lunes, 30 de noviembre de 2015

Basta




Anda por allí esta magnífica fotografía de don Serviliano Maidana, baqueano del general Lavalle, al que lo inmortalizaron mateando, parece que en los pagos de Saladillo, en 1878.

En lo que dicen que es el día nacional del mate (1), cordialmente y con excelente humor, me la manda el bueno de don Soler, sabedor de mi afición al amargo. Al mate amargo, se entiende.


Diría Leonardo Castellani: "...basta de aniversarios, basta de días..."

Se entera don Serviliano de que andás festejando el día del mate y te hace lonjas...

No ve, cumpa, que la faca ni se le ve. ¿Sabe por qué? Porque un criollo no anda haciendo bandera con esas cosas suyas.

Póngale un día nacional de la bombacha y el chiripá a don Serviliano y después me cuenta...


Ahora bien.

Lavalle más, Lavalle menos, la foto es una gloria, eso sí que sí.

Como el mate, mi amigo.






___________

(1) La ley que consagra esta pavada es la 27.117 y se promulgó en enero de este año, conmemorando el nacimiento del comandante Andresito (hoy tiene nombre de colonia y de marca de yerba), primer gobernador de origen indígena de las Misiones Grandes, a comienzos del siglo XIX (1811-1821) y vaya uno a saber si estará contento con el asunto...

A mí se me hace que don Serviliano Maidana y don Andrés Artigas (lo adoptó el caudillo oriental, aunque le parezca raro...), estarán puteando a carcajadas, aunque uno sea federal de Rosas y el otro baqueano de Lavalle. Mientras se toman unos mates, claro.

Y basta, que se me hace la hora de unos amargos...





Décimas del sinfín


Una décima principia
y, después de contar diez,
se termina de una vez,
porque así es la estereotipia.
Si el verso ripia o no ripia,
eso es cosa de cuidar;
porque el arte de versear
tiene su ley bien severa,
que ha de cumplir el que quiera
una décima lograr.

Pero eso no es lo mejor
que la décima propone,
porque el verseo dispone
silencio para el cantor.
Dizque no hay nada peor
que meterse en un jardín,
como si fuera a un festín
que no tuviera sosiego:
es muy triste hacerse el ciego
y no querer ver el fin.




Al sur, el sur



https://es.scribd.com/doc/291600981/Al-Sur-El-Sur



Durante muchos de estos días pasados, viajó por mi sur amado una de las niñas menores de la casa (tal vez la más mi niña de la casa...)

Fue un viaje largo por todo el sur y por el sur del sur. Este su servidor viajó con ella; en sus ojos, en el aire, en los vientos y la estepa, en el mar y el bosque y la montaña. En todo lo que veía y caminaba mientras estaba lejos.

También en el frío y la mañana, como me dijo al volver que habían sido los emblemas de su viaje. De su sur.

Aquí, viéndola ir, feliz esperaba verla volver feliz. Y así volvió.

Quería que volviera con el sur en el alma. Enamorada. De novia con el sur. Nada más. Que no trajera recuerdos ni regalos. Que trajera sur, nomás.

En el faro del Cabo, sin embargo, encontró una pieza herrumbrada que sabe es mi preferencia.

En un pueblo galés, del lado de la montaña, sin embargo, se encontró en una fiesta galesa con un jugador del seleccionado galés de rugby que estaba en el sur para eso mismo, con su familia. Él le regaló unos escudos.

En otra parte, sin embargo, se tentó con unos dulces de rosa. Y unas piedras de mar.

Y me trajo todo eso.

Y un abrazo escrito en una tarjeta postal.


Y el sur. Y aquí lo tengo, junto con sus presentes, hasta que vuelva a encontrarme con él.


Allá.

Quién sabe.




En retribución, dejé en forma de pequeño libro los versos que se escribieron en su nombre de ella y en el de su viaje.





Del sur a hoy


"La mañana y el frío", me decías,
"son el viaje, es el sur que fui llevando..."
Y así tus pies se alegren caminando,
tus alegrías son mis alegrías.
Son todas mías, sí, son todas mías:
es mío el sur que pisas y cantando;
es mío el aire sur que, respirando,
en mis aires pusiste en estos días.
Del sur a hoy, el tiempo ha resarcido
la nostalgia que tuve de mirarte
vagar y ver aquella tierra amada.
Del sur a hoy, no dejo de esperarte
para gustar el sur que me has traído,
aunque ya estás aquí, y en sur, tornada.




domingo, 29 de noviembre de 2015

Sur de viento y tu voz


Estaba el viento. En todo estaba el viento
siseando las arenas y las matas,
arrinconando corazones frágiles,
irguiendo la insistencia, los propósitos.
Madrugadas de viento, soledades
de viento, y viento y viento. El viento en todo:
trepidando su gris sobre la estepa  
taciturna de viento y despojada.
Y está tu voz -por amorosa, nítida-:
llega y aquieta el aire turbulento
como un acantilado de tibieza
que abraza el frío de este mar del sur
y en sal de brisa lo acaricia todo,
hasta que el viento en todo se te rinde.



El Libro de las Acuarelas /16



Música de primavera


- ¿Y si llueve?, preguntó el menor, con decepción y ansiedad en la voz.

- Pero no lloverá..., dijo su hermano mayor.

- Pero, ¿y si llueve...?, insistió el menor.

- Entonces no podemos ir...

La mañana era fresca y algo húmeda. Detrás de las sierras, había como aureolas de nubes grisáceas que corrían rápidamente hacia el oeste. No parecía que fueran llovedoras. El menor había estado mirándolas desde temprano.

- Mamita, dice él que lloverá..., atacó el menor.

- ¿Cómo? Pero si no dije..., se defendió su hermano con una sonrisa.

- ¿Lloverá, mamita?, buscó aliados el menor.

- Vayan hasta la quinta y me traen un zapallo mediano, que esté maduro... y cierren la puerta al salir, dijo la madre sin levantar la vista de la batea y sin hacer caso a la reyerta de los hijos.

Al volver, la madre tenía preparados dos hatillos sobre la mesa. En cada uno había medio pan, medio salame ahumado y algo de queso. El del menor tenía también una naranja.

El menor apenas si besó a su madre ya con el hatillo aferrado con el brazo y corrió camino abajo en dirección al pueblo. El hermano mayor, con parsimonia, le dijo a la madre que había visto al gallo en la quinta y que lo había corrido para el lado de los corrales. Y que la puerta había quedado cerrada. Después, también él salió al camino.

Se oían entrecortados los sonidos de la música. El viejo ya había llegado al pueblo y andaría por las calles cerca de la plaza juntando a su público.

Como cada año, en algún momento de abril -como esta vez- pero también en octubre, el viejo cruzaba las sierras y se llegaba al pueblo.

Casi todo el día habría música. Las gentes lucían sus instrumentos cuando el viejo se acomodaba en un rincón de la plaza, junto a la fuente, y tocaban con él. Hasta que cayera el sol, podía haber bailes. Más de una vez, la fiesta duró hasta la noche cerrada.

Pero, bastante antes, los hermanos estarían de vuelta, tarareando melodías, ensayando pasos y cabriolas por el camino, como si fueran bailes.

Mientras remontaban la cuesta, ahora sí, cayó una llovizna muy fina y voladora que no alcanzaba a mojar. Empezaba a oscurecer.

Pero ya no importaba.

