viernes, 4 de enero de 2019

Sacramentum futuri (V y final): Addenda


No soy un perito en el hebreo bíblico, ni siquiera -específicamente- un avezado estudioso de las lenguas de las Sagradas Escrituras, pero en el curso de algunas lecturas he llegado a percibir algunas interpretaciones extrañas de los pasajes del Génesis mencionados en esta serie.

La primera aparente dificultad está en el hecho de que el relato bíblico utiliza la expresión ha'adam (el hombre, el humano, Adán) para referirse al ser humano original y, recién después, la expresión ish para el varón, en ocasión de la creación de la mujer. De allí que dice el texto -traducido más o menos fielmente-: se la llamará varona (isha) porque del varón (ish) ha sido sacada. En una lectura amañada, a mi entender, hay alguno que quiere entender que ha' adam -o sin el artículo, adam, a secas- es un nombre genérico y no un sustantivo propio en ningún caso o un nombre que se refiera a un sujeto individual determinado de género masculino.

De este modo, para quien lo quiere postular así, ha'adam no es Adán en ningún caso, anterior a la creación de la mujer. Con ello, aunque no lo dice, esa lectura da a entender una especie de hermafroditismo, una androginia en el primer ser humano y, así visto, la creación de la mujer resultaría sin más la extracción del costado femenino del humano primordial dizque andrógino. Me parece un disparate que fuerza el sentido del texto, dándole significados caprichosos a los nombres, queriendo acentuar un modo de igualdad que, por otra parte, el texto leído sin estas extravagancias afirma en su momento y sin tapujos. La mujer es del costado del varón, cosa que significa tradicionalmente la igualdad de naturaleza entre ellos, con lo que cumple el designio de ser una ayuda adecuada. Y así como, en la creatura, la igualdad de naturaleza no impide la preeminencia del varón, tampoco la preeminencia del varón es un obstáculo para esa igualdad. Apenas un versículo más allá del texto del Génesis que he citado, el 25 del capítulo segundo, dice el escritor sagrado: Los dos, el hombre y la mujer, estaban desnudos, pero no sentían vergüenza. Al mencionar al hombre usa allí nuevamente el término hebreo ha'adam, con lo que parece sin duda que adam e ish (hombre y varón) son en principio equivalentes. Por eso esta corriente de exégesis que menciono parece un intento mañoso de fundar en la interpretación de nombres un modo de igualitarismo que no se corresponde con la Escritura, para sacar de ello consecuencias estridentes que apuntalen el amplio menú de postulados de género.

La cuestión del sueño de Adán y lo que surge de su costado, también es materia de exégesis tipológica. Del costado del nuevo Adán, Cristo, surgirá también la que habrá de ser la Esposa del Cordero. Y aunque esa esposa es a la vez el Cuerpo Místico de Cristo, su Cabeza, ella es suya pero no es Él. Porque así se entiende tipológicamente. El Adán primero no es idéntico al Adán segundo. Y lo que ocurre con el Adán primero en materia de sexos y de esponsales, no es idéntico a lo que ocurre con el Adán segundo. Porque el primero es aquí figura del segundo, que es quien tiene la plenitud de la significación. Entiéndase nuevamente que los signos bajan de lo alto, no suben hacia allí.

Se aducen otros pasajes tomados del mismo libro para insistir en esta posición. No se advierte que el texto mismo puede despejar la dificultad. Por ejemplo, el capítulo V del Génesis, en el que se lee:

