miércoles, 1 de mayo de 2019

El druida, 5: número aniversario


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¿Por dónde empiezo?

Tendrá que ser por el principio, claro.

1989 fue el año en el que supe por primera vez del proyecto. Mayo de 1989, para ser más preciso.

Y ése es el principio. Entonces, y como todo comenzó en aquel mayo de 1989, hasta este mayo de 2019 han corrido exactamente 30 años desde aquellos días. Un aniversario.

¿Cuántas veces menté en los últimos 15 años aquí a la "revista entusiasta"? Tantas veces traje de allí asuntos propios o de otros.

Pues es El druida, así se llamó la revista entusiasta. Y contra algunos vientos y mareas porque, aunque éramos todos gentes de las letras o del arte o de los libros, no había un completo acuerdo y se sumaban las voces extramuros que se quejaban sordamente de la extranjería y el paganismo de la alusión que llevaba el nombre.

Claro. ¿Y?

Y se llamó El druida, nomás.

Corrieron esos años, y era más lo que allí se conversaba y se leía que lo que se disponía para la imprenta. Escritos, dibujos, ilustraciones, tipografías, caligrafías, no tenían apuro y el tratamiento de cada y toda cosa era moroso y eutrapélico. No pocas veces con los acompañamientos del buen yantar y del mejor beber.

Así las cosas, recién dos años después, en septiembre de 1991, apareció el número inaugural. Y hasta tuvo su presentación comme il faut. Ni más ni menos...

Un servidor se encargaba con herramientas muy rudimentarias de darle forma de edición a trabajos literarios y gráficos que merecían mejores manos y más cuidadoso tratamiento. Ese tipo de cosas que suelen pagar los dineros que no se tenían ni se pensaba gastar. Bastaba con que fuera digna. El trabajo manual que suponía, era parte substancial de la empresa. Como el modo artesanal de resolver qué debía ir en cada edición.

El número 2 nació al público en septiembre de 1992; el número 3, en diciembre de 1993 y el número 4, en diciembre de 1994.

Cualquiera diría que la frecuencia isocrónica era parte del diseño editorial. Ni modo: El druida salía cuando salía. El resto, si alguno se resiste a la vía providencial, debe concedérselo al azar.

Tampoco la frecuencia anual era el resultado de un obseso esmero literario, gráfico o editorial. Lo dicho: había más entusiasmo por preparar las viandas en la cocina -picoteando manjares a la vera de las hornallas- que por servir los platos en la mesa del comedor. Tan así que algunos, que miraban con toda simpatía la empresa, se reían de nuestra periodicidad despreocupada. Nos llamaban la revista anual.

Es el momento de admitir que hay otro aniversario: hace 25 años que no sale un número de El druida.

Ha pasado el siglo XX y ya no es tan joven el XXI, y pasó ese tiempo sin concluirse la tarea: toda la responsabilidad por el lapso laxo debe caer sobre el legajo de un servidor, me apena decirlo. Qué remedio.

Pero.

Se ve que llegó el tiempo (demorado...) de cumplir con una obligación placentera.

Como editor (es decir, como quien se encargaba de preparar la edición), todos los papeles venían a dar a mi escritorio. Y de allí a celosas carpetas para los escritos, con más pulcros sobres ocres para las ilustraciones y las pruebas de tipografia, y todo, por supuesto, debidamente rotulado, con una disposición tal como si el viaje a la imprenta apremiara o fuera inminente.

El número 5, que correspondía al quinto año de la revista (risum teneatis, amici?), estaba previsto inicialmente que estuviera disponible para junio de 1995. Nunca ocurrió.

Ahora es cuando. Porque la ocasión fue venida. Los papeles están intactos.

Y aquí queda para los que quieran -y lo esperaban...- el último número de la revista entusiasta.

El druida, 5.

Tal vez todo sea por aquello de que en nuestro fin está nuestro principio. O en nuestro principio, nuestro fin.

Se ha hecho justicia.

Y disculpen la demora.