sábado, 16 de noviembre de 2019

Lugones le advierte a Borges


La péndola bascula, camarada,
y no sé si decirte mis querrellas
o cabalgar mi potro
de luz por las estrellas...
Y llevo el desconcierto en la mirada
por ver a quién hablarle, a ti o al otro.

Pero no sé quién es, ni sé si existe.

De ti yo sé que acaso en este eón viviste
nimbado por la gloria, con su penacho de oro.

Al otro...
, me resuelvo.
A ti te ignoro.

Mas voy por tus papeles. Voy y vuelvo.
Quiero encontrar la puerta
por la que huyes hacia tu desierto.
Ver la figura muerta
de tu mano que escribe y ya estás muerto.

El oráculo dice: sé quien eres,
sin melindres y ambages,
porque tú eres quien eres
sin las máscaras secas de tantos personajes
que te dan sus consignas.

Y tú, que en tu vagar no te resignas
a sortear laberintos,

a deshacer el túmulo y olvidar tus linajes,
a confesar sincero que tienes tus instintos
y a librar sus lenguajes...

A mí me espasma
ver esa niebla sorda y rumorosa
que haces andar por entre cada cosa;
y cuánto te entusiasma
la palabra graciosa
que aniquila la rosa y deja su fantasma.

¿Serás o no serás?
¿Dónde en el mundo cierto veramente estarás?

Tal vez en traje criollo, debajo del ombú,
librando de tus bolas las patas de un ñandú...
O entre el incienso tibio de un templo que el hindú
levantó con bambú
para el nirvana frío de escuálido gurú...

Por tanto evanescerte,
por tanto y de ti mismo y el otro envanecerte,
con coraje prefiero,
demoliendo el tabú,
el no ser que es no ser y verdadero
del otro que tú dices que eres tú.