jueves, 20 de septiembre de 2018

Cicerone


La presentación de obras de otros: todo un asunto. Por no decir que a veces es un asunto peligroso.

Aquí dejo ocasiones en que me tocó hacer de maestro de ceremonias y guiar a los lectores a través de obras ajenas (si casi ni puedo guiarlos por las propias, figúrese usted...)

Una de esas veces, presentando un libro del P. Alfredo Sáenz, ocurrió que, al terminar mi espiche, el autor, que estaba a mi derecha, sonrió y dijo: "Estoy sorprendido... No sabía que había escrito eso...".

La frase, un aguijón cordial y bifronte, dice claramente qué peligros corre el presentador. Pero, a la vez, dice a mi sabor también otra cosa: no está del todo justificada la necesidad de las presentaciones (casi como la de los prólogos...)

Los libros -especialmente los libros de autores ya conocidos- creo que se presentan solos. Si acaso tienen un prólogo, con lo que hay una puerta más que atravesar para llegar a la obra. O tal vez tengan la ventana de una contratapa en la que suele haber algún atisbo de lo que hay dentro. O una solapa. En fin, una lista de pasos fronterizos que hay que sortear para llegar al país de la obra misma. Llámenlo minimalismo, si gustan. Pero tal vez al libro le venga bien una dieta, si quiere mantener la figura...

La presentación puede ser un encuentro social, puede ser una ocasión política o el marco de una manifestación cultural. Hasta puede tener el mero motivo comercial: ocasión para vender ejemplares. En cualquier caso, diría, pertenece al arte de la retórica. Y allí, de entre las clases de discursos, pertenece a mi juicio al género epidíctico más bien, en el que se encomia lo virtuoso y se censura lo vicioso. Y en esto segundo está uno de los problemas para el presentador, que habitualmente entiende que debe soslayar los defectos, tratando de ser al menos cortés. Conozco, sin embargo, casos en los que el presentador se creyó en la obligación de hacer una crítica acerva con las consiguientes secuelas de murmullos y resentimientos cruzados. No es frecuente, claro.

Con todo y eso, rescaté para dejar en la bitácora al menos estas veces de un tópico que, mientras he podido, he evitado.


Aproximación a C. S. Lewis, de Jorge N. Ferro; Aproximación a la Postmodernidad, de Aníbal D'Angelo Rodríguez

La Catedral y el Alcázar: Santo Toribio de Mogrovejo y Antonio de Oliveira Salazar, del
P. Alfredo Sáenz, sj

Leyendo los Cuartetos de Eliot, de Inés de Cassagne

Recepción y Discernimiento de textos literarios y temas humanísticos, de Inés de Cassagne

El Héroe en la obra de Saint-Exupéry, de Oscar Tokumura