domingo, 28 de mayo de 2017

Cielo de manzanas


Esta tierra bajo mis pies
me nombra tiempos de sal y piedra,
desiertos de fantasmas,
lustros de aromas tristes y ungüentos de soledad
llenando el aire,
hedores de promesa vana.

Mientras gira este mundo,
mis manos están catando sombras entre los árboles;
su peso es un dolor estéril,
su vestido es la púrpura,
sus voces son insípidas como la mentira.

Sé que los arroyos que vi parecen lágrimas.
Vuelvo a verlos: imitan la alegría de un manantial,
fingen la pena rumorosa,
horas baldías que corren a ninguna parte.

El día es la mañana de un día
entre las nieblas dulces,
fríos los labios,
el corazón despierto y sonámbulo.

La noche es la noche de un día
sin sosiego,
sudorosa en la oscuridad sin nombre ni lugar.

Llegó la tarde.

Ahora la tarde es la tarde de los días.

El fuego te mira.
Envidia el amor de tus ojos.

Lejos,
todo alrededor,
en el horizonte y las nubes,
la tarde que abraza la llanura de este tiempo,
con la luz del día que ya va del sol ausente a mi corazón cansado de los días,
con el fuego que nos pregunta y calla todo silencio,
todo alrededor,
ahora,
el cielo tiene el color de las manzanas
y todo alrededor hay la frescura de su aroma
y casi sin respirar el alma saborea su delicia jugosa.