martes, 16 de octubre de 2018

Will, will, will... y etcétera


Leía en la Biblioteca del Soneto los de William Shakespeare. Don Ramón García presenta allí traducciones de los 154 atribuidos al inglés, aunque advierte que en rigor son 151, bien contados por su estructura clásica. Por otra parte, denuncia haber consultado varias traducciones, aunque especialmente la de Fátima Aguad y Pablo Mañé Garzón, publicada por primera vez en 1975.

Hasta que caí en uno complicado: el 135. Y eso nos devuelve por un momento al asunto de las repeticiones en poesía que venía diciendo.

Como se verá más abajo en el facsímil de la primera edición de 1609, en este soneto Shakespeare repite 13 veces la palabra Will, y lo pongo en mayúsculas porque alguna vez esa palabra designa un nombre propio, como que al propio autor así se lo llamaba en sus días.

Todos los traductores tropiezan fiero de una u otra manera aquí. Culpa de Shakespeare, claro. Y de la polisemia del término, como se verá.

Vayamos al original.





Veamos la traducción que publica don Ramón.

Otras tuvieron todo, tú tienes tu «deseo»,       
«deseo» ganador y sobrante «deseo»,       
yo sé que estoy demás, persiguiéndote siempre,       
por ver si tú me añades a tu dulce deseo.       

    ¿No querrás, tú, que tienes, un deseo tan amplio,   
que esta vez mi deseo en el tuyo se esconda?       
¿Te parece el deseo de los demás brillante,       
mientras el mío vive en plena oscuridad?       

    La mar que es sólo agua, aún recoge la lluvia,       
y con tanta abundancia acrecienta su mole;   
así, rica en «deseo» añade a tu «deseo»       
el mío y haz más amplio, tu ya vasto «deseo».       

    Que tu descortesía no mate a tus galanes,       
mete a todos en uno, y en tu «deseo» a mí.

Busqué otra, porque esa me parecía floja para resolver el caso. Fui a la edición de las Obras Completas, de Aguilar. La traducción es, como se sabe, de don Luis Astrana Marín, que traduce en prosa -tímido expediente- lo que está en verso.
Sea el que fuere tu deseo, tú tienes tu Will (voluntad), la Voluntad de ganar y la Voluntad (Will) en demasía; sé demasiado bien que te contrarío, viniendo así a añadirme a tu dulce Voluntad.
¿No quieres tú, cuya Voluntad es vasta y espaciosa, consentir por una vez en que mi Voluntad se oculte en la tuya? ¿Will (la voluntad) ha de ser siempre bien acogido en los otros y nunca mi voluntad se verá honrada con una bella aceptación?
El mar, que es todo agua, recibe, no obstante, la lluvia, que añade a los tesoros de su abundancia; dígnate, pues, tú que eres rica en voluntad (Will), unir a tu voluntad mi Will (voluntad), para devolverte tu Will más vasto aún.
No mates más a los suplicantes con tu cruel belleza. No pienses más que en un solo Will.
Como se ve, tampoco el afamado traductor logró solventar los problemas. Y no sé si no los complicó aún más. No aclare, don Luis, que oscurece...

Busqué entonces ver quién podía dar cerca del clavo siquiera. Ya se sabe que el traductor siempre se ve en figurillas al traducir poesía.

Y fui a dar a una traducción al menos ingeniosa.
Otras tienen quereres, un Will tú has obtenido,
y un Will que perseguir, y otro Will excedente;
más de lo necesario soy quien ha pretendido
que a tu Will dulce añadas lo que soy al presente.
¿Quieres, ya que tu Will es hondo y espacioso,
que mi Will en el tuyo por una vez esconda?
¿Podrá el Will en los otros ser correcto y gracioso,
y mi Will no hallará fulgor que le responda?
El mar, todo de agua, nuevas lluvias recoge,
y en su plena abundancia sus reservas aumenta;
así tú, rica en Will, a tu Will hoy acoge
este Will de mí mismo, que tu Will acrecienta.
No seas con quien te anhela tan descortés, tan vil:
toma a todos en uno, y en el uno este Will.

Es la traducción de William Ospina, que Norma publicó en Bogotá en 2003. Tiene al menos el mérito de haberse animado a alguna métrica (14 y no 11, como el original) y la rima consonante.

Pero como ocurre frecuentemente con esta pieza, Ospina se vio obligado a justificar en nota su decisión al traducir, aportando además una convincente razón que permite un cierto juego al lector, con lo que se volvería así cómplice de Shakespeare, quien presumiblemente se dirige a una dama que no le habría sido muy fiel. De allí el juego, donde la palabra en cuestión puede adquirir sentidos distintos y algunos punzantes y hasta guarros. Y eso, sobre todo, por lo que sabemos de esa última parte de los 154 poemas, dedicados a una mujer de la que casi nada conocemos de cierto, más que lo que en palabras veladas nos dice el propio Shakespeare.

Veamos el texto de la nota de Ospina y que en parte se refiere también al 136, donde aparece, aunque menos, el mismo recurso.

Dados los veinte significados que tiene la palabra Will en el soneto 135, es inútil intentar una equivalencia de ellos en español. Pero ya que, entre tantos sentidos, Will es el nombre del autor y también el del joven que le disputa el amor de su dama, juzgué permisible utilizar la palabra Will como nombre propio, y advertir al lector que ese Will también significa alternativamente deseo, querer, gana, voluntad, falo, vagina, y que es la forma auxiliar del futuro verbal. Tal vez esta versión arbitraria ayude mejor a advertir la riqueza de sentidos y la abundante malicia que el poeta condensó en los sonetos más ingeniosos de toda la serie.
No puedo dar fe, debo decirlo, de que haya la cantidad de 20 significados que dice Ospina para las 13 apariciones del término en el soneto. Le doy un crédito provisional atendiendo a la posibilidad casi manifiesta del doble sentido.

Es un caso curioso, convengamos.

Pero al cabo -Shakespeare que sí o que no- dice lo mismo que estuvimos diciendo. Por más que lo diga en grado extremo y modo bizarro.

Pero es lo mismo. Repetir, se repite con arte.