domingo, 16 de febrero de 2014

Politica prima di tutto

En apenas unos pocos días, se lo oí a Hebe de Bonafini, hablando de fútbol (cada cancha es una trinchera, camarada...), y a Julián Álvarez (que no sé quién es, pero existe...), hablando de lo que los jueces deberían hacer, no bien se sentó en su sillón del Consejo de la Magistratura, como representante de La Cámpora.

Bonafini aprovechó el ascenso y caída del fallido lavado de cara (¿las cosas se lavan con mugre?, qué cosa rara...) de Fútbol para todos, para recordar que el gobierno hace política con eso y no espectáculo ni fútbol. Es un comité más, es una boca de expendio más del comisariado político. A ver si te enteras, chaval...

Mire usté... Si no lo decía ella, no me hubiera dado cuenta. Chambón que es uno...

Pero de esto ya se habló aquí en su momento, cuando la histeria estaba como en el huevo, diría.

Lo mismo corre para lo del niño Álvarez. Porque parece traslúcido que hay que reformar la justicia para que los jueces se pongan en caja (es decir, en este caso, ni se metan con la caja...), y eso porque es claro que, para empezar, es un golpe judicial palpar los bolsillos de los funcionarios, políticos y aledaños, cuando chorean.

Y poner a todos los patitos en fila y pegarles un reglazo en las patitas si se mueven es política, a ver si te avispas, gilipollas...

Así que: todo es antes que nada política.


Politique d'abord, mes amis, politique d'abord...

Ah... Y después se rasgan los taparrabos con Charles Maurras. Pero porque era facho, se entiende.

Porque lo mismo que dice Maurras, y es un escupitajo del infierno (porque es facho, no porque esté bien o mal lo que dice), lo dice cualquier pelafustán o cualquier vaca sagrada del otro lado y es un acto valiente de militancia.

Son tan tiernos en su hipocresía, tan comestibles en su estupidez, tan bonitos en su mala leche, qué le puedo decir...

¿No me cree?

Listo.

Ya que está, si quiere, lea esta obra maestra del manual del animal políticamente correcto.

Pero si va a leer, lea con detenimiento y unción. No lea así nomás. Despacio, saboreando, dejando drenar la imago mundi. Con parsimonia y ritmo. Sin impaciencia ni exasperación.

Y después hablamos.

O no.