Más abajo, en el pueblo, se oían risas adultas y la alegría incansable de la música del viejo.






sábado, 28 de noviembre de 2015

Sur de los ojos


Me dibujaste el sur en la mirada
con una siembra agreste de ternura,
para que fuera cálida la hondura
de tu herida de sur que llevo hincada.
Con la araucaria oscura y desvelada
le diste amparo a una intemperie dura
y una nevisca blanca de dulzura
cubrió la piedra de mi voz callada.
Y así, para que el sur que me trajiste
ardiera en mí, tu canto me sembraste
y un corazón de cerro en fuego ardiste.
Y ya no hay canto, sino el que cantaste;
y ya no hay sur, sino el que me dijiste
cuando el sur en mis ojos dibujaste.




viernes, 27 de noviembre de 2015

Coplitas de la tormenta


Era una calma celeste
y el día se anocheció.

Vino una nube y tronó,
gris peligroso su veste,
y, aunque decirlo me cueste,
en su trueno sentenció:
"Pa' que usted mejor se apreste,
y antes de que el cielo aseste
la tormenta que ordenó,
me pide que manifieste
esta advertencia que dio,
pa'que sepa qué cayó
cuando el cielo lo tempeste..."


Y vino del noroeste.

Y la tormenta llegó.

Verdad que fue como peste
mientras pasó aquella hueste.

Y al fin la calma volvió.



Esto que llaman sur


Esto que llaman sur tiene tu nombre.
Así lo dice el horizonte quieto
en sílabas de cielos y distancias,
cadencias de tu paso y tu belleza.
Esto que dicen sur no se pronuncia,
pues tu presencia en todo lo ha callado,
y es apenas el viento, el atrevido,
el que finge tu voz para que seas.
Esto que sé que es sur, es innombrable:
se vuelve mudo porque no lo cantas
y calla el mar, sin ti, como el silencio.
Y si en tu nombre invoco inmensidades
que, sólo con nombrarte, son felices:
esto que llaman sur tiene tu nombre.



jueves, 26 de noviembre de 2015

Sur del alma


El alma tiene un sur que la conmina
a una estepa de luz, ciega de viento,
desierta de color y a un ceniciento
aroma, miel de piedras, que trasmina
sus arenas sin tiempo y, a su acento,
gimen el aire con pasión marina,
de un mar de soledades que fascina
la sed sin fin del corazón sediento.
El alma tiene un sur y hacia él camina
interminablemente, y su contento
es un rayo de cielo que fulmina,
a pura inmensidad, el pensamiento,
y un amor que en el alma se destina
a quedarse con nada y sin aliento.




miércoles, 25 de noviembre de 2015

Décima del fin del camino


Donde termina el camino
puse un marca llegando:
hasta allí vine llorando
y allí cantando termino.
Feliz será el peregrino
si, de ese modo, al llegar
ha dejado de llorar
la pena de andar penando, 
y llega al final cantando
aunque tuvo que penar.




Hidra y sus parientes





Una de las virtudes de la mitología -si no es la mayor- es que su simbolismo (habitualmente oscuro y enrevesado a primera o segunda vista), es esclarecedor. Ilumina desde sus oscuridades, ayuda a ver con sus nieblas y figuras.

Hoy, para quienes se topan (o andan) con asuntos mitológicos, desde los dibujos japoneses hasta los neopaganos, la mitología no deja de ser un artificio, en el sentido ramplón de la palabra. Como ropajes, diríamos, en el mejor de los casos, disfraces. En el peor, manifestaciones terribles o resplandecientes de oscuridades y deformaciones.

Entre los antiguos, mayormente, las cosas creo aparecían al revés: algunas oscuridades estaban en la superficie y las claridades en lo hondo.

La mitología no es solamente el dato histórico o cultural que permite ver diacrónicamente la concepción del mundo de los antiguos. Antes, a la inversa, es la verificación de la potencia significativa de las cosas, por una parte, y de la capacidad perspicaz del hombre, por otra. Capacidad que alcanza precisamente a ver hasta un punto. Después, formula el misterio, nada más.

De todos modos, ¿acierta siempre el hombre al ver lo que ve y lo que las cosas le dicen?

No, claro. Ni entonces ni después. Ni ahora.


Hidra y sus parientes es un ejemplo, adecuado como cualquiera de los otros, para mostrar lo mucho que se aprende entendiendo bien esas "falsedades" mitológicas.

En otro orden, pero en el mismo territorio, guiarse por los conceptos tolkienianos acerca del mito y la aplicabilidad es casi necesario para entrar en esos vericuetos con provecho.

Tengo la tentación de aburrirlo con detalles de este mito complejo y terrible. Pero también tengo la tentación de que trabaje por su cuenta y creo que con gran beneficio para usted. Y resulta que ésta es más fuerte que la otra.


El caso suscintamente dicho es que las cuestiones en torno a la Hidra de Lerna se remontan a los primeros tiempos de los dioses y a las rencillas y resentimientos entre Zeus y los Titanes. Al menos lo que se refiere a sus parientes y en especial a los padres que la mayor parte de los mitos le atribuyen, Tifón y Equidna.

Ambos, Tifón y Equidna, son tan monstruosos y terribles como su progenie y tanto que en varias de las versiones de los mitos se les asignan hijos como perros monstruosos, dragones perversos, águilas despiadadas, cerdos, jabalíes. Y hasta vientos malignos.

La aparición de Hércules-Heracles en el asunto le dio a la Hidra (y a su presunto hermano, el León de Nemea, otro monstruo perverso muerto por el héroe) una fama adicional. También a otros de la misma laya que formaban fila en las pruebas famosas que se vio obligado a acometer el furibundo Heracles-Hércules, en virtud, precisamente de su furibundez.

Ahora bien.

El propio Heracles-Hércules tiene un legajo tremebundo -de principio a fin- que lo lleva a finar de un modo no menos trágico.

Sin embargo, creo ver que precisamente en el episodio de su enfrentamiento a muerte con la Hidra de Lerna, está el emblema de una lucha que representa ni más ni menos que el combate -no eterno- entre el bien y el mal.

Tal vez baste apuntar, para dar una pista, que la Hidra y sus parientes -como otros- forman el coro de divinidades y existencias que se llaman buenamente ctónicas, pero que se refieren no simplemente a las inocentes o neutras realidades terrenas, sino a las que moran en las profundidades de la tierra en razón de lo que son y representan, esto es, aquellas existencias que moran lejos de la luz, lejos del sol. Estoy simplificando. Pero no tanto que entre los antiguos este combate entre la luz y las tinieblas no tuviera una expresión transparente.

Podrán no haber sabido el nombre último de estas realidades. Pero no que no supieran de algún modo consistente que estas cosas existían.

Y sabían que el hombre estaba en medio de ese combate.

Un combate entre el bien y el mal que también tenía correlato en las estrellas. Basta, para saberlo, ver de dónde -y por qué- proceden los nombres de algunas constelaciones y armados estelares, como la de la propia Hidra, León, Cáncer y hasta, sí, lo que se dice en torno a la aparición de la misma Vía Láctea.

No hace faltar contar las cabezas de la Hidra de Lerna, porque los mitos antiguos son variados en las cifras. Algunas son mejores que otras, pero todas ellas están cargadas de simbolismo. También lo está el hecho de que, cortadas, esas cabezas se reproduzcan. Como, por supuesto, también lo está el hecho de que Heracles-Hércules deba ingeniárselas para cumplir el trabajo impuesto de matarla. Y de matarla por completo. Cómo llega a hacerlo, no está exento de significados, por cierto.

En fin.

Hay que mirar un poco ese asunto.

Al hacerlo, no hay que olvidar en primer lugar el valor universal de tales significados y símbolos.

Pero, tan importanete como eso, no hay que olvidar tampoco su intrínseca cualidad de aplicabilidad.

