lunes, 30 de diciembre de 2013

Fin de ciclo

Me aburren con lo del ciclo.

Porque lo del fin son definitivamente pavadas de marmotas.

¿Qué ciclo es el que se cumple? ¿Cuándo? ¿Cuáles son esos ciclos? ¿Qué le sigue al ciclo?

Sí, sí... Yo entiendo: estúpido no soy, y me doy cuenta de qué se habla, qué se quiere decir y adónde apunta la cosa.

Y me doy cuenta de que, al fin de cuentas, es un modo di dire.

Pero es un mal parido y peligroso modo di dire.

La historia va en espiral. Y eso quiere decir que avanza. En todos los sentidos en que pueda avanzar. En el bien y en el mal. Porque mientras haya tiempo habrá movimiento: es ley. Y el tiempo no es circular: también es ley. Va de principio a fin, moviéndose sin detenerse. Y sin repetirse (¿oyó, zapallo?: sin repetirse...)

Y si a una cosa le sigue otra y es ley que así pase, también es verdad que lo que siga no será en ningún sentido indiferente. Lo que no acelera, retarda: pero quieto no se queda. Y acelera y retrada para bien, como podría acelerar y retardar para mal.

La historia es básicamente tiempo y movimiento de principio a fin. Y con un fin. O mejor dicho, con dos fines, uno subordinado al otro, como debe ser, porque el segundo fin vive del primero.

Para eso mismo está la Esperanza: porque hay un fin parásito que se la pasa jodiendo al fin verdadero.

¿Fin de ciclo? No diga tonteras. No es así como se miran las cosas. Y cada vez es menos así como habrán de mirarse.

Las cosas parecen repetirse. Parecen, nomás. Ni modo que se repitan.

Y le digo más: desde la Encarnación del Verbo y la Redención, ni siquiera la creación volverá a ser lo que fue al principio. Hago nuevas todas las cosas significa hago nuevas todas las cosas. Y el hombre menos lo mismo es y será que todas las cosas. Porque si las cosas serán nuevas, más nuevo será el hombre. Cuestión de naturaleza y de Plan.

Los ciclos que uno cree ver en la historia, son abiertos en un punto de su aparente circunferencia. El círculo rueda, si acaso, sobre sí mismo. La historia, no. Ella avanza con un dinamismo que le viene de afuera y con el que el hombre coopera, que para algo es semejanza del Señor de la Historia. Y eso ya era así antes, en el principio, cuando la historia empezó. Y a pesar de todo así seguirá hasta el fin, no del ciclo o de los ciclos. De la historia.

Si un cristiano no puede ver eso, y si viéndolo no lo entiende, no puede leer ni siquiera los diarios.

Hace mucho calor en la pampa en estos días. No es aire propicio para hacer el pormenor de todas las cosas que se ha visto ser en estos últimos tiempos. Especialmente en este año que se va. Menos ganas tengo, todavía, de hacer el elenco contra mí mismo por lo pronto y contra estos de por aquí y estos otros de por allá, y unos por esto y otros por aquello otro. A su aire, cada cual en su casa y Dios en la de todos...

Pero no hay fin de ciclo, ni ná.

De la podredumbre de los que se mueran, saldrán los gusanos vivos en la próxima tanda. Y serán ellos también los que alimentarán desde la raíz nuevas floraciones de las que sorberán las ávidas abejas el zumo con que harán miel más tarde. Y la miel le dará vigor y salud a los otros que la aprovecharán golosos. Cada uno de esos que mueren, de esos gusanos, de esas flores y abejas, cada gota de miel y cada boca que la paladea es única y nueva. Y necesaria con necesidad de Plan: está por alguna razón y apunta al fin.

Y eso, propiamente hablando, no es ciclo. Es la historia.

La vida, mi amigo, llegará viva al final de la historia. La muerte, no: llegará muerta. Y no es cuestión de que se haya cumplido un ciclo. Se llama Creación, que es y sigue siendo un buen Plan, pese a lo que parece.

En el mientras tanto, aprechugue.

Es la historia.

Es ese campo sembrado de trigo en el que vino un malo y echó la mala hierba que cuando crece se parece al trigo.

Mala cosa. Qué remedio. No hay cómo.

O sí.

Apechugue, por lo pronto. Si tiene estómago, mire, discierna, digiera y asimile. Si no tiene estómago, mejor de ciertas cosas no pruebe.

Y siga sembrando trigo. Y espere la cosecha. Y vuelva a sembrar.


Y déjese de ciclos y pavadas.


Y esté atento al fin.