sábado, 27 de abril de 2013

Vive la patria


Vi un resplandor de abril que se moría
y que mayo dorado sepultaba,
mientras el cielo en su dolor andaba
todo un día de sombra en alegría.
Vi en soledad la patria que callaba
y otra patria con ella que sufría
y otra más que de amor languidecía
y otra más que al morir resucitaba.
Vi el resplandor de abril y conmovido
alcé mi puño débil y furioso,
exhausto de esperanza, enardecido. 
Y vi a la patria sola en llanto hermoso
llorar su nombre claro, y su latido
latiendo oculto, fuerte y misterioso.


jueves, 25 de abril de 2013

El hombre frívolo

El hombre frívolo es un ensayo breve de Gilbert Keith Chesterton.

Está incluido en una edición póstuma de sus escritos misceláneos, que tuvo el nombre emblemático de El hombre común. Su secretaría Dorothy Collins lo recopiló y publicó (The Common Man) en 1950. En la Argentina, la Editorial Heroica lo publicó en 1958 y hubo alguna que otra edición posterior.

Y digo que el título del libro es emblemático porque creo que es sabido que el hombre común es, casas más casas menos, no sólo el principal destinatario de sus obras sino el tema detrás de casi todas las cosas que dijo, sino de todas ellas.

Para esta misma época del año -lo que son las cosas...- hace casi una década y en otra parte, publiqué un fragmento.

Es un buen momento para recordarlo completo.

Por una de esas extrañas asociaciones que nadie consigue entender jamás, un gran número de personas ha llegado a creer que la frivolidad tiene algo que ver con el placer. En realidad, nadie puede divertirse verdaderamente si no es serio.

Hasta aquellos que por lo común consideramos pertenecientes a la clase social que podríamos llamar "mariposa", verdaderamente sienten más placer en los momentos de crisis que en potencia son trágicos. Para poder disfrutar de la broma más sutil y alada, el hombre debe estar arraigado a cierto sentido básico del bien de las cosas; y el bien de las cosas significa, por supuesto, la seriedad de las cosas. Para disfrutar aunque sea de un pas de quatre en un baile de abono, un hombre debe sentir en ese momento que las estrellas bailan con la misma melodía.

En las viejas religiones, la gente creía de verdad que las estrellan bailaban con la melodía de sus templos; y que bailaron como nadie lo ha hecho desde entonces. Pero el placer completo, el placer sin vacilaciones, sin contratiempos, sin arriere pensée, sólo lo disfruta el hombre serio. El vino, dicen la Escrituras, alegra el corazón del hombre, pero sólo del hombre que tiene corazón. Y también eso que llamamos buen ánimo es posible sólo en las personas animosas.

Todos conocemos al hombre verdaderamente frívolo, al hombre frívolo que actúa en sociedad, y todos los que lo conocemos sabemos que, si tiene una característica más saliente que otra, es su pesimismo. La idea del hombre a la moda, alegre, atolondrado, intoxicado con deleite pagano, es una ficción debida enteramente a la inventiva de la gente religiosa que jamás encontró a un hombre así. El hombre del placer es una de las fábulas piadosas. Los puritanos le han dado demasiado crédito al poder que tiene el mundo para satisfacer el alma; al admitir que el pecador es alegre y atolondrado, han dejado de lado la parte más sólida de su tesis; realmente, el puritanismo, por lo común, cae en el error de acusar al hombre frívolo de todos los vicios que no le corresponden. Dicen, por ejemplo (y es su frase favorita) que el hombre frívolo es "descuidado". En rigor de verdad, el hombre frívolo es muy cuidadoso. No solamente dedica horas enteras a la tarea de vestirse, y a otros asuntos igualmente técnicos, sino que también pasa una gran parte de su vida criticando y discutiendo asuntos igualmente técnicos. A cualquier hora del día, podemos sorprenderlo comentando si un hombre lleva la chaqueta adecuada o si otro hombre no tiene el tipo de vajilla debido; y respecto a estos asuntos, es mucho más solemne que un papa o un concilio general. Podemos describir su actitud como más bien triste que solemne, más bien desesperanzada que severa.

Podemos definir aproximativamente a la religión como el poder que nos hace alegrar ante las cosas que importan. Con el mismo criterio, podríamos definir la frivolidad elegante como el poder que nos hace entristecer ante las cosas que no importan.