En muchos y variados órdenes: desde lo político hasta lo personal y todo lo que queda comprendido entre la vida de muchos siendo uno en cualquier circunstancia (patria grande o chica, iglesia, familia, club o lo que fuere), tanto como la vida propia de cada quien.

Porque, para el caso, Hidras de Lerna hay de todas clases y en toda cosa.

Hasta que deje de haber.


Pero miremos y veamos.

Después hablemos del asunto. Siquiera un poco.




_______________

Tiene su interés la escultura que ilustra estas líneas. Es del danés Rudolph Tegner, la hizo alrededor de 1918. Sus ideas están reflejadas en el tratamiento que le dio al asunto y el resultado no se corresponde exactamente con el mito, sino en todo caso con sus concepciones. Sin embargo, su mano es potente y, más allá de todo, logra exponer con fuerza algo del efecto que ese combate tiene en el hombre.







Décima de la torcacita


Bonita la palomita
torcacita que llegó
y se abrazó al limonero
que en azahares la abrazó.
Tibio su arrullo arrulló
la torcacita florida
y toda en amor rendida
al limonero aromado,
pasa la tarde a su lado
hasta quedarse dormida.



lunes, 23 de noviembre de 2015

Una calle


El tiempo nos desase de las cosas.
Ellas se van con él. Hay una calle
que una vez conocí y que ya se ha ido,
que ya no es lo que en mis ojos era.
Eran tilos y fresnos, los aromos,
un arroyo, algún puente, algunas piedras,
y un recodo, y un monte y un estanque
y alguna puerta, una pared florida.
No están y ya no son. Y hay otras cosas
que enmudecieron. Porque el tiempo es musgo
que cubre la memoria con silencio.
Eran cosas del tiempo y su destino
fue pasar al misterio, que algún día
veré volver en luz transfigurado.




Coplitas de la luna


Hubo en el cielo celaje
mientras al cielo subía
para hacer la luna mía
y mostrarte mi coraje.

Y así la noche fue día
con la luna que te traje
por hacerte un homenaje,
que era lo que yo quería.

Cuando del cielo venía
al fin del peregrinaje,
vi que hablaba tu lenguaje
la luna que te traía.

¡Si son del mismo linaje...!,
oyéndolas, me decía
la luz, que a las dos lucía,
como un sol en tu paisaje.




domingo, 22 de noviembre de 2015

Décima sin décima


El verso que me faltó
no sé dónde lo perdí,
tal vez pasó que lo di
a alguno que lo pidió.
Ya me lo dijo una vez
un sabio, con sencillez:
"si yo con nueve me basto,
¿para qué meterse en gasto?:

que otro se quede los diez..."



Décimas de tus ojos


Veo en tus ojos el mar
como en día de tormenta:
gris azul y verde menta,
qué cielo para mirar...
Cuando los quiero pensar,
me imagino que atardece
sobre el campo donde crece
el lino de tu mirada;
y entonces no pienso nada,
pues tu mirada estremece.

De sólo verte, florece
el corazón que te mira,
pues en tus ojos respira
mientras tu luz acontece.
Ante ellos, él comparece,
reo de amor y confeso,
y siente como si un beso
de puro azul lo estocara,
como si el mar lo apresara
y allí quisiera estar preso.




Coplita del viaje


Si llega el tiempo de ir
preparándose pa'un viaje,
mejor que junte coraje
para ir dentrando a salir.

Una cosa le garanto:
fíjese bien pa'ande va
y vea si llegará,
lo demás no importa tanto.

Porque el viaje es el camino
que ha de llevarlo a algún lado;
si lo tiene asegurado,
ya verá si es su destino.

Pero siempre viaja mal
el que empieza andar a pie
sin para qué ni por qué,
porque eso es lo principal.

Y ya que le dije todo,
le digo pa'terminar:
hay modo de caminar,
no se va de cualquier modo.




sábado, 21 de noviembre de 2015

Coplitas de obligación



Me manda hacer una copla
la niña de mis amores:
verso con verso se acopla
hasta que vengan mejores.

Ay, la coplita y la niña,
coplita de obligación
para que ella no me riña.


Por su mandato, esta copla
ando penando en dolores:
la inspiración no me sopla
ni requiebros ni primores.

Ay, la coplita obligada
que la niña me mandó,
¿que quiere que le haga yo?


Si ella me quiere, copleando
la vida entera estaré,
y que me siga obligando
que copleando moriré.

Ay, la coplita que canto
bien que se canta solita,
si es pa' mi niña bonita.




Prosodie


Ah, la France...
D'une manière générale, la prosodie est l'inflexion, le ton, la tonalité, l'intonation, l'accent, la modulation que nous donnons à notre langage oral en fonction de nos émotions et de l'influence que nous désirons avoir sur nos interlocuteurs.
Rastreando cuestiones de lenguaje, fui a dar con esta bonita definición.

Y también con ésta.
La prosodie est l'étude des phénomènes de l'accentuation et de l'intonation (variation de hauteur, de durée et d'intensité) permettant de véhiculer de l'information liée au sens telle que la mise en relief, mais aussi l'assertion, l'interrogation, l'injonction, l'exclamation…

El asunto es simpático.

Un diccionario cualquiera dirá que la prosodia es la pronunciación regular de las palabras en relación con el acento, la cantidad, el ritmo. Y, además, la disciplina que se ocupa de tal cosa. O algo parecido.

Pero esa incorporación de matices en las definiciones que traigo más arriba, me cae mejor.

Para Husserl y los fenomenólogos posteriores a él, el cuerpo participa también en el lenguaje y tanto que es parte de él porque, sin él, el lenguaje no existiría. Por eso le dan importancia al asunto.

Pero no es solamente el cuerpo, sino la persona entera que expresa personalmente y supone a otra persona que recibe del mismo modo. Con todo el compromiso personal que eso supone por ambos lados.

Lo llaman intersubjetividad. Como prefieran. Me da lo mismo.

Tanto en aquellas definiciones como en Husserl, ya que lo mencionamos, hay algo de superestructura, como si se necesitara disciplinar de algún modo lo que se concibe como un caos o un desorden en la realidad y hasta en la persona. Y hasta en el propio lenguaje. Y de allí que aún las definiciones que me gustan más se ven en la obligación de describir -con tímidos atisbos más profundos, es decir, más reales- un fenómeno y someterlo a un régimen. Husserl, que no me desagrada del todo, también.

Que el régimen coincida más o menos con lo real, califica a quien lo aplica o legisla.

Pero todo eso, al fin de las cuentas, es simplemente la nomenclatura de algo que es.

En último término, es la persona y su prosodia. Es la prosodia como parte de la expresión de la persona.

La persona está detrás. La realidad misma pasando a través de la persona está detrás. Las posibilidades de la realidad y de la percepción personal de la realidad están detrás.

El lenguaje traduce a la vez a la persona y a la realidad. Las significa.

Y la prosodia, más allá de la academia y de las escuelas, lo muestra.






viernes, 20 de noviembre de 2015

Glosa del secreto de una moza


Me dio una moza un secreto
que no lo puedo decir;
de nada vale insistir,
que soy un mozo discreto.


                *  *  *

Llegó con la primavera
y, como dice el terceto,
para que yo lo tuviera
me dio una moza un secreto.


Como una flor que naciera
y que no fuera a morir,
me lo dio de tal manera
que no lo puedo decir.


Las nubes truenan y el suelo
dizque se quiere partir,
para ver si corro el velo:
de nada vale insistir.


