domingo, 28 de septiembre de 2014

Pelargir, Pelennor, Morannon



Son tres batallas en los últimos días de la Guerra del Anillo y están en la tercera parte de El Señor de los Anillos.

Ocurren el 13, 14-15 y 25 de marzo de 3019 en la Tercera Edad. Dos en tierras de Gondor y la última ante la puerta negra de Mordor.

No me haga caso si no quiere, pero le recomendaría releer esos tres episodios.

Pero no así nomás, no narrativamente.

Hay que poner especial atención a los emblemas: tanto en el marco de las acciones, como marco emblemático, como en los personajes que allí obran, también ellos vistos como emblemas personales.

Así visto, las circunstancias y los personajes resultan typos de unos antitypos que venimos a ser nosostros en nuestras circunstancias, casas más casas menos, precisamente porque el marco y los personajes son emblemáticos y no históricos o ficticios. Y ni siquiera proféticos.

¿No? Quién sabe. ¿Podría saber Tolkien que al dibujar ese imaginario (horribile dictu) estaba dibujando asuntos reales que podían ocurrir realmente tiempo después? Quién sabe.

Como fuere, creo que conviene leerlo con esa clave de lectura (horribile dictu, también) y ver muy especialmente un asunto, que es lo que quiero decir ahora.

En esos tres episodios hay la crema y nata de ambos bandos en acción. Los personajes más significativos están allí, cada cual con su carácter propio, con lo que son y con lo que han llegado a ser; y allí despliegan la naturaleza significativa que Tolkien les ha dado. Y hay que mirar principalmente eso en este ejercicio que propongo. Los personajes como emblemas, pero ya vueltos personas con su talante personal, sus circunstancias, su modos de ver lo que que ocurre, sus temores y consuelos, sus amores u odios, sus incomprensiones o certezas, su fuerza, sus debilidades, sus caídas, sus conversiones, sus fatalismos, sus esperanzas, su comprensión de la última razón de lo que están viviendo o su incomprensión. Y así.

Muy bien.

Si quiere, hágame caso y léalo así.

Pero al leerlo de ese modo haga algo más: elija un personaje.

O mejor dicho, búsquese allí. Vea quién es, sinceramente quién está siendo, vea a quién elige y por qué. No elija quién querría ser, sino quién es.

Quién es hoy usted aquí, de ellos allí y entonces.