarlo, llamarlo amorosamente.

Por eso es que el dibujito no necesita más detalles.

Pues, esta imagen emblemática podría pasar al olvido. El asunto lleva rumbo de cambio. El ángulo, digo, por lo pronto.

Porque he observado que un -no el único- efecto del uso de telefonitos celulares, es la ya perdurable contracción del brazo y la consecuente y brutal reducción del ángulo del codo, con todas las secuelas físicas, psicológicas, morales, afectivas y espirituales que quieran imaginar para cuando el codo se contrae.

Ahora bien.

Ésa, al fin y al cabo, es la buena noticia.

Porque esto mismo ha llegado fatalmente a las madres.