domingo, 5 de junio de 2005












Qué difícil poder traducir en palabras esta imagen.

Por ejemplo, en 1917, en El Libro de los Paisajes, de Leopoldo Lugones, aparece:

Olas grises

Llueve en el mar con un murmullo lento.
La brisa gime tanto, que da pena.
El día es largo y triste. El elemento
duerme el sueño pesado de la arena.

Llueve. La lluvia lánguida trasciende
su olor de flor helada y desabrida.
El día es largo y triste. Uno comprende
que la muerte es así..., que así es la vida...

Sigue lloviendo. El día es triste y largo.
En el remoto gris se abisma el ser.
Llueve... Y uno quisiera, sin embargo,
que no acabara nunca de llover.
Me parece una buena traducción. Tal vez se dirá que le falta la furia, la potencia de la imagen. Pero si bien es cierto que en los versos del cordobés la tormenta de afuera es más leve, es verdad también que la tormenta 'de adentro' sabe a amenaza, sabe a temporal.

Podría ser también Rubén Darío -por seguir entre modernistas- con su citadísima Sinfonía en Gris Mayor, aunque un poco bastante menos, creo, si bien algunos efectos sonoros -sensibles, en general- son bastante adecuados.

Pero el epígrafe que lleva la fotografía en el Corriere della Sera, con todas las limitaciones de un texto de circunstancias (como la mayoría de los que elabora el periodismo, habitualmente), tiene su gracia, tal vez casual, tal vez buscada (y me gustaría más que fuera casual...):
Cielo Minaccioso. Nuvoloni si addensano sulla spiaggia tedesca di Warnemuende, sul mar Baltico.