sábado, 9 de julio de 2005

Antes de salir para África

Entresaco ahora algunos pasajes de la nota que referí ayer porque me parecen en buena medida lo central de esta cuestión. Frases sueltas, párrafos. Incluso el tono y el contenido de algunas preguntas es significativo. Los destacados son cosa mía.

ver

Un reino regido más por la voluntad que por los dictados de la biología.

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En su último libro -El imperio del vientre- defiende la separación entre embarazo y maternidad. Y ve con entusiasmo la posibilidad descripta por el filósofo y científico Henri Atlan en El útero artificial, de poder ser madre sin las complicaciones del embarazo.

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La naturaleza no fabrica madres.

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Se cree que con la maternidad el derecho no hace otra cosa que adaptarse a estos hechos fundadores que son el embarazo y el parto y que, en el fondo, esta expresión, 'maternidad', es una realidad biológica.

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Gracias a los artificios que permitía el famosísimo Código Civil de Napoleón de 1804... Lo que contaba en esa época no era la biología sino el matrimonio. Lo biológico era menos importante que la protección del matrimonio que amparaba a la gente contra lo que los codificadores llamaban los -caprichos- de la naturaleza.

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En los países occidentales sólo se autorizó la adopción de menores en el siglo XX, porque se había heredado el gran rechazo de la Iglesia hacia esta institución, a la que consideraban algo próximo al pecado. En Francia, la primera ley de adopción data de 1923. El único país occidental que no siguió esta lógica fue EE.UU., que autoriza la adopción de menores a partir de 1850.

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Los países que no aceptan a las madres portadoras son países católicos. En el catolicismo el parto tenía casi el mismo valor que la concepción, y yo creo que los países católicos son mucho más reactivos en cuanto a los métodos artificiales de gestación, en general.

Todo lo que sea desbiologizar la procreación está visto con malos ojos. Y las madres portadoras son lo más artificial.

En Israel las madres portadoras están autorizadas, y en general son muy liberales con todas las técnicas de procreación artificial, no lo dramatizan tanto. La exigencia en Israel es que sea el marido quien dé el esperma para que haya algo de corporal de la pareja comanditaria. En Inglaterra también está aceptado. El único problema es que no se admite que se pague a la madre portadora. También en Grecia está permitido, en India, en Corea, en una parte de Australia. Esos países no tienen esa cosa religiosa con el parto.

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-Pero desde el punto de vista de la subjetividad corporal, ¿qué pasa con la madre portadora? Al escucharla, el embarazo parecería un hecho anodino.

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-¿Embarazarse a cambio de dinero no crea una industrialización del cuerpo?

-El cuerpo siempre está en el 'comercio', en el círculo de los intercambios mercantiles. Lo hacen las modelos, las bailarinas, las actrices, los obreros que están en una cadena de montaje. Y nuestro cuerpo está ahí para que lo pongamos en el comercio. Yo me paso todo el tiempo frente a la computadora, no hago gimnasia ni nada porque estoy trabajando: yo también pongo mi cuerpo al servicio de mi empleador. Quienes lo critican son comunistas o socialistas sólo con el vientre, todo lo demás se puede poner en el comercio. Con la prostitución hay el mismo problema. En el fondo, lo que se busca es que la reproducción y la sexualidad circulen en un espacio simbólico, porque lo que se desea es que con esto se creen vínculos que no sean comerciales, porque los vínculos comerciales no ligan a la gente de una manera durable, crean deudas pequeñas, mientras que las relaciones que se crean a través de la procreación y de la sexualidad no comerciales son largas porque crean relaciones familiares.

En los países europeos, cuando el matrimonio entró en crisis, cuando no sirvió más para organizar la vida familiar, se quisieron crear familias centradas en torno de las mujeres y más precisamente, del vientre materno. Gracias al aborto, el hecho de haber tenido un hijo pudiendo haber abortado hace que la relación de la madre con el hijo sea corporal y de un poder muy fuerte. El niño ha nacido no porque el Estado te prohibió abortar, sino porque la mujer decidió no abortar. El niño le debe la vida a la madre. La familia de la revolución sexual es una familia pensada como una familia biológica en torno de la madre, y los hombres como átomos intercambiables que pueden circular.