Prometí que callaría
y cumplo lo que prometo.
Y, porque así lo quería,
va en silencio mi alegría
y a obediencia me someto,
que soy un mozo discreto.





Coplitas de tiempo y sal


No sé dónde van los días
que aquí no están y no son.
Si lo supiera, sabría.
Pero no tengo ese don.

¿Dónde van las horas largas
y las que pasan volando?
¿Podré endulzar las amargas?
¿Podré borrarlas cantando?

No sé dónde van los años,
ni dónde los mesen van.
¿Con ellos se irán los daños,
las penas y desengaños?
¿O nunca jamás se irán?

Que lo que fue no haga mal,
como a aquella le pasó
que la mirada volvió
y así se volvió de sal.

Coplita del tiempo ido:
custodiame lo pasado
y olvidame lo que ha sido,
si está mejor olvidado.





Coplitas del mar


El mar no se quiere ir
y anda rondando la playa;
para dejar de sufrir,
mejor será que se vaya.

Que deje de hacer espuma,
que ya no bese la arena
y que en olas no consuma
su fuerza llena de pena.

El mar no se quiere ir,
dice que lo empuja el viento.
Pero no sabe mentir:
el viento es su sentimiento
que no lo deja dormir.




Coplita que sí, que no


Le dijo la tierra al cielo
que se deje de llover,
y el cielo le dijo al punto:
puede ser.
 
Pero la tierra mojada,
y viendo el agua caer,
entre suspiros decía:
no ha de ser.

Y en eso están cielo y tierra:
que sí, que no, que hay que ver,
que llueva, que no me llueva...
como varón y mujer.





jueves, 19 de noviembre de 2015

Coplas del hombre que ríe


Para cantar estas coplas
alegre tiene que ser:
porque el hombre que las cante
no las debe entristecer.
Dichosas las coplas dicen
amores para querer,
que para amores que lloran
otras coplas debe haber.
Linda la tarde de lluvia,
como risa de mujer,
lindas las coplas que cantan
cosas que no han de doler.
Linda la flor que perfuma
cuando llega a florecer,
lindas las coplas que nombran
lo que es feliz conocer.
Porque estas coplas sonríen
del alba al anochecer,
y andan con luz en sus voces
que nadie ha de oscurecer.
Para cantar estas coplas
alegre tiene que ser,
que si las canta algún triste
pueden desaparecer.



Coplitas de la espina


Tuve una espina y molesta.
Un día me la quité
mientras iba por la cuesta
y allí nomás la dejé.

¿Y si pasa que la espina,
malandra para hacer daño,
hiere a otro que camina
por este mismo aledaño?

Malhaya el pobre y su suerte,
la espina lo ha de sangrar;
y aunque no es cosa de muerte,
se la tendrá que arrancar.



miércoles, 18 de noviembre de 2015

Yo la voté





No.

En realidad, yo no.

Pero hay millones que sí y a una enorme parte de ellos -muertos de terror histórico- esa frase ahora se les hace pringosa, y hasta sucia, hundidos hasta las heces en una confusión que hiede.


Y si me refiero a ella es porque las cosas humanas se encarnan en personas, ni modo.

Así que a ella le toca cargar con lo que ella es, que no es poco ni es bueno; pero también con lo que ella representa como emblema supérstite de un modelo, de un proyecto, de un plan, de un modo de ser, decir, hacer, pensar, sentir...

Y cuando digo millones no hablo de los militantes -aunque sean los militantes venales-, que siquiera ellos -por algo o por nada- han tenido que poner la cara, aun cuando tuvieran varias caras según cuán corruptos sean. Y tampoco los militantes son millones, para que nos vamos a engañar.

Ni hablo del desecho social, que sí son millones ¡carajo!, el desecho abyectamente sumergido por los cerdos capitalistas y sumergidos más abajo todavía por los lobos rescatadores de los oprimidos por los cerdos capitalistas.


Usted me va a disculpar: tendré ganas o no de hablar con un militante. Y más bien no porque al final siempre es aburrida la versión del mundo y de la historia. Y más si es la versión premoldeada que rezan como quien formula artículos de su fe que pretenden escrita en piedra o revelada.

Prefiero el mundo y la historia a secas. Ya bastante tienen las cosas en este mundo sublunar con ser lo que son como para soportar el que un papanatas alquile un substituto y lo eche a la cara del prójimo como si fuera una revelación de iniciado.

Si uno quiere hablar con ellos, los sumergidos, no será fácil hablar tampoco, puede ser, porque ya no les resulta fácil hablar sencilla y libremente si no es esperando recibir algo a cambio: hijo de mil putas el que los envileció así.


Ahora bien.

Con quien seguro no tengo ninguna gana de hablar es con el vergonzante que ahora se lava las manos 30 veces al día para que no le quede ni el olor a lo que profesó como un fanático (de café, claro; de oficina, claro; de sala de profesores, claro...); o con el oportunista de las olas de la historia que olfateó el aire y siguió el humito; o con el que fingió una convicción progresista que hasta sus más corrientes gustos culinarios desmienten; o con el estúpido que compra y consume lo que le venden y le hacen consumir, porque en realidad no tiene ideas y convicciones y es un simple consumidor de ocasión con ideas y convicciones de ocasión. Con ése, nada de nada.

Una muy comprensible y repugnante vanidad les impedirá admitir a muchos honestamente -sin lágrimas de cocodrilo- la parte que les toca. Una estolidez ya pegajosa y jactanciosa les impide verse a sí mismos.

Mejor para ellos. Con que tuvieran un mínimo de perspicacia, y buena leche, también ellos sentirían un cierto asco de sí mismos, que podría volverseles insoportable.

No pocos de ellos ya se volvieron como una especie de conservadores -conservadores por tirante, claro, porque el gallo al que apostaron perdió en la riña...-;  o más derechamente ya forman parte reciclada de las nuevas corrientes e ideas y volverán a consumir lo que les vendan, venga de donde viniere la mercadería.

Y la verdad es que a estas alturas no importa nada a quién voten, ni si votan o no.

Ellos joden la vida de todos en proporción inversa a su importancia y directa a su número. No son pocos, no son importantes, pero joden mucho.

Creerán ellos que están en el lugar del hombre común, del quidam de a pie, del buen quidam de a pie que los padece como un dueño padece a un usurpador; creerán ellos que son un hilo típico del telar social, indiferenciado, casi masa, informes. Y es lo que parece que queda todo alrededor cuando se mira la polis. Creerán ellos que es eso lo que es y que así se es. Y verán con desprecio burgués mal disimulado o insolente, con desprecio ilustrado, cobarde y fofo, al verdadero hombre común. Porque en el fondo son gorilas.

Ellos se creen la gente. El hombre común. Y se equivocan: no lo son.

El hombre común es otra cosa.

Y de eso todavía queda. No sé cuánto, pero queda.

Y queda precisamente apretujado bajo las cachas de los oportunistas de redil que se les han sentado encima y que a los codazos tratan de hacerlos desaparecer para ocupar su lugar.


Creo que esa laya de gente de la que estoy hablando no es gente necesariamente mala, claro.


Pero, si me pregunta, le digo: no es buena gente. Eso también lo creo.


Y, si me pregunta, le digo: con ellos, prefiero no hablar.







Gloria mundi


Cuando Dennis conoció a Sir Francis en los estudios Megapolitanos el nombre de Hinsley aún no era desconocido. En Poemas de hoy se había incluido uno de sus sonetos. De preguntarle alguien, Dennis se hubiera aventurado a afirmar que su autor había muerto en la guerra de los Dardanelos. No era de extrañar que Dennis no poseyera ninguna de sus obras. Ni tampoco, para quien conociera a Sir Francis, que él tampoco hubiera guardado ninguna. Hasta el final, fue uno de los hombres de letras menos vanidosos imaginables, y por lo tanto menos recordados.


