jueves, 21 de junio de 2018

Invierno


En la historia, como en nuestras vidas, la Primavera florece fuera del tiempo de este mundo.

La historia termina con una Primavera que desciende del Cielo -tal como la vimos partir al Cielo, de allí volverá- para hacer nuevas todas las cosas. Y ya no habrá historia, ni invierno.

En este mundo, la Pasión fue en primavera porque la Resurrección fue en primavera. Y más que nada porque la Resurrección al final será la Primavera. De la historia y de nuestras vidas, Dios queriendo.

Nuestras vidas, como la historia y el entero mundo, están traspasados por la belleza de muchos modos.

Y en la historia, como en nuestras vidas, campea la Esperanza. Y hay belleza -y más que nada una Belleza- que es Esperanza.

Pero la Esperanza es Esperanza de una Primavera florecida. Que no es aquí.

La Esperanza nació para nosotros como una Promesa. Y así nos fue dada. Es el anhelo que llevamos en el corazón de la Primavera cumplida.

En alguna parte Josef Pieper dice que Goethe dice que lo bello no es tan operante como prometedor. Pero eso puede decirse sólo de la belleza otoñal o invernal del tiempo de la historia, o del tiempo de nuestras vidas en la historia.

Porque la Promesa que digo es, además de Promesa,  Primavera operante, Belleza total.

Cuando la Promesa se consume, habrá Belleza en todo, en las cosas hechas de nuevo, nuevas. Y en nosotros, si, Dios queriendo, llegamos a florecer en esa Primavera.


Mientras, en el invierno de la historia, nos queda la Esperanza.

Y nos quedan bellezas que, si sabemos ver, nos hablan de una Primavera que Nació ya y que florecerá cuando el tiempo de este mundo llegue a su fin.


Yo creo eso. Espero eso, mientras es invierno.


Mientras es invierno.

Mientras el invierno de nuestra vida y de la historia pasa con la Esperanza de la Primavera finalmente florecida.