Según la versión en hebreo trasliterada con fonética sefaradí:
Este es el libro de las generaciones del hombre, en el día en que creó Dios a Adán; a semejanza de Dios lo hizo.
Zeh séfer toledot Adam beyom beró Elohim Adam bidemut Elohim asah otó.
Varón y hembra los creó, y los bendijo, y llamó su nombre Adán, en el día en que (ambos) fueron creados.
Zájar unekevah bera'am vayevarej otam vayikrá et-shemam Adam beyom hibare'am.
Y vivió Adán ciento treinta años, y engendró a su semejanza, conforme a su imagen (un hijo), y le puso por nombre Set.
Vayejí Adam shloshim ume'at shanáh vayoled bidemutó ketsalmó vayikrá et-shemo Shet.
Y fueron todos los días de Adán, después de que engendró a Set, ochocientos años, y engendró hijos e hijas.
Vayihyú yemey-Adam ajarey holidó et-Shet shmonéh me'ot shanáh vayoled banim uvanot.
Y fueron todos los días que Adán vivió, novecientos treinta años; y murió.
Vayihyú kol-yemey Adam asher-jay tsha me'ot shanáh ushloshim shanáh vayamot.
La Vulgata en este pasaje dice:
Hic est liber generationis Adam. In die qua creavit Deus hominem, ad similitudinem Dei fecit illum.
Masculum et feminam creavit eos et benedixit illis; et vocavit nomen eorum Adam in die, quo creati sunt.
Vixit autem Adam centum triginta annis et genuit ad similitudinem et imaginem suam vocavitque nomen eius Seth.
La versión griega de los Setenta, por su parte, dice:
αὕτη ἡ βίβλος γενέσεως ἀνθρώπων ᾗ ἡμέρᾳ ἐποίησεν ὁ θεὸς τὸν Αδαμ κατ᾽ εἰκόνα θεοῦ ἐποίησεν αὐτόν
ἄρσεν καὶ θῆλυ ἐποίησεν αὐτοὺς καὶ εὐλόγησεν αὐτούς καὶ ἐπωνόμασεν τὸ ὄνομα αὐτῶν Αδαμ ᾗ ἡμέρᾳ ἐποίησεν αὐτούς
ἔζησεν δὲ Αδαμ διακόσια καὶ τριάκοντα ἔτη καὶ ἐγέννησεν κατὰ τὴν ἰδέαν αὐτοῦ καὶ κατὰ τὴν εἰκόνα αὐτοῦ καὶ ἐπωνόμασεν τὸ ὄνομα αὐτοῦ Σηθ
ἐγένοντο δὲ αἱ ἡμέραι Αδαμ μετὰ τὸ γεννῆσαι αὐτὸν τὸν Σηθ ἑπτακόσια ἔτη καὶ ἐγέννησεν υἱοὺς καὶ θυγατέρας

Parece bastante claro que adam y hombre son lo mismo en un sentido: Dios creó al hombre, al ser humano. Y en ese sentido el nombre ser humano (adam) y el nombre hombre primero (adam) son intercambiables. Y que se use hombre en un mismo sentido para humano y varón, más indica todavía que el hombre primordial fue varón. Y eso no autoriza a negar que la mujer no sea un ser humano. Pero, a la vez, se entiende que Adam, en cuanto persona determinada, es un sujeto determinado (no el varón y la mujer juntos), como se ve en el hecho de que así lo llama la Escritura al mencionar su descendencia, o cuando se refiere a un hombre en particular que tuvo determinados hijos y que a determinada edad engendró a Set y tuvo una vida determinada que se extendió a lo largo de una determinada cantidad de años hasta su muerte. Muerte que significa la muerte de una persona determinada.

El que Dios haya creado al hombre y a esa creatura la llamara ser humano y que a su vez el ser humano haya sido creado varón en primera instancia y que después haya aparecido la ayuda adecuada a él al crear a la mujer, en tanto que la mujer es tan ser humano como el varón, no debería ofrecer mayor dificultad de comprensión. Dios creó al ser humano y los creó varón y mujer.

En distintintas tradiciones rabínicas o en otras con afán sincrético o de distintas procedencias gnósticas, se leen algunas interpretaciones que también entiendo extravagantes. A ellas se recurre en nuestros días cuando de modo partisano se busca fundar alguna de las vertientes que podrían englobarse en la denominada ideología de género.