Así dice Evelyn Waugh.

Está en Los seres queridos y es una de las descripciones de Sir Francis Hinsley, personaje importante en la primera mitad de la novela.

La última frase, que es la que ayer me hizo gracia, es de una completa mordacidad, completa y circular.

Vanidad y fama, humorísticamente mordiéndose la cola una a otra.  Como si una fuera condición necesaria de la otra.

Y esto dicho en serio, pero en broma. Pero en serio.




lunes, 16 de noviembre de 2015

Amor de ciudad grande



Ayer, en marenostrum, menté a Pablo Milanés.

Entre las músicas que puse había una de un viejo disco, que Milanés grabó en 1973 y que, hasta donde sé, fue el primer disco del cubano. Eran poemas de José Martí cantados.

En el vinilo aquel estaba el poema Amor de ciudad grande.

Se recopiló en Versos libres en 1913. Martí había muerto en 1895 a los cuarenta y dos años.

El poema en cuestión lo compuso en Nueva York en 1882 y es una feroz descripción del amor en una ciudad grande. Y de una ciudad y de todo lo que eso significa para Martí, si la ciudad es aquella.

Tiene todos los aires líricos de la época, las influencias, los arrestos modernistas que empezaban a rugir. ¿Y con eso?

Estaba en Nueva York haciendo de periodista desde 1880 y le fascinaba tanto la tecnología que estallaba furiosamente en todas las cosas, como lo asqueaba la vida humana sometida a la ciudad, a esa ciudad que era el epítome de una forma de ser, ya entonces con aspiración global larvada, y por lo que contemporáneos como Darío se quejaban de aquellos Estados Unidos y lo que ya representaban a fines del XIX, como lo hizo en A Roosevelt, aunque admirara a Walt Whitman.

En este caso de Martí que traigo el asunto es el amor. Menuda cosa.

Ya sé que hay paladares negros que tendrán su quisicosa tilinga con los modi dicendi. Pamplinas.

A mí que me perdonen, pero, más allá de una dicción que tal vez ya no sentimos propia, los versos son potentes, las imágenes duras y punzantes.

Y está el atrevimiento perspicaz de haberse fijado en que el amor en una ciudad grande estaba podrido. No pudriéndose: podrido.

Y en su descomposición era tóxico. No sólo de los malos amadores. De todo y todos.
 

Amor de ciudad grande

De gorja son y rapidez los tiempos:
corre cual luz la voz; en alta aguja
cual nave despeñada en sirte horrenda
húndese el rayo, y en ligera barca
el hombre, como alado, el aire hiende.
¡Así el amor, sin pompa ni misterio,
muere, apenas nacido, de saciado!
¡Jaula es la villa de palomas muertas
y ávidos cazadores! Si los pechos
se rompen de los hombres, y las carnes
rotas por tierra ruedan, ¡no han de verse
dentro más que frutillas estrujadas!

Se ama de pie, en las calles, entre el polvo
de los salones y plazas. Muere
la flor el día en que nace. Aquella virgen
trémula que antes a la muerte daba
la mano pura que ha ignorado mozo;
el goce de temer; aquel salirse
del pecho el corazón; el inefable
placer de merecer; el grato susto
de caminar de prisa en derechura
del hogar de la amada, y a sus puertas,
como un niño feliz, romper en llanto;
y aquel mirar, de nuestro amor al fuego,
irse tiñendo de color las rosas.

¡Ea, que son patrañas! Pues, ¿quién tiene
tiempo de ser hidalgo? ¡Bien que sienta,
cual áureo vaso o lienzo suntuoso,
dama gentil en casa de magnate!
O si se tiene sed, se alarga el brazo
y a la copa que pasa, ¡se la apura!
Luego, la copa turbia al polvo rueda,
y el hábil catador, manchado el pecho
de una sangre invisible, ¡sigue alegre,
coronado de mirtos, su camino!

No son los cuerpos ya sino desechos,
¡y fosas y jirones! y las almas
no son como en el árbol fruta rica
en cuya blanda piel la almíbar dulce
en su sazón de madurez rebosa,
¡sino fruta de plaza que a brutales
golpes el rudo labrador madura!

¡La edad es ésta de los labios secos!
¡De las noches sin sueño! ¡De la vida
estrujada en agraz! ¿Qué es lo que falta
que la ventura falta? Como liebre
azorada, el espíritu se esconde,
trémulo huyendo al cazador que ríe,
cual en soto selvoso, en nuestro pecho;
y el deseo, del brazo de la fiebre,
cual rico cazador recorre el soto.

¡Me espanta la ciudad! Toda está llena
de copas por vaciar, ¡oh huecas copas!
Tengo miedo, ¡ay de mi! de que este vino
tósigo sea, y en mis venas luego
¡cual duende vengador los dientes clave!
Tengo sed, más de un vino que en la tierra
¡no se sabe beber! ¡No he padecido
bastante aún, para romper el muro
que me aparta, ¡oh dolor! de mi viñedo!

¡Tomad vosotros, catadores ruines
de vinillos humanos, esos vasos
donde el jugo de lirio a grandes sorbos
sin compasión y sin temor se bebe!
¡Tomad! ¡Yo soy honrado y tengo miedo!




sábado, 14 de noviembre de 2015

Detrás del fuego: Tres hijos, el Hijo


¿Para qué hablar de lo que ya todos hablan y no dejarán de hablar?

Ejércitos, geopolítica, petróleo, mares, pólvora, arenas, riquezas, poder, historias, historia.

Y fuego. Y sangres. Y sangre.

¿Y para qué hablar una lengua insulsa, sinuosa, melíflua, hueca, que diga de todo sin decir nada?


*   *   *


Hay tres hijos.

Dos son de Abraham, al menos de su carne y su sangre.

Uno de Agar, la egipcia. Otro, de Sara, la esposa.

Ismael cree que es el hijo de Abraham y lo es. Y cree que es el Hijo, y no lo es.

Isaac cree que es el hijo de Abraham y lo es. Y cree que es el Hijo, y no lo es.

Y los hijos de los hijos de Ismael y de Isaac creen que son los hijos de Abraham. Y lo son.

Y creen que son el Hijo, el Único, y no lo son.


Pero hay Uno más.


Los tres son hijos.


Ismael de Agar, Isaac de Sara. Los dos de Abraham.


Y Jesús, hijo de María.

Hijo de Dios.

Hijo de Abraham en otro sentido, por la carne y la sangre, porque es hijo de Isaac y de David porque su madre es hija de David y de Isaac.



Y entonces está la Promesa a Abraham y a su único hijo. Y las profecías sobre su descendencia. Y la herencia de Abraham.

Promesa del Hijo, del Único. La Descendencia. El Heredero.


Resuelva usted ese asunto, si puede.


No hay un hijo, hay tres.

Y no hay tres hijos: hay Uno.


Resuelva usted ese asunto, si puede.


Y no puede el hombre resolver ese asunto, porque no es asunto del hombre.


La historia es asunto de Dios, al principio, durante y al final. Y antes de la historia. Y después.


Las cosas son para el hombre. No de él.

Las cosas son Suyas, no suyas.

La Promesa es para el hombre, no es suya.

Es Suya.

Y la historia es con el hombre. No suya.

Es Suya.


Y la historia Suya es la historia de principio a fin.

Su creación, Su redención y Su final.