La frivolidad no tiene nada que ver con la felicidad. Actúa en la superficie de las cosas, y la superficie es casi siempre áspera y desigual. La persona frívola es aquella incapaz de apreciar en su totalidad el peso y el valor de nada. En la práctica, no aprecia ni siquiera el peso y el valor de las cosas que, por lo común, son tenidas como frívolas. No disfruta de un cigarro como el chicuelo de la calle disfruta de su cigarrillo; no disfruta de su ballet como el pequeño disfruta de Punch and Judy.

Pero, para ser justos con él, debemos admitir que no es el único frívolo; otras clases de hombres comparten con él el reproche. Así, por ejemplo, los obispos son generalmente frívolos; los hombres de Estado son generalmente frívolos; los pacifistas por motivos de conciencia son generalmente frívolos. Los filósofos y los poetas son, a menudo, frívolos; los políticos son siempre frívolos. Pues si la frivolidad es esa carencia de habilidad para comprender la plenitud y el valor de las cosas, debe de tener muchas formas además de esa que consiste en la mera veleidad y la búsqueda del placer. Muchísima gente tiene la idea fija de que la irreverencia, por ejemplo, consiste, fundamentalmente, en hacer bromas. Pero es muy posible ser irreverente con una dicción carente del más leve decoro y con el alma impoluta del más mínimo asomo de humor. La definición espléndida e inmortal de la verdadera irreverencia la encontramos en aquel mandamiento mal entendido y desatendido que declara que el Señor no considerará libre de culpa a quien toma su Nombre en vano. Se supone, vagamente; que esto tiene algo que ver con las bufonadas y la jocosidad y los juegos de palabras. Decir algo con un toque de sátira o de crítica individual no es decirlo en vano. Decir algo fantasiosamente como si fuera algún fragmento de las escrituras del País de las Hadas no es decirlo en vano. Pero decir algo con gravedad pomposa y sin sentido; decir algo de modo que sea al mismo tiempo vago y fanático; decir algo de manera que sea confuso al mismo tiempo que literal; decir algo de manera que finalmente el oyente más decoroso no sabrá por qué diablos fue dicho o por qué él lo ha escuchado; esto es, en el verdadero sentido serio de aquellas antiguas palabras mosaicas, tomarlo en vano. Los predicadores toman el Nombre en vano muchas más veces que los seglares. El blasfemo es, de hecho, fundamentalmente natural y prosaico, pues habla de un modo trivial de cosas que cree que son triviales. Pero el predicador común y el orador religioso hablan de modo trivial de cosas que ellos creen que son divinas.

Ésa es la violación de uno de los mandamientos; es el pecado contra el Nombre. Si quieren, tomen el Nombre desatinadamente, tómenlo en broma, brutalmente o con enojo, puerilmente, erróneamente; pero no lo tomen en vano. Usen una santidad para un propósito extraño y justifiquen ese uso; usen una santidad para algún propósito dudoso o experimental y juéguense por su éxito; usen una santidad para algún propósito bajo y odioso y sufran las consecuencias. Pero no usen una santidad sin propósito alguno; no hablen de Cristo cuando lo mismo podrían hablar del señor Perks; no usen el patriotismo y el honor y la Comunión de los Santos como relleno de un discurso vacilante. Éste es el pecado de frivolidad, y es lo que caracteriza principalmente a la mayoría de la clase religiosa convencional.

Así, volvemos a la conclusión de que la verdadera seriedad es mal recibida lo mismo entre los religiosos que entre los no religiosos, lo mismo en el mundo carnal que en el espiritual.


martes, 23 de abril de 2013

¿Dónde está Dios?




Suelo hacerlo, a veces: abrir al azar el Libro de las Oraciones del padre Castellani y ver qué me salta a la vista.

Esta vez me tocó una especie de soneto; y especie digo porque cuando Castellani escribe -en particular- sonetos, pasa a veces -muchas veces- que parece olvidarse de su propósito formal, olvidarse de que lo que va decir lo pensó soneto, con las reglas correspondiente de ese ropaje lírico, y le sale cualquier otra cosa.

Hay quienes artificiosamente suelen tirar tanto de la cuerda que parecen decir -y dicen, y dicen, sí...- que Castellani tiene permiso para llamar soneto a cualquier cosa. Creo que es una idolatría como otras, y de las tantas que suele haber cuando se trata de personajes a los que se les tiene respeto y afecto, justificados o no.