Es el caso de cuando se interpreta que hubo una mujer anterior a Eva (este nombre con el que Adán la nombra -hawwāh, la que da vida o madre de vivientes, simplificando-, recién aparece después del pecado original). Aquella primera mujer, en esas interpretaciones de la Escritura, habría sido Lilith, que abandona a Adán y el Paraíso antes de la aparición de Eva y del pecado original. El motivo aducido para ese abandono es de índole sexual y de rebeldía sexual, más explícitamente. Sus actos a partir de allí la acercan a los demonios y a prácticas sexuales que malversan la naturaleza femenina en relación con el varón y aun con la maternidad. Lilith así entendida es la representación y el emblema de una mujer "empoderada" que resiste el patriarcado y arrebata derechos para sí, hambrienta de autonomía. A poco que se adentre uno en la caracterización de esta mujer a través de los tiempos y las edades, se entenderá de cuán lejos viene la batalla por el sentido de lo masculino y lo femenino. No solamente. En ese mismo combate se está discutiendo otro asunto más hondo que la mera repartija de derechos y obligaciones entre los sexos, con las secuelas que la introducción del concepto de género extrae de esas interpretaciones extravagantes.

Lo que verdaderamente está en discusión es el designio divino. Su validez y su contenido. Como en el relato de Iván Karamazov que mencioné más arriba, los hombres no están discutiendo entre sí. Están discutiendo con Dios. Y es de notar que no niegan su existencia. Porque van por algo más. La pulseada tiene que tener un rotundo ganador y un rotundo perdedor. Pero para eso se necesita que haya un perdedor. Dios se equivocó. O mejor, Dios actuó mal, hizo mal las cosas.

Y la razón para ello es que hasta el mismo Dios es patriarcal y machista. En esas extravagancias, algunos sostienen que Dios hasta ignora y niega su costado femenino, incluso oculta, como en un closet, su femineidad. Como si dijéramos que es un hipócrita.

Es mucho más que simplemente una cuestión de corrección política. Es al menos eso en sus manifestaciones mediáticas, masivas, comunicativas y hasta políticas. Pero en realidad es mucho más que eso. Y quien se enfrenta a estas y otras interpretaciones debería entender a qué se está enfrentando en realidad.

Tal vez para entender en parte la cuestión haya que detenerse en un hecho simple. No es casual que el Antiguo Testamento comience con una pareja humana y termine con el Cantar de los Cantares. Como no es casual que el Nuevo Testamento comience con la concepción del Verbo en María Santísima y termine con la visión de las bodas del Cordero con la Novia, su Esposa.

Contrariamente a las extravagancias antiguas y nuevas, el hecho cierto es que, mirado con atención, el texto del Génesis, y del Antiguo Testamento en general, coincide con las aplicaciones, interpretaciones y las exégesis tipológicas que se encuentran en el Nuevo Testamento, referidas a la realidad y simbolismo de lo humano y a la relación de ello con la divinidad. Allí las tergiversaciones encuentran una refutación de hecho y argumentada. Empezando por la existencia del propio Jesucristo, cuya masculinidad es ciertamente un punto ácido para las extravagancias doctrinales. Como es ácida la existencia de una Virgen que, cubierta con la sombra del Espíritu Santo, concibe un Hijo del Padre Celestial. Y como resulta finalmente también ácida la prédica de Jesús contenida en las parábolas y símiles con los que predica y devela la realidad del Padre, del Hijo, del Espíritu, y de la naturaleza y finalidad de lo humano, asunto este último que, como ya he dicho, a Dios le importa más que al hombre mismo. Cosa que a los hombres siempre nos ha extrañado, como dice Job (7, 17-18) o el Salmista (8, 5) y refrenda la carta a los Hebreos (2, 5-8) cuando dice:
Porque Dios no ha sometido a los ángeles el mundo venidero del que nosotros hablamos. Acerca de esto, hay un testimonio que dice:
"¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano para que te ocupes de él?
Por poco tiempo lo pusiste debajo de los ángeles
y lo coronaste de gloria y esplendor.
Todo lo sometiste bajo sus pies".