Todo para el Hijo, por el Hijo. Con el Hijo.

Para Él la Herencia, porque es la Promesa, la Descendencia.

Porque no son tres: es Uno.

Y es Su Hijo, el Único.


Arregle usted si puede ese asunto.

Y no se puede.

Porque no es cosa de hombres, es cosa con hombres. Pero no del hombre.


*   *  *


Sigamos hablando de ejércitos, de geopolítica, de petróleo, de mares, de pólvora, de arenas, de riquezas, de poder, de historias, de historia.

Y de fuego. Y de sangres. Y de sangre. Y con sangre.


¿Para qué hablar con la voz de los doctores y de los sabios?  Basta.


*   *   *


Si no pueden siquiera decir el Asunto, ¿acaso piensan que podrán resolverlo?


Dijo Chesterton: "Cuando esto termine, sabremos por qué empezó".





Glosas del buey


Dijo el buey, que se lamía:
"solito m'hei de lamer,
porque así mejor hai' ser..."


              *  *  *

Mascullando, iba pensando
los pastos verdes que había:
"solito y bien voy andando..",
dijo el buey, que se lamía.

"Yunta que daña no quiero,
lo digo sin ofender:
andar solito prefiero,
solito m'hei de lamer..."

"Pues, ¿pa' qué quiero esa yunta

-que, a más, todo descoyunta-,

si no la quiero querer?
¿Y pa'qué tanta pregunta...?",
dijo el buey, que se lamía:
"porque así mejor hai' ser,
solito m"hei de lamer..."
Y es todo lo que decía.




viernes, 13 de noviembre de 2015

Glosa de siembra y cosecha


No porque lo diga yo
es verdad y sin sospecha:
en la vida se cosecha
lo mismo que se sembró.


              * * *

Es cosa bien conocida,
lo sabe quién lo vivió.
Es verdad más que sabida,
no porque lo diga yo.

Una verdad que, en la vida,
aunque duela, se aprovecha;
no le hace el gozo o la herida,
es verdad y sin sospecha:

No crea que ha de salir
de esta vida como flecha,
que, antes que llegue el morir,
en la vida se cosecha.

Y así tendrá averiguado
cómo vivió, cómo amó...
Y así verá cosechado
lo mismo que se sembró.




jueves, 12 de noviembre de 2015

Silencio sin mordaza


Feliz es el silencio sin mordaza.
Callar serenamente
todo el vacío que la voz disfraza
y andar sin voz callando entre la gente,
diciendo los silencios por la plaza;
ya libre y sin mordaza;
sin más, calladamente.





miércoles, 11 de noviembre de 2015

Le masque


Y hablando de máscaras...

Le masque

Statue allégorique dans le goût de la Renaissance

A Ernest Christophe, statuaire.


Contemplons ce trésor de grâces florentines;
dans l'ondulation de ce corps musculeux
l'Elégance et la Force abondent, soeurs divines.
Cette femme, morceau vraiment miraculeux,
divinement robuste, adorablement mince,
est faite pour trôner sur des lits somptueux
et charmer les loisirs d'un pontife ou d'un prince.

- Aussi, vois ce souris fin et voluptueux
où la Fatuité promène son extase;
ce long regard sournois, langoureux et moqueur;
ce visage mignard, tout encadré de gaze,
dont chaque trait nous dit avec un air vainqueur:
"La Volupté m'appelle et l'Amour me couronne!"
A cet être doué de tant de majesté
vois quel charme excitant la gentillesse donne!
Approchons, et tournons autour de sa beauté.

O blasphème de l'art! ô surprise fatale!
La femme au corps divin, promettant le bonheur,
par le haut se termine en monstre bicéphale!

- Mais non! ce n'est qu'un masque, un décor suborneur,
ce visage éclairé d'une exquise grimace,
et, regarde, voici, crispée atrocement,
la véritable tête, et la sincère face
renversée à l'abri de la face qui ment
pauvre grande beauté! le magnifique fleuve
de tes pleurs aboutit dans mon coeur soucieux
ton mensonge m'enivre, et mon âme s'abreuve
aux flots que la Douleur fait jaillir de tes yeux!

- Mais pourquoi pleure-t-elle? Elle, beauté parfaite,
qui mettrait à ses pieds le genre humain vaincu,
quel mal mystérieux ronge son flanc d'athlète?

- Elle pleure insensé, parce qu'elle a vécu!
Et parce qu'elle vit! Mais ce qu'elle déplore
surtout, ce qui la fait frémir jusqu'aux genoux,
c'est que demain, hélas! il faudra vivre encore!
Demain. après-demain et toujours! - comme nous!


La máscara


Estatua alegórica según el gusto del Renacimiento

A Ernest Christophe, estatuario.

Contemplemos este tesoro de gracias florentinas;
en la ondulación de este cuerpo musculoso
la Elegancia y la Fuerza abundan, hermanas Divinas.
Esta mujer, trozo verdaderamente milagroso,
divinamente robusta, adorablemente delgada,
está hecha para reinar sobre lechos suntuosos,
y encantar los ocios de un pontífice o de un príncipe.

-Por eso, contemplo esa sonrisa, fina y voluptuosa
en que la fatuidad pasea su éxtasis;
esa prolongada mirada taimada, lánguida y burlona;
ese rostro delicado, realzado por la gasa,
del que cada rasgo nos dice con aire vencedor:
"¡La Voluptuosidad me llama y el Amor me corona!"
A este ser dotado de tanta majestad
-¡Ved que encanto excitante la gentileza le otorga!
Aproximémonos, y giremos en torno a su belleza.

¡Oh, blasfemia del arte! ¡Oh, sorpresa fatal!
¡La mujer de cuerpo divino, prometiendo la ventura,
por lo alto termina en un monstruo bicéfalo!

-¡Pero, no! Sólo es una máscara, un decorado engañoso,
este rostro iluminado por una exquisita mueca,
y, mira, aquí, crispada atrozmente,
la verdadera cabeza, y el sincero rostro
vuelto al abrigo de la cara que miente.
¡Pobre gran belleza! ¡El magnífico río
de tus lágrimas vuélcase en mi corazón receloso;
tu mentira me embriaga, y mi alma se abreva
en los raudales que el Dolor hace brotar de tus ojos!

-Pero, ¿por qué llora ella? Ella, beldad perfecta
que pondría a sus plantas al género humano vencido,
¿Qué mal misterioso corroe su flanco de atleta?

-¡Ella llora, insensata, porque ella ha vivido!
¡Y porque vive! Pero, lo que ella deplora
sobre todo, lo que la hace temblar hasta las rodillas,
es que mañana, ¡ah! ¡tendrá que vivir todavía!
¡Mañana, pasado mañana y siempre! - ¡Como nosotros!



Una terrible meditación de Charles Baudelaire.

¿Sobre el arte? ¿Sobre la belleza? ¿Sobre la mujer? ¿Sobre las cosas humanas y el entero mundo?


Preparaba unos exámenes y me topé con él.

Los exámenes, allí fueron.


Me quedé conversando con Baudelaire.





martes, 10 de noviembre de 2015

Coplita de dos en dos


De dos en dos ya volaron
palomas del palomar,
y de dos en dos llegaron
y volvieron a volar.

Ay, palomita no vueles,
si no hay dos, ¿adónde vas?

De dos en dos van al nido,
de dos en dos ya arrullaron,
de dos en dos se han querido,
de dos en dos se ajuntaron.

Ay, palomita no vueles,
si no hay dos, ¿con quién te irás?