A veces se me hace que los que han amnistiado a Castellani de esa forma en todo, lo que quieren en realidad es ese permiso para ellos mismos. Quiero decir que el razonamiento que me suena a los oídos es, como si dijera: Castellani es admirable en todo y sus defectos y tropiezos son geniales porque es un genio y no están mal porque son suyos y él es admirable en todo... y así siguiendo hasta que, y cela casi va sans dire, suena por fin el: yo admiro e imito a Castellani y mis defectos y tropiezos no son tales porque son como los suyos y él es admirable en todo y es genial...

En lo que a lírica se refiere, personalmente, y pese al dictamen inapelable del ilustre tucumano, soy de los que defienden a Castellani cuando hace versos y hasta poesía. No tanto que suponga que se puede escribir mala lírica porque a Castellani le salían mal los versos muchas veces y escribía versos lo mismo y como él es admirable en todo y es genial, etc...

Hay que ser medio pavo, creo, para empecinarse en sostener que aunque le salgan mal, le salen bien.

Otra harina es que, pisoteando formas que no son meros formulismos, igual dice cosas que vale la pena que sean dichas. Y otra cosa más todavía -ah, el secundum quid...- es que la misma dicción líricamente renga resulte en ocasiones de alguna manera una forma admisible y hasta eficaz, en su misma renguera, para decir de ese modo eso que se está diciendo. Rasgo de estilo, fuerte personalidad intelectual que a veces avasalla formas y genera nuevas, nuevos moldes, nuevos odres, etc., etc...

Sí.

Pero cuando se trata de calibrar la unidad misma de una obra, sería ciego y necio apartar con la mano la cuestión lírica, y hasta formalmente lírica, con el único propósito de que ni una mácula de desdoro roce a la vaca sagrada. Una verdadera tontera.

Cualquiera que entienda mínimamente algo de poesía, me parece, no tiene por qué retorcerse de ese modo para apreciar la potencia de lo dicho en última instancia, pese al traqueteo chirriante de la primera instancia, que son las leyes no superfluas de lo lírico.

De Chesterton se ha dicho alguna vez, tan descuidado como era en su arreglo personal y su vestimenta, que no era tan grave que tuviera los pelos desordenados en la cabeza, si lo que estaba dentro de la cabeza estaba ordenado. Ahora: decir que estaba bien peinado nada más que porque era Chesterton, es una penosa muestra de adoración a un fetiche.

El caso, al fin, es que me encontré con esto:
¿Dónde está Dios?

"-Por áhi".


¿Dónde está Dios? Por ái. Está en los justos
y está en los pecadores
en los templos vetustos
y en la efímera pompa de unas flores.

Para que no lo adores
semanalmente sólo, a plazos justos
está en la noche insomne de disgustos
y en la aurora de férvidos colores.

Escondido en el fondo de tu fuerte
paciencia o tozudez y en esa frágil
tenue esperanza de vencer la muerte

y en esa atada inteligencia ágil
reina cautiva que conoce cierto
que hay una puerta y -no sé dónde- un Puerto.

Está en la página 315 de la segunda edición que publicó Dictio en 1978. El poema corresponde a la Parte Sexta que se titula Manresa. Como se sabe, el Libro tiene como eje los años que van desde 1946 hasta 1950 y que en buena parte coinciden con la dura estadía de Castellani en aquella casa jesuita española. En la edición primera, el Libro mencionaba los años de 1947 a 1949.

Pero ahora lo curioso para mí es que el soneto está fechado el 4 de noviembre de 1942. En algunas de las otras partes del Libro, hay versos de fechas anteriores a ese período que dije. Pero en esta sexta parte es el único de los 90 que hay allí que tiene una fecha que no corresponde al período 1947 a 1950, que son los años que fechan las otras composiciones de esta sección.

Raro. ¿Qué hace uno de 1942 mezclado, solo, allí? ¿Será de esa fecha?

No tengo la edición de 1951 ni otra edición a mano para cotejar ese asunto. Será otro día.

Me queda la duda también acerca de la puntuación original del texto.

Creo que en este cuarteto falta una coma, por ejemplo, al final del segundo verso:
¿Dónde está Dios? Por ái. Está en los justos
y está en los pecadores (¿,?)
en los templos vetustos
y en la efímera pompa de unas flores.
Como tal vez también al final del segundo verso en este otro que sigue, con lo que cambiaría en algo el sentido, incluso:
Para que no lo adores
semanalmente sólo, a plazos justos (¿,?)
está en la noche insomne de digustos
y en la aurora de férvido colores.
O como al final del primer verso de este terceto magnífico:
y en esa atada inteligencia ágil (¿,?)
reina cautiva que conoce cierto
que hay una puerta y -no sé dónde- un Puerto.
Visto así, pienso, y sin saber si la puntuación es de Castellani o de la edición, ¿habrá sido un traspié del copista ese 1942?

