sábado, 15 de marzo de 2014

Pipinas y el cielo



La noticia fue hace unos días y no me despertó interés en su momento. Era demasiado obvio todo. A favor o en contra. Recién más tarde fue que advertí que la cuestión -un cohete fallido- pasaba en Pipinas.

Pero hay que decir también que desde que leí la trilogía de Ransom de C. S. Lewis, el espacio (el cosmos, que le dicen) tiene otro color, otro sabor. Inevitable. Y tal vez haya sido uno de sus aciertos mayores poner tan vívida la vida más allá de la luna. Cosas de extraterrestres, dirán los zopencos. Y eso porque no imaginan cuánto de extraterrestre hay en la Tierra, y cuánto de terrestre hay más allá del mundo sublunar...

Lo cierto es que hace un par de años di una vuelta por una región antigua de la provincia, esa especie de triángulo que arranca un poco al sur de la Bahía de Samborombón yendo al norte, hasta Magdalena, pagos del Salado al norte. Dolores queda al sur allí.

Lindos campos, viejos. Y se les nota. Tienen la bendición de ser tierras salitres, lechos de mar que fueron hace milenios. Por eso allí no hay soja, Dios bendito. Se hacen otras cosas. Muchos animales vi.

Y está el paisaje.

Lo mejor del viaje fue ver esa línea perfecta entre tierra y cielo, completamente vacía ella, llana como una línea. Y el cielo. Se diría que es más el cielo que la tierra, que ella sostiene una bóveda inmensa. Impresiona, es difícil describirlo. Lo más parecido, y muy parecido, son los dibujos de Florencio Molina Campos, con esos horizontes que en los dibujos parecen irreales e imposibles y que en aquellos parajes no lo son.

Allí, un poco al norte de Dolores, está Pipinas (Las Pipinas, dicen la estación del ferrocarril y los mapas...), un pueblito antiguo y en los últimos años bastante maltratado por unos y por otros. La gente allí es pechadora y animosa. No se rinden fácilmente.

Será el cielo. Será la rectitud de la llanura. Quién sabe qué será.

Cuando vi que un artefacto, que iba a volar al cielo desde Pipinas, apenas hizo dos metros y se cayó, no pensé en el artefacto. Todo era muy obvio. Si hubiera salido bien, el gobierno habría llegado al cielo. Como salió mal, el gobierno cayó. Todo muy obvio. Aburrido. Para militantes.


Yo me quedé en Pipinas. Y en el cielo de Pipinas. Y me acordé de Lewis y de Ransom.

¡Qué suerte que el cielo sigue arriba, intocado, y nada que saliera de Pipinas, y de aquellos campos de cielo, lo haya hendido!