lunes, 1 de abril de 2013

Su Santidad Antonio



Un cordero que da la libertad en la acción espiritual, tal y como el cordero pascual hebreo da la libertad en la acción cotidiana de los hombres construyendo historia.

Pascua judía, pascua cristiana... ¿Pascua? ¿Redención? ¿De qué estamos hablando? ¿Cómo se llega a esas conclusiones?

Si quiere enterarse un poco de dónde salen estos razonamientos que son religiosos (sí, mi amigo, son religiosos: ¿todavía no se convence?), trabaje un poco y busque un sermón de Sergio Szpolski en Tiempo Argentino del Domingo de Pascua. Allí, tomando el libro del Éxodo, Szpolski sigue la exégesis de Najmánides -reconocido talmudista nacido a fines del siglo XII que derivó en la Cábala- pero en realidad la utiliza en paralelo con los escritos de Antonio Gramsci, algo forzadamente diría yo. El sermón (de Szpolski) se llama Las Pascuas de Najmanides, Gramsci y San Agustín y los que siguen son algunos de sus pasajes:
Al leer a Najmanides desde Gramsci podemos dilucidar que el consentimiento del culto pagano que los egipcios impusieron sutilmente sobre los hebreos constituyó la faz ideológica de su esclavitud. Por ello, con la llegada de Moisés lo primero que se le reclama a este grupo de esclavos es una interpelación crítica hacia una cultura que, deificando una multiplicidad de dioses, unos más fuertes que otros, justificaba la dominación de unos hombres sobre los otros. El Monoteísmo hebreo, al proclamar la unicidad de Dios y al aceptarlo como el único creador de los hombres, establece la completa igualdad entre ellos. Como dice el Midrash: ¿por qué fue creado un solo hombre y no muchos? Para enseñarnos que todos somos hijos de un mismo Dios e iguales en nuestros derechos.

Ese cambio cultural que permitió comenzar a desatar las cadenas de la esclavitud física que impuso la coerción del Estado egipcio exige un salto que puede parecer irracional como lo son las ideas que les son presentadas a los pueblos oprimidos cuando estos aún se encuentran bajo la hegemonía ideológica del conquistador.

Y en efecto, el llamado de Moisés a organizarse para salir de Egipto con el fin de servir a Dios es percibido en principio como imposible e irracional.

La idea de Moisés era "irracional" en el marco de la "racionalidad" egipcia, pero como afirma Gramsci en el tomo I de los Cuadernos de la cárcel (Quaderni del carcere): "El hecho de que un tipo de vida o pensamiento resulte irracional para algunos es importante porque está ahí el germen del cambio. Hay que propagarlo con todos los medios que se tengan y de este modo se empiezan a modificar las costumbres y el modo de pensar."

Por ello, si se lee con atención todo el texto bíblico que narra los acontecimientos previos al éxodo, lo que se observa es la disputa entre Moisés como portador de la nueva ideología y los sacerdotes egipcios como los sostenedores de la ideología del viejo régimen.

Los sacerdotes egipcios a los que enfrenta Moisés convierten el agua en sangre después que Moisés lo hace; o aquellos que logran transformar sus bastones en serpientes al igual que lo hace Moisés, son los intelectuales de la clase dominante tal y cual los define Gramsci en su texto sobre los intelectuales. "Los intelectuales son los 'empleados' del grupo dominante para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social y del gobierno político, a saber: 1) del "consenso" espontáneo que las grandes masas de la población dan a la dirección impuesta a la vida social por el grupo fundamental dominante, consenso que históricamente nace del prestigio (y por lo tanto de la confianza) que el grupo dominante deriva de su posición y de su función en el mundo de la producción. 2) del aparato de coerción estatal que asegura "legalmente" la disciplina de aquellos grupos que no "consienten".

El san Agustín del título aparece mencionado al final y se usa para forzar la conclusión que copié al principío.

La viñeta humorística de Rep, por su parte, viene de Página/12, de la edición del mismo domingo. Y a mi sabor pega con el sermón, si se fija con atención y deja de lado los soponcios, gorgoritos e improperios...


Mire.

Le voy a decir dos cosas.

En primero, a diferencia de otros, la izquierda tiene la desventaja de ser un poco obvia y siempre un poco aguerrida de más en sus proclamas y hasta en sus parodias (no, ya sé: no son los únicos que renguean de ese pie...) Le vendrá, no sé, de su matriz dialéctica y agonal, que eso me lo dirán los peritos filósofos. No digo que eso lenifique lo que dice y lo que promueve con lo que dice. Digo que más peligroso que la violencia es lo melifluo. De habitual, a la izquierda en general no le sale para nada lo melifluo. Aunque, si se lee con atención, Gramsci prefiere la persuasión, siempre más penetrante que la violencia si se trata de hegemonía revolucionaria, aunque la violencia crea él que es necesaria en algún tramo de la hegemonía.

En segundo, es una cierta ventaja tener a la mano cosas tan raras como los sermones de Sergio Szpolski. Ya hablé de él. Entiendo, sí, entiendo... ¿A quién le importa? Y peor: ¿quién soporta, en medio de tanta cosa dando vuelta, semejantes asuntos? Pues, verá usted lo que hace, mi estimado. Pero no hay que perder de vista no sólo a Sauron. A veces, en todo caso y si así fuera, qué están haciendo Gollum o Grima es algo que hay que mirar.