domingo, 14 de octubre de 2018

De la sabrosa tregua


Así se llama este soneto de Leopoldo Marechal que está en los Sonetos a Sophia.

Cuando, ya sea en la mañana pura,
ya en la temida noche del espanto,
la mujer admirable de mi canto
se adelanta sin velo y atadura.

Descuida el alma su pelea oscura,
las armas rinde, y su fervor es tanto
que se aventura en un dominio santo
donde no tiene llanto la hermosura.

Y si la dueña de mi pensamiento
pone su labio en el oído atento
del alma, entonces su sabroso idioma

conmueve y mueve al que lo va escuchando,
como la voz de la paloma cuando
nos llega enamorada la paloma.

Lo tengo entre dientes hace unos días.

Me parece -siempre me pareció- dantesco. Y no sería de extrañar, siendo soneto de Marechal.

Y no sólo por las referencias a esa mujer admirable de mi canto que se adelanta sin velo y atadura, que suenan a lírica de trovador.

Lo que me lo hace más dantesco es eso de que la dueña de mi pensamiento ponga su labio en el oído atento del alma. Y también aquello de que su sabroso idioma conmueve y mueve al que lo va escuchando, que hasta la cadencia tiene del florentino.

Y si así fuera, ¿qué?

Nada importante. Salvo que Dante hizo un idioma para decir ciertas cosas, más allá de la cuestión de escuelas, el dolcestilnovismo y asuntos así.

Beatrice será siempre el tú de los poetas. Le hablen a Beatrice o no.

Todo tú de los poetas tendrá algo de Beatrice. Para la poesía, toda mujer tendrá algo de ella, sea quien fuere.

Dante le puso un nombre inmortal al tú de los poetas.


No puedo dejar esta página sin decir que
como la voz de la paloma cuando
nos llega enamorada la paloma
son versos de aquellos que ya quisiera uno haber compuesto.