Aquí te va esta coplita,
se canta de dos en dos:
yo estoy solo, mi priendita;
churita y sola estás vos.




lunes, 9 de noviembre de 2015

Cántico


Mírame alrededor,
¿no ves mi ausencia en todo?

Esa nube ceñuda,
que va a parir un trueno cuando menos lo esperes,
no es mi faz.

Ni ese trueno es mi voz.

La nube es una nube; el trueno, un trueno.

Encontrarás el agua en los arroyos;
en los vientos, el aire,
y la piedra en la sierra árida.

El ceibo sangra flores,
no mi sangre.

No están mis pies en nada,
ni mis manos tienen huellas o perfumes.

No tengo pies ni manos.

Lo que ves son raíces. Y ramas y flores y frutos.


Mírame alrededor.


Estar en todo yo se dice ausencia.
La más honda presencia en una noche oscura.


Soy el silencio.




domingo, 8 de noviembre de 2015

Homenaje a Garcilaso de la Vega


Desde mediados del octubre que pasó, fui publicando en estas páginas catorce sonetos.

Ahora, han sido compuestos en un pequeño y sencillo volumen de homenaje, porque con ese propósito nacieron.

Cuando llegue el 14 de octubre de 2016, se cumplirán 480 años de la muerte de Garcilaso de la Vega, a quien los siglos coronaron como Príncipe de las Letras Castellanas; y con razón, pues a estas letras dio algunos de sus versos imbatibles, cosa tan difícil de lograr en la inmensidad de talento lírico puesto en lengua de Castilla.

Notoriamente más precario, y desde estos llanos del sur del mundo, va mi homenaje al autor que celebro y admiro desde que leí por primera vez los versos de su primera Égloga, una mañana de agosto de 1971, pronto para cumplir mis 15 años. Un recuerdo fácil de retener por lo imborrable.

Una de las últimas estancias de aquella Égloga que digo -y que es epígrafe en este volumen que aquí dejo-, me ha sido siempre -siempre- un modelo, y no sólo de composición.

Forma parte de este homenaje el que sean catorce los sonetos que componen este volumen, uno por cada uno de los versos que componen esa estrofa inigualable.








Veré en el aire


Veré en el aire, opaco hasta mi muerte,
sólo la sombra azul de tu mirada
y el día me será noche cerrada
porque en nada podré volver a verte.
Oiré sin ecos de tu voz callada
sólo el quejido amargo de mi suerte,
pues ya no habrá dolor tan hondo y fuerte
hasta que llegue el fin de mi jornada.
Pero si en ti la muerte despiadada
quiso vengar mi afrenta de quererte
desairando su huella desolada:
nada podrá, pues mi esperanza alada
me llevará a otros cielos y a tenerte,
sin miedo y sobresalto de perderte.



sábado, 7 de noviembre de 2015

El Libro de las Acuarelas /15



Lindora


- Caramba, cada vez que la miro... Tiene el nombre muy a propósito, ¿no cree usted, don Marcial?

- Claro que sí, Crispín, claro que sí...

La mujer recién llegada iba por el salón desplazando a su paso miradas y susurros. Lindora era la flor del pago y lo sabía. Si no fuera así, su aparición en público se lo recordaba cada vez. Y, al margen de su belleza, estaba su temperamento vivo y emprendedor, sus arrestos casi masculinos. Como que la hacienda de sus padres era ya obra casi enteramente suya.

- Raro, don Marcial, que no haya casado todavía. Y no es moza. ¿Tendrá unos 30 y algos?

- Crispín, amigo, la edad de las mujeres ni se pregunta ni se adivina...

- Ya lo sé, ya lo sé... Pero, quiero decir que ya ha tenido unos cuantos pretendientes. Y allí, sin ir muy lejos, los hermanos Del Cuervo, Manuel y Asdrúbal. ¿Qué había de malo con ellos sino al contrario? ¿No la pretendían ambos? ¿No fue que hubo un duelo o casi por la mano de esta mujer? Siquiera se hubiera quedado con uno de los dos...

- Ah, Crispín, Crispín..., meneó la cabeza don Marcial. Con agilidad, un camarero ya viejo acercó una botella de ron y sirvió las copitas vacías.

- ¿No es un misterio, don Marcial?

- Según se mire, Crispín, según se mire...

- ...

- Es que mujeres como ella a veces tienen en sus virtudes, y en sus pecados que parecen virtudes, como si dijéramos la penitencia.

- ¿Entonces...?

- Allí donde las ves, Crispín, dijo don Marcial y se acomodó en el sillón de mimbre, mujeres así semejan una tromba de coraje, bello coraje, claro, bellísimo... Y su aire es el de una amazona, aunque tan femenina y elegante: bríos, decisión, encanto, porte, empaque... Claro que sí.

- Verdad que sí, pero, ¿qué hay de malo con eso?

- Precisamente, Crispín. Nada de malo. Apetecibles, atractivas, atrayentes, seductoras hasta cuando no se lo proponen, y a más de bravías y alegres...

- La tía Yolanda Brueña, que en paz me la descanse Diosito, así mismito era y sin embargo casó y tuvo cinco bonitos niños, primos míos todos...

- Pues si casó, Crispín, así no era. Era de otro modo, aunque fuera parecido por afuera. Lindora, si no se me toma a mal, no es lo que parece. Su tremendo coraje es temor. Y pánico temor, diría. Su independencia es inseguridad y hasta egoísmo. Sus emprendimientos son más bien la estopa que rellena un vacío que de modo alguno se atreve a llenar de otro modo. Y su belleza..., en fin. Su enorme belleza será un arma poderosa, pero al cabo es una carga. ¿No te parece que pudo haber estado enamorada, apasionadamente enamorada? Yo lo diría. Y diría que más bien de Asdrúbal. Y aún ahora, podría ser. Pero la aterrorizaba el desdén, siquiera inocente. O el olvido. Mujeres como ella no pueden soportar el rechazo, es un riesgo inmenso entre otras cosas para su vanidad, aunque su vanidad fuera, digámoslo así, justificada por sus dones...

- ¿Dice usted que Asdrúbal fue rechazado por ella para no arriesgarse ella a ser rechazada por él? Pues a ninguna mujer le gusta eso, don Marcial, a ninguna... Y sus despechos y celos... Vea, no conozco hembra que no se espante ante el rechazo y que no se vuelva loca de celos...

- Bien dicho, Crispín. Porque así es. Pero las mujeres que dices, aman a un hombre; y las que aman a un hombre no piensan en eso, sino recién cuando son rechazadas y su despecho es después, no antes. Y jamás tienen celos sino por el hombre que aman y las ama. Lindora tiene los celos antes de amar, y no puede evitar sentir el despecho y el desengaño antes de rechazada. Sólo pensar que podría ser rechazada la paraliza. Lindora está más cómoda con Lindora, Crispín. Y así no corre el riesgo de ser rechazada. Jamás hará algo que la arriesgue a un rechazo real. Y amar es riesgoso. Así que es para valientes y humildes. De allí, Crispín, que será muy difícil que esta bonita joven llegue a rendirse ante un hombre, demasiado riesgo, Crispín, y ella no es tan valiente como para afrontar ese riesgo, ni aun cuando un hombre bebiera vientos por ella.

- Mire usted, don Marcial...

Crispín observaba ahora a Lindora con la mirada fija y la mente jugándole espejismos. Ella estaba en un rincón del salón y tomaba aguas de sabor con otras mujeres. Reía y su encanto había enlazado a Crispín a la distancia, sin que ella lo quisiera... o tal vez, sí. Quién sabe. Por algún motivo extraño, las palabras de don Marcial habían despertado en él alguna expectativa extravagante.