En otro orden, están esos tres heptasílabos de los dos primeros cuartetos, que se me hace que son difícilmente justificables si de soneto estamos hablando, más allá de que, bien medidos, aportan sonoridad y una cadencia sincopada, hasta cierto punto acorde con el asunto del que trata el poema. Permítaseme, por favor, una mención especial para el crescendo en polísíndeton de los dos tercetos: envidiable.

Pero al fin, claro, y al principio y en el medio, está lo que dice.

Y lo que dice es de una fuerza, de una contundencia y de una hondura que no admiten observación alguna, a mi entender. 

La carga existencial del poema es tan densa y tan precisa como lo es su doctrina, y tanto que creo que se podría dar un curso entero de varias disciplinas filosóficas y teológicas con este sólo poema como texto, mascullándolo indefinidamente, sin merma de sabor.

Y no me parece exagerado tenerlo para oración, hasta eso...

Y más todavía en tiempos como los que andan corriendo.






Listo.

Era eso, nomás.


domingo, 21 de abril de 2013

El dormido



Es memorable la historia

Es memorable la historia
de un caso, que ha sucedido,
de un hombre que se ha dormido
para su eterna memoria.
No tiene pena ni gloria.
Por su orgullo y vanidad,
la Divina Majestad
le ha mandado este castigo:
que tiene que estar dormido
hasta el Juicio Universal.

Dormido se mantiene él,
pero no come, ni bebe;
porque así Dios lo sostiene
con su divino poder.
Así Él nos da a entender
a los vivos que han quedado,
que pueden ser castigados
hasta el último momento;
esto sirva de escarmiento
a los vivos que han quedado.

Todos lo ven que está vivo,
que tiene el alma en el cuerpo,
y con pulso y movimiento
está hecho piedra y dormido.
Así se halla sumergido,
sin precisar alimento;
tan sólo esperando el tiempo,
que le tiene que llegar,
en que lo venga a juzgar
el juez de vivos y muertos.

Porque con soberbia voz
él exclamó en su maldad,
con orgullo y vanidad:
"¡A madrugar más que Dios!",
el castigo mereció.
Y, dándonos así ejemplo,
Dios lo dejó en el momento
en un letargo profundo;
hasta que se acabe el mundo,
dormido, para escarmiento.

Dice Juan Alfonso Carrizo:
Del Cancionero popular de Catamarca, N° 26. Es popular también en Tucumán; aquí me la dictó don Juan Nieva, de Santa Rosa, Monteros. La versión del señor Nieva tiene esta cuarteta inicial:
¡Atención pido señores!
de lo que voy a contar,
de un caso que ha sucedido
en la villa de Luján.
Cuentan los paisanos, que un capataz de carros ordenó a sus peones que al alba estuvieran listos para iniciar la marcha, y al dar las ¡Buenas noches! no dijo: ¡Si Dios quiere! Como uno de los carreros le observara este gesto de soberbia, el capataz lo recriminó. Al día siguiente, cuando todos estaban listos para partir, notaron que el capitán maldiciente dormía; lo trataron de despertar pero fue en vano, el capataz quedó dormido para siempre, víctima de sus soberbia.

La última décima está tomada de la versión del señor Nieva, pues en la catamarqueña está defectuosa.



sábado, 20 de abril de 2013

Shadowlands



En más de una ocasión, G.K. Chesterton hizo lo que otros escritores han hecho antes o después: escribir un artículo sin tema.

Algunos lo hacen tontamente, sin talento. A algunos otros se les notan tanto los trucos, que se contorsionan por las líneas y los giros de un modo tan penoso, que ni la benevolencia de un lector budista alcanza a sobrellevar la nada.

Si queda alguno, son unos muy pocos los que logran el propósito de decir algo que vale la pena… cuando no tienen nada para decir.

¿Estará bien? Aunque se consiga hacer pasar al lector un momento agradable y ameno, hasta interesante, ¿estará bien?

No lo sé.

Es verdad que se puede advertir en esos casos la diferencia entre el oficio de la palabra casi en estado puro, y el hecho de que la palabra siga alguna vía que comienza antes y más allá de sí misma y que, por cierto, lleva a algún lugar más allá de la palabra misma, por emperifollada o eficaz que resultare una vez dicha sin propósito a la vista, más que la compulsión de decir.