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-¿Creés que el ideal sería una mujer ubicada fuera de la procreación? Un poco la idea lanzada en el libro de Henri Atlan, El útero artificial.

-Yo creo que la gente va a continuar teniendo hijos como siempre. El útero artificial, por ahora, es una utopía. Pero si un día se hace realidad, una mujer tendrá la posibilidad de elegir, será una apertura, una elección. Lo importante es que tanto el recurso a las madres portadoras como el útero artificial van a provocar una desacralización del embarazo. Van a contribuir a pensarlo como un procedimiento técnico más para hacer venir al mundo a un niño, y no como algo que da derechos o que produce valor en sí mismo. Un medio y no una fuente de derecho. Y decir que algo es una técnica no significa degradarlo. Estos nuevos medios de hacer nacer podrían igualar los roles parentales del hombre y la mujer. Hoy en día, esta desigualdad es flagrante. Una mujer puede imponerle a un hombre una paternidad que nunca quiso. Es terrible para un hombre, es una pesadilla y esto pasa muy seguido.

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-¿Y dónde queda la responsabilidad del hombre por sus actos?

-Antes se decía de las mujeres que si no querían quedar embarazadas no tendrían que haber tenido relaciones sexuales. Cuando en Francia se luchaba por el derecho al aborto, quienes estaban en contra decían que existían métodos anticonceptivos para evitar el embarazo. Ahora, a los hombres se les dice que se cuiden y que no embaracen a las mujeres. Es absurdo. En una época de libertad sexual como la nuestra no pueden haber dos maneras de ver las cosas: las mujeres pueden abortar y los hombres no. Obviamente, en países como la Argentina, donde el aborto es ilegal, ambos tienen que asumir la responsabilidad. La desdicha y la falta de libertad es compartida. No es lo mismo en los países donde el aborto está permitido.

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-¿Qué pensás del derecho a los orígenes que reclaman los chicos nacidos de partos anónimos? (Lo que se conoce en Francia como accouchement sous X.)

En Francia hay dos adopciones: simple y plenaria. La simple no anula la filiación de origen, sino que agrega los padres adoptivos a los padres biológicos. La plenaria anula la filiación precedente, y hace como si el chico hubiese nacido de la pareja adoptante. Esto es lo que ellos quieren eliminar. Quieren que la relación del adoptado con la madre de origen quede siempre inscripta en algún lugar y que, inclusive, puedan tener relación con esos padres de origen. Dicen que la adopción plenaria es una mentira, como si la mentira no fuese muchas veces útil para vivir. En un mundo en el cual la filiación está fundada en el parto, en la verdad biológica, si vos das el nombre de quien dio el esperma, o de la mujer que dio a luz, no podés evitar que el chico piense que los verdaderos padres no son los adoptantes o los que pidieron el don de esperma. Si viviéramos en un mundo donde pudiéramos pensar en una filiación sin cuerpo, donde los padres serían aquellos que han deseado y criado al niño, donde se pudieran utilizar madres portadoras, en un mundo así, si llegamos a instituir la filiación como un acto de creación, de un deseo, de un proyecto, saber quién te dio a luz o quién dio la gameta no va a tener mucha importancia. Pero no estamos en ese mundo. Por eso, hoy en día el derecho a los orígenes es un derecho muy conservador y quiere naturalizar aún más la filiación. Es la razón por la que personalmente me opongo a esto. Hoy en día, el anonimato es la solución menos mala.

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-¿Qué valor le das a lo genético?

-Yo creo que tiene que ver con la elección de cada uno. Yo no le doy valor, a mí me daría lo mismo. Hay gente que quiere sentir que algo de su cuerpo está en el cuerpo de su hijo. Pero tiene que ser una elección de la gente. El valor que le das es muy personal. Hay gente que le da mucho valor a la herencia genética, es gente que no cree mucho en la educación, que teme que las gametas sean portadoras de un verdadero destino. Son fantasmas, pero me parecen perfectamente legítimos los fantasmas privados.

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-¿Quisieras tener un hijo?

-No antes de que esté listo el útero artificial.


Podría uno argumentar de mil maneras ante esto.

