lunes, 3 de julio de 2017

Leteo y Eunoe


Eran tus manos.
O la brisa del mar,
o el fresno acogedor.

Fue la voz
tibiamente concorde,
o el latido sobre mi latido,
o el agua de la fuente.

Tus ojos,
o el remanso de un sauce,
o un ocaso entre lirios,
rumor en la laguna de tu abrazo leve.

En esta margen,
me quedan los silencios,
las horas silenciosas,
el tiempo silencioso,
el silencioso beso.


El silencio.


El silencio.