lunes, 1 de abril de 2013

Soledad






Señora de los Dolores,
Virgen de la Soledad,
el viento hiere en mis ojos
tu tierra en medio del mar.

Tengo esta tierra en mis huesos
y el corazón en amores,
Virgen de la Soledad,
Señora de los Dolores.

Toma mi sangre y mi ruego,
Virgen de la Soledad;
Señora de los Dolores,
líbranos de todo mal.

Toma mi canto y mi vida,
Señora de los Dolores,
porque no tengo más dones
que darte, Señora mía,
Virgen de la Soledad.




El 2 de abril de 1767, el capitán de navío Felipe Ruíz Puente toma posesión de su cargo como primer gobernador español de las Islas Malvinas. Estará allí hasta el 23 de enero de 1773.

Una de las necesidades que le pareció urgente remediar al nuevo gobernador, fue la asistencia espiritual de quienes allí había, los franceses que quedaron tras la llegada de Bougainville, así como los españoles y criollos que lo acompañaban ahora. Construyó una capilla y pidió a Buenos Aires, de la que dependía, frailes y una imagen de la Virgen, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Soledad. Dos frailes y la imagen llegaron en enero de 1768. Desde la protección de aquella advocación, durante años la capital y  puerto mayor de las islas se llamó Nuestra Señora de la Soledad, y a poco la entera isla mayor tomó finalmente su nombre. Hay quienes atribuyen a Francisco de Paula Bucarelli, gobernador de Buenos Aires, la elección de la imagen.

Se dice por otra parte que la advocación de Nuestra Señora de la Soledad (derivada de la advocación de la Virgen de los Dolores, en recuerdo de los sufrimientos de la Madre de Jesús) es devoción antigua y ciertamente que muy arraigada en España. Allí, dicen algunos, llegó oficialmente en tiempos de Felipe II, cuando su matrimonio con la francesa Isabel de Valois.

Lo que no tiene discusión es que es la tutela primera que la Virgen tuvo oficialmente sobre las Islas Malvinas.