domingo, 9 de junio de 2013

Criminal


Fuera del mundo ciéntifico, esta confusión es posible. Y aunque en estas materias es una confusión tan lastimosa como grave, y más bien como criminal, hay que insistir: es posible.

Aunque es verdad también que hace falta ser algo más que un ignaro en esas cuestiones para que la confusión prospere así como así. Lamentablemente, a la vez, hay que admitir que entre quienes no frecuentan los entresijos más densos, este asunto se ha vuelto más que posible y para no pocos interesados hasta se ha vuelto dolosamente necesario.

Pasa como con ciertas modas. Mientras los más alejados del exigible rigor conceptual manipulan descuidadamente la terminología (y lo que hay detrás de los nombres...), paralelamente sigue adelante contra viento y marea la intención de establecer un nuevo paradigma con pretensiones de alcanzar un grado más abarcador y revulsivo que el de las meras teorías.

Lo curioso del caso es que ya comienzan a advertirse contaminaciones epistemológicas significativas en el seno mismo de la comunidad de los más disciplinados y metódicos estudiosos, que hasta hace poco eran -o parecían- autoridades confiables en estas materias. Son ya tan extendidas estas máculas en el ámbito de los que dominan saberes relevantes, que no son pocos los sedicentes peritos que ya recurren semánticamente y sin más trámite a la sinonimia de dos términos dramáticamente antagónicos.

Los más sesudos, en esa nueva escuela, advierten, por supuesto, la dificultad de la sinonimia: se dan cuenta de la debilidad conceptual inmediatamente, aunque la sostienen preventivamente, mientras tratan de avanzar en una nueva formulación taxonómica que contenga sus postulados con la mayor naturalidad posible. Una verdadera felonía. Hay, más aún, quienes ya proponen relaciones taxonómicas más precisas y comprometidas, pero se entiende que no sin interés seguramente espurio de su parte, por una intención sostenida que ya no puede pensarse que no sea aviesa.

Por todo esto dicho, tal vez convenga retomar el debate en el punto mismo del comienzo de todo este merengue y esclarecer el umbral del asunto que perturba ya a un número cada vez más alarmante.

Las cosas han llegado a un estado tal que hoy en día tiene que sonar valiente y hasta audaz recordar a este respecto que el Spheniscus magellanicus y la Carduelis magellanica no tienen relación ninguna, más allá de que ambos ejemplares pertenecen al reino Animalia, filo Chordata, subfilo Vertebrata y a la clase Aves. Y allí pare de contar.

Es lastimoso que haya quien dude de esto, pero ocurre, ay.

Aun cuando una sucesión insospechable de trabajos de investigación, que desde Carl Nilsson Linæus (el reconocido Linneo) llega hasta hoy, no permite hacerse ninguna ilusión al respecto: esas proximidades no sólo no alcanzan a emparentarlos de modo benéfico alguno sino que, precisamente por ello, el Spheniscus magellanicus y la Carduelis magellanica no podrían ser más distintos en cuanto tales.

Coincidentes con este dictamen pero más terminantes, por especializadas, son las conclusiones de Louis Jean Pierre Vieillot para la Carduelis magellanica y de Johann Reinhold Forster para el Spheniscus magellanicus. Y no puede soslayarse en modo alguno el potente detalle de que sus estudios datan de mediados del siglo XVIII.

Ambos han tenido la palabra definitiva y cada cual en su caso ha establecido más allá de cualquier argumento que ambas especies pertenecen a órdenes, familias y géneros distintos e irreconciliables.

De este modo, y por si hiciera falta repetirlo, allí va: el Spheniscus magellanicus y la Carduelis magellanica no tienen relación alguna.

Y lo que se sigue de elllo: no la tienen ni deben tenerla.

La consecuencia nefasta de una desinteligencia en esta materia significa sin más un perjuicio terrible para la más débil de ambas criaturas, que resulta ser la vulnerable Carduelis magellanica. Ni hablar de alocados experimentos -sobre los que ya corren rumores espeluznantes- que pretendan una mixtura, una cruza, tan peligrosamente antinatural por sus efectos monstruosos en términos genéticos como, por supuesto, en términos morales, toda vez que los avances de estas disciplinas -como las restantes cosas humanas- no pueden estar exentos de exigencias éticas.  

Por duro que le resultare a algunos, así es. Es así y no tiene vuelta atrás....

Ahora bien,...



- Eeehhh...., eesteee... Disculpe, maestro, si lo interrumpo un cachito, ¿no? Pero..., ¿de qué está hablando?

- ¿Cómo de qué?

- Claro...

- Pero si es clarísimo, hombre...

- Sí, sí..., por supuesto, pero..., ¿no me da una manito con los nombres raros que dijo? Se me olvidan las cosas, ¿vio?, y ya esas cosas así, medio difíciles,se me pierden...

- Bueno, bueno, tranquilo, muchacho... Ahí va más fácil, mire: los ejemplares del Spheniscus magellanicus, es decir los pingüinos patagónicos, no tienen un carajo que ver con los ejemplares de la Carduelis magellanica, es decir, los cabecitas negras... ¿Se da cuenta? ¡Pero, vamos, viejo, si es tan fácil de entender...! ¡A simple vista se da cuenta uno! ¿O no?

- Y, sí...