- Ni se te ocurra, Crispín, ... ¡ni se te ocurra!, dijo el sabio y pícaro don Marcial y apuró su tercera copita de ron.





El Libro de las Acuarelas /14



Frío


Llegamos al anochecer.

- Hace tanto frío..., dijo. 

Y era verdad, la llovizna de la tarde había hecho estragos en las ropas, en las manos, los pies. En los pómulos ateridos, en los ojos enrojecidos por el viento gélido, constante.

- ¿Por qué te gusta tanto este lugar?, preguntó sin reproche en la voz pero con una inquisición irónica.

No era una pregunta, de hecho. Era su proclama de sorpresa renovada cada vez que llegábamos a esas costas, por entre campos grises, listos para girasoles o linos, pero ahora dormidos, grises, jadeantes de invierno.

El retiro de invierno, decía cuando el viaje parecía todavía lejano. Y, simple y fatalmente, hacer el viaje, cuando el viaje era inminente.

Pero una vez dentro de la casa, pequeña y con apariencia de cabaña, junto a un fuego escuálido pero suficientemente protector, con una taza de té hirviente en las manos, nada había que objetar.

Cuando ya era la noche completa, el mar bramó. Con los ojos fijos en los vidrios empañados de la ventana que daba a las arenas interminables, miró sin ver, adivinando, la brutalidad potente de aquellas marejadas espumosas. 

Nada dijo, apoyó una mano sobre el vidrio crispado de frío, como una caricia. O como un saludo, mejor, como un conjuro a las aguas y al viento, para calmarlas, para sujetarlas. Para entibiar su furia.

Hipnotizado, yo miraba las llamas que asomaban a la portezuela de la salamandra. Sobre ella, bullía el agua siempre atenta a nuevas dosis de té. El aroma de las maderas que había conseguido era como de limón.

El silencio parecía desplazar los rugidos del mar.




Por qué, si en estos campos


¿Por qué, si en estos campos me he enterrado?
¿Por qué, si hasta a los cielos me aventuro?
¿Por qué, si hasta los astros ya conjuro?
¿Por qué en vano te busco y no te he hallado?
¿Qué camino, qué viento encabritado,
qué vereda sin luz, qué bosque oscuro,
qué caverna, qué piélago, qué muro,
qué tormenta, de mí te han ocultado?
¿Dónde arroyos y fuentes te han llevado?
¿Dónde, estas sierras, por las que he llorado?
¿Dónde, esos aires? ¿Dónde...?, me torturo.
¿Cómo partiste de un amor tan puro?
¿Cómo dejaste un corazón ajado?
¿Cómo clavaste así puñal tan duro?



jueves, 5 de noviembre de 2015

Con celos de tu don


Con celos de tu don, una gaviota
gime el dolor feliz de tu hermosura,
pues tu belleza hiere de tan pura
y es el mar de tus ojos su derrota.
Feliz el mar, de sus entrañas brota
el oleaje sin fin de tu figura
que no conoce sal, pues tu dulzura
el aire llena y mi sentido azota.
Ya en la tarde tristísima su vuelo
el ave alzó del mar, oscuro el cielo,
y su graznido entona sollozando.
Mientras, mi corazón, que está mirando
espumado tu andar de terciopelo,
surca tu azul amante navegando.



Urde el Amor sus hilos


Urde el Amor sus hilos en secreto,
enlaza las miradas, teje aromas,
hilvana con susurros sus axiomas,
hasta que tiende su tapiz completo.
Apenas si su trazo en roce escueto,
como un murmullo tenue de palomas,
aviva fibras tibias en redomas
que vierten el primer beso discreto.
Con esa urdimbre, el hábil Artesano
tejió mi corazón con mano diestra
y mi tela, en su mano, hizo la nuestra.
Prodigio de destreza y de su mano
que pudo con un arte soberano
hacer uno de dos, su obra maestra.




miércoles, 4 de noviembre de 2015

Nada es la muerte


Nada es la muerte ajada que a mi lado
ronda, en su ronda, fría y macilenta.
Nada es la muerte que, a mi lado, cuenta
el tiempo que ella cree que me ha dado.
Nada es la muerte: su punzón cuitado
apenas hiere con su herida lenta;
y no porque la muerte no lo intenta,
sino porque es intento fracasado.
Porque no importa nada esa violenta
hendidura en mi pecho acorazado
con escudo de acero enamorado,
que de tus ojos firmes se alimenta:
pues la muerte te mira y se lamenta
de que mate a la muerte el ser amado.



Tuyo el ciprés


Tuyo el ciprés y tuyos los jazmines,
y tuyos los azahares nombradores,
son tuyos los perfumes, los colores,
los ángeles de todos los jardines.
Tuyos los sauces verdes, bailarines,
tuya la salvia ciega de esplendores,
tuyo el clavel que grita sus ardores
y tuyos los zorzales cantarines.
Y porque tuyas son todas las cosas
que a mi vista se ofrecen de rodillas
cuando tu nombre claman silenciosas,
respiro de tu mano maravillas:
son el aire sencillo con que brillas
y vuelves a las cosas luminosas. 




martes, 3 de noviembre de 2015

Sus manos




Y entonces, se acordó.

La llevaba a su casa y estábamos hablando de plantas.

Al llegar, se acordó.

"Ah, no te vayas, esperá...", dijo con satisfacción.

Bajó del auto y entró a su jardín.

Y al volver me mostró un lirio blanco (obviemos la taxonomía, vi prego..., que esto es un asunto serio...)

Ya lo había plantado hacía un buen tiempo y le prendió. Lo trajo de un viaje al sur pampa, cuando fue al campo de unos amigos, en medio de las sierras.

Varios trajo y los plantó. Para probar.

Para probarse.

Y le prendieron todos. Y éste había florecido en blanco, gloriosamente.

Entonces, me lo regaló. Allí nomás. Parada junto al auto. Abrió la puerta y me lo dejó en el asiento del acompañante.

A mí me emociona siempre que me regalen plantas o árboles retoños. Son lo que son, pero además...

Siempre me pasa que veo en lo que crece un signo de la solidez y la felicidad honda de lo creado, la potencia de lo que no ha sido hecho salir en vano de la nada, la consistencia firme de lo que es.

Y está la belleza, claro.

Y el ser y la belleza juntos, florecidos, son infatigables. Imbatibles. No hay tristeza ni pena ni desazón que pueda con eso.

Pero ella estaba feliz también.

Es la mayor de la niñas de la casa. Y ya tiene la propia desde hace algunos meses.

Desde entonces, se la ve que se ha determinado a ver crecer y a alegrarse cuando lo que empieza a ser crece.

Pero está la tradición (¿la leyenda?) familiar.

Las manos verdes. Los dedos verdes. Hacer crecer.

Con una alegría sin estridencias, socia voluntaria en el orden de este mundo bajo la luna, la niña -sin mirarme- dejó la planta de regalo y mientras cerraba la puerta, murmuró: "esto es para que veas que heredé los dedos verdes..."






lunes, 2 de noviembre de 2015

Novia de otoño y alba


Novia de otoño y alba de este trigo
que cosechan mis ojos con demora
en esta primavera protectora,
del cielo amparo y del invierno abrigo.
Novia en el aire claro que persigo
donde suena tu voz, trino de aurora:
terrones de dulzura cegadora
se abren en flor para cantar contigo.
Y si digo el otoño me parece
que no hay otoño y la estación florida
luce en tu nombre, y es tu hogar, mi puerto.
Novia de todo el derredor que crece,
con sólo tu mirada va la vida
a la inquietud feliz de cada huerto.