Porque todo está puesto en entredicho aquí. Desde la validez de cualquier posibilidad de orden y ley natural, hasta la validez de la maternidad de la Virgen o la validez de la paternidad adoptiva de San José. Desde la percepción de que los datos de una cultura -como la que engendró el cristianismo- son simplemente consuetudinarios, cuestiones de costumbres fundadas en peculiares concepciones ('engendrar', 'concepciones': ¡caray, con el lenguaje...!), hasta la voluntad y la materia en oposición contradictoria.

Sin embargo, dos asuntos llaman mi atención. Y creo que solamente los voy a enunciar aquí.

Por una parte, está el flagrante odio a la materia, a lo material, a lo corpóreo. Ese desprecio es una nota demoníaca. Así como Chesterton decía que la razón era el fiel de la balanza en materia de teología (de buena teología), también el cuerpo lo es. Este tema es muy largo y en parte difícil, especialmente porque hay un modo de entender y practicar el cristianismo -también un modo católico- que cree que disciplina y odio son sinónimos, que sometimiento y desprecio son sinónimos, que ascesis y aversión son sinónimos. En definitiva, un modo de entender el cristianismo que considera que orden y muerte son sinónimos.

El sentido excluyente de que la voluntad es buena y la materia mala.

Es análogo a lo que ocurre -y no por casualidad- con los sentidos de la palabra 'mundo'. Así con la palabra 'carne'.

Por otra parte, está la cuestión de entender qué cosa es o puede ser signo de qué. Qué es antes y qué es después, en relación con lo que es primero y principal, fundante, causal.

Para decirlo de un modo sintético: la Maternidad de la Virgen es 'la' maternidad y toda otra maternidad tiene en esa maternidad su analogado primero y aun esa maternidad primera en el orden biológico humano, ella misma, es signo de un modo de maternidad que está en Dios mismo, en las propias concepciones espirituales divinas, anteriores a las biológicas. Así como la Paternidad divina es el analogado primero de toda paternidad humana; a la vez, y en ese mismo sentido, la paternidad adoptiva de San José es el primer analogado de toda paternidad humana que, por fuerza, es, al mismo tiempo, paternidad biológica y adoptiva, toda vez que el ser del hijo no le es en todo sentido propio, el ser del hijo no tiene en el padre humano su causa primera. Así también, la Filiación de Jesucristo es 'la' filiación, es el analogado primero de toda otra filiación.

Y esto que digo, no está dicho solamente en el orden biológico y corporal o material.

Jesús es el Hijo porque ser Hijo es en Dios un modo de relación, un modo de procedencia, muy anterior -no sólo en el orden temporal- al hecho biológico de la paternidad, de la maternidad y de la filiación consecuente. También ser padre es en Dios un modo de causalidad, un modo de relación, muy anterior a la expresión biológica. Ser Verbo en Dios está en relación con la Filiación.


Finalmente, me parece que cabe una cosa más, sintética también.

Todo esto que vemos es lo que hace que nuestro mundo sea no-cristiano. Su concepción jurídica, su concepción biológica, la frivolidad -cuando menos, la frivolidad- con la que mira las cosas que puede ver. El odio con el que mira las cosas que puede ver. Y su ignorancia -su desconocimiento y su desprecio- de las cosas que no puede ver con los ojos de la carne.

Estamos pensando en la Fe. Pero la Fe supone el oído. Y tenemos que pensar entonces primero en el oído. Antes de hacer hombres cristianos, no estaría para nada de más detenerse en la primera palabra: 'hombres'.

Tenemos que aprender todo nuevo, se ve. Tenemos que hacer una cultura nueva. Una civilización nueva. Una más vieja que estas novedades. Esta cultura no solamente es una cultura de la muerte. Necesitamos, además, algo más que una cultura de la vida si queremos hacer algo más que terciar en los debates del mundo con argumentos. Es, por lo pronto, la cabeza, lo que hay que rehacer; son los ojos los que hay que rehacer. El oído.

Esta es, creo, una de las razones por las que, por ejemplo, no estamos en condiciones de evangelizar el África.

Y no es que 'ya' no estamos, es que 'todavía' no estamos en condiciones de evangelizar el África.

Ni nada.