lunes, 24 de octubre de 2005

José Antonio

Me puse a leer unos discursos de José Antonio Primo de Rivera. A releer, en realidad, porque ya los había leído no me acuerdo cuándo.

De los varios que topé, uno me llamó la atención.

Lo pronunció en el Cine Madrid, de Madrid, el 17 de noviembre de 1935, en la clausura del Segundo Consejo Nacional de la Falange.

Es un discurso que podría resultar extraño a primera vista, entre otras cosas porque tiene una larguísima exposición sobre aspectos económicos de la política y de aspectos políticos de la economía.

Pero también porque, por ejemplo, hay pasajes de este tenor:
El régimen ruso en España sería un infierno. Pero ya sabéis por Teología que ni siquiera el infierno es el mal absoluto. Del mismo modo, el régimen ruso no es el mal absoluto tampoco: es, si me lo permitís, la versión infernal del afán hacia un mundo mejor. Si se tratara solamente de una extravagancia satánica, del capricho de unos cuantos ideólogos, es cierto que el régimen ruso no llevaría dieciocho años de existencia ni constituiría un grave peligro. Lo que ocurre es que el régimen ruso ha venido a nacer en el instante en que el orden social anterior, el orden liberal capitalista, estaba en los últimos instantes de su crisis y en los primeros de su definitiva descomposición...

En fin, me obligó a pensar otra vez en cosas que ya sabía y que he pensado otras veces y que incluso alguna vez ya he dicho aquí, de José Antonio y de su credo acerca de las derechas y la izquierda, por caso. No tiene por qué caerle bien a las izquierdas. Pero es verdad que todo el discurso está lleno de ideas muy distintas de aquellas ideas que las derechas de catálogo podrían suscribir, entonces y más aún ahora.

Más bien, en tiempos como aquellos, habrían estado más dispuestas a combatir a alguien que pensara cosas de este tipo y otras que en aquella pieza se leen. Tal vez a fusilarlo, incluso, y no quiero parecer insidioso.

Un poco antes, en el Teatro Calderón de Valladolid, el 4 de marzo de 1934, en la Proclamación de Falange Española de la J.O.N.S., José Antonio se veía en la obligación de levantar varias acusaciones contra la Falange, que por el contenido podrían provenir tanto de la izquierda como de las derechas, enmarcando esta vez su discurso -en razón del lugar en que se encuentra- en un elogio y ponderación de Castilla.

En esa ocasión, terminó con estas palabras:
Nosotros no aspiramos a nada. No aspiramos si no es, acaso, a ser los primeros en el peligro. Lo que queremos es que España, otra vez, se vuelva a sí misma y, con honor, justicia social, juventud y entusiasmo patrio, diga lo que esta misma ciudad de Valladolid decía en una carta al emperador Carlos V en 1516:
"Vuestra alteza debe venir a tomar en la una mano aquel yugo que el católico rey vuestro abuelo os dejó, con el cual tantos bravos y soberbios se domaron, y en la otra, las flechas de aquella reina sin par, vuestra abuela doña Isabel, con que puso a los moros tan lejos."