sábado, 28 de noviembre de 2015

Sur de los ojos


Me dibujaste el sur en la mirada
con una siembra agreste de ternura,
para que fuera cálida la hondura
de tu herida de sur que llevo hincada.
Con la araucaria oscura y desvelada
le diste amparo a una intemperie dura
y una nevisca blanca de dulzura
cubrió la piedra de mi voz callada.
Y así, para que el sur que me trajiste
ardiera en mí, tu canto me sembraste
y un corazón de cerro en fuego ardiste.
Y ya no hay canto, sino el que cantaste;
y ya no hay sur, sino el que me dijiste
cuando el sur en mis ojos dibujaste.