Pero es más verdad todavía que ningún gran escritor se queda absolutamente hueco de significado. Casi habría que postular que, si eso llegara a ocurrir, eo ipso estamos en presencia de un patán que cree que escribe.

Hay que decirlo, sin embargo: a veces, un impulso ciego y sin dirección se separa de la finalidad; y ocurre a veces que el vacío de significado y la falta de finalidad no son suficiente contención, de modo que la subsiguiente incontinencia verbal tiene ahora un origen psicológico, afectivo y hasta moral. Lo intelectual, en esos casos, es simplemente el andamiaje que pretende adecentar la nada, lo oscuro, la niebla, la perplejidad, la angustia, la desesperación.

Hasta donde uno ve, son poquísimos los que pueden disciplinar virtuosamente la ansiedad expresiva o comunicativa.

Es claro que a veces no se trata de tal cosa, sino de lo opuesto. Precisamente, uno o dos casos que recuerdo ahora de Chesterton me dicen claramente que estaba literalmente a las puertas el cadete que tenía que llevar una colaboración pactada –y pagada- a la redacción de alguna publicación. Ese apremio se enfrenta al vacío del autor que, entonces y angustiado, como en el desierto, tiene que hacer brotar de las arenas estériles, siquiera una tolva mínima, algún pequeño movimiento, con suerte –y talento- un remolino substanciado de la misma arena que nada hace crecer y, con eso, lograr algo de vida, algo vital que el viento mueve. Y no digo que ese viento no pueda ser, precisamente, el viento del espíritu.

Porque hay modos y modos de escribir un artículo sin tema.  Y en ocasiones la propia reflexión acerca de esa misma sequedad está justificada y hasta produce frutos intelectuales e incluso morales en el lector.

Y, sin tener que dar vuelta las cosas, podría decir que llegado el caso una pieza tal podría ser un vero acto de humildad, tanto intelectual como moral. Y de caridad, por cierto.

Para eso, sin embargo, parece imprescindible que el autor no se engañe a sí mismo, ni pretenda engañar a sus lectores. Él es el primero que tiene que saber y admitir mansamente que su pluma, por el momento, está seca.  Si prefiere, podrá guardarse los motivos, si los conoce. Incluso podrá guardarse la ignorancia misma acerca de los motivos. Hasta puede –y le convendría- abordar el asunto con humor y presentarse ridícula y graciosamente mondo de bellezas y adornos y de ese modo exhibir simpáticamente otras desnudeces más hondas y humillantes, más dolorosas. Siempre y cuando eso sea para luz de otros y no de sí mismo, se entiende.

Porque aparecer vestido de mendigo con tal de aparecer, no tiene gracia.

Pero los hombres, me temo, no somos de esa laya, habitualmente y en la casi totalidad de los casos.

A cualquiera con algo de oficio, con algunas yardas caminadas sobre el papel en blanco, con algo de perspicacia también, no le es imposible advertir cuándo un dicente no tiene nada para decir, o (y por lo mismo…) cuándo debería callarse y no hacer la mueca de que lo que está diciendo no puede callarse en modo alguno.

Leemos para saber que no estamos solos, se dice en la película Shadowlands. El guionista se lo hace decir a un alumno y su profesor, el C.S. Lewis protagonista del film, lo repite más adelante.

Lo cierto es que podría decirse, parafraseando esa línea del guión, que escribimos o hablamos para saber que no estamos solos. Y se entiende perfectamente que pueda ser así y que haya cierta necesidad de oír siquiera el eco de la propia voz, siquiera como placebo de la compañía, no física sino espiritual.

Pero.

A veces toca estar solo, sin vueltas y sin remedio.

Y solos no significa la simpleza de que no tengamos a nadie cerca o alrededor.

Solos significa en este caso que se ha quedado uno en presencia de algo inefable, algo que no hay cómo decir, por enorme o por baldío, por jugosísimo o por reseco, por excelso hasta lo glorioso o por abyecto hasta la náusea.

Y entonces, en esas ocasiones, el subterfugio de hacer –y hacernos- parecer que estamos hablando y diciendo algo, no mejora esa especie tan dura de soledad. Si acaso no la encubre y de ese modo la empeora.



jueves, 18 de abril de 2013

Un lucido regimiento



Dice Don Juan Alfonso Carrizo en el librito que vengo nombrando:

Los paisanos de Catamarca, Jujuy y Tucumán conocen esta glosa con el nombre de La milicia celestial. Esta versión me fue dictada por don Apolinar Barber, en la ciudad de Tucumán.

Es de notar que tiene algunas impropiedades tales como la de citar dos veces a Santo Tomás, el Angélico Doctor, e incluir a San Salvador entre los santos, si se refiere a Cristo, pero estos errores se salvan con la buena intención y el carácter jocoso de la composición.
Un lucido regimiento
en la gloria se ha formado,
dan por arma la oración
y andan buscando soldados.


Cristo va de coronel,
marchando con gran primor,
y de sargento mayor
el patriarca San José,
San Gabriel Arcángel fue
marchando como sargento;
alférez de gran portento
el seráfico Francisco.
¡Sólo en la gloria se ha visto
un lucido regimiento!

De teniente va San Juan,
al costado de la armada;
San Diego, cabo de escuadra;
San Miguel, de capitán;
cadete, San Sebastián;
de teniente habilitado
y alférez abanderado
marcha el lucero Domingo.
¡Ay, qué regimiento lindo
en la gloria se ha formado!

Marcha de primer tambor
con cajas y con clarines,
ángeles y serafines,
el Angélico Doctor.
San Marcos, San Salvador,
hacen frente al batallón;
también marcha San Simón,
por ser primer ayudante,
y de esa escuadra triunfante
dan por arma la oración.

El Santo Tomás de Aquino
va de valiente soldado,
y de capitán graduado
el valiente Filipino;
San Justo, San Marcelino
hacen frente a su costado,
y a la muerte sin cuidado
van estos hombres discretos,
oficiales van completos
y andan buscando soldados.


La única duda que me va quedando es si será todavía verdad eso de que "Los paisanos de Catamarca, Jujuy y Tucumán conocen esta glosa con el nombre de La milicia celestial..."

Ojalá.


viernes, 12 de abril de 2013

Soledad del romance


Vagaba entre unas peñas
cuidando la majada.
Ya por los cerros sube,
ya de los cerros baja.
Corderos de algodones,
su perro, algunas cabras
silvestres, unas aves,
su morral y su caña,
y un halcón diminuto
que aprende sus hazañas
de cazador furtivo
entre piedras y matas. 
Es todo lo que tiene,
nada más le hace falta.
Y no tiene más prendas
que esas buenas compañas.
Canta el rumor del río
con las nieblas tempranas,
allá abajo, en la vega,
entre verbenas blancas.
Silba el halcón bramidos
con la presa en sus garras.
El cielo se demora,
y entre las nubes tarda.
En el aire del día
ya en flor de la mañana,
bajo una encina vieja
que sombra le regala,
cantaba la pastora,
en coplas entonadas,
un romance de niños
que en amores andaban.
El cerro y los corderos,
el halcón y sus garras,
las verbenas del río,
el perro y la majada,
se aquietan con el canto
y, con la voz, se callan.
Y el cerro queda solo
y en silencio. Y en calma.


jueves, 11 de abril de 2013

Mithrandir, ¿por qué el Mediano? (III)



La cuestión de los Medianos va de la política a la religión y vuelta.

Son los dos ámbitos en los que la medianía tiene sentido y son los dos ámbitos en los que puede tironearse de ella para provecho de parte.

En Tolkien, eso no aparece así. Su concepción de la majestad es inmarcesible y por ello mismo arquetípica. No hay modo de verlo de otro modo. Precisamente, y por vía contraria, la defección de los mayores es gravísima, mientras que de los menores y medianos de algún modo se espera la defección, aunque no se la aplauda, claro.

De hecho, en Tolkien, nadie -nadie, nadie, no...- quiere quedarse con los Medianos y la tensión paradigmática va hacia la grandeza. Y tanto así que el Mediano por antonomasia ya no lo es al final de sus hazañas, más allá de su apariencia. Y ni siquiera: en El Señor de los Anillos a los medianos-medianos, les da la impresión de que estos Medianos que vuelven de confusos y lejanos asuntos de grandes, han crecido: físicamente más altos.

Pero por mucho que se podría argumentar y citar en esta materia, y en ese mismo sentido, recorriendo la entera obra de Tolkien, la verdad es también que cuando el autor eligió su point of view, el pathos de las acciones, lo estableció en la esfera del Mediano. Y no una vez, sino dos.

Es así que me parece que nadie que haya leído la obra del inglés puede dejar de sentir un hondo consuelo.

El Mediano singular redime la medianía del Mediano general.

Hay una condición, sin embargo.

Está implícita en la supuesta respuesta de Mithrandir en el supