martes, 12 de julio de 2005

Eppur si muove...

Esto es una vista de Puerto Quilla, al sureste de Puerto Santa Cruz, camino al mar.

Esa curva enorme de izquierda a izquierda, termina al final en mar abierto.

Alguien me dijo, al ver esta fotografía, que el mar le parecía 'planchado', calmo, como sin brío, sin tono vital.

Lo comparó a otros mares que conoce. Y, en realidad, eso es lo que parece.

Pero, parece nada más. Porque la verdad es otra. Solamente es calmo en la fotografía. Falta el resto, todo el resto, que es estar allí, con ese frío y ese color ocre de la punta que cierra la ría al final, frente al mar abierto. Estar allí no es lo mismo: allí no hay un momento de 'esa' calma, la del mar 'planchado'. Al estar allí, es de una fuerza inmóvil que obliga a guardar silencio.

No se mueve, es verdad, apenas si bate la ola y llega a la playa. Pero, no sé cómo hace, se las arregla para rugir. Y se las arregla para imponer una potencia que vale lo que un movimiento más exterior.

En materia de mar, veo, el movimiento y el estrépito no son las únicas categorías que importan para catar la fuerza.

Curiosamente, el ronquido helado y la danza a compás muy tenue causan lo mismo una impresión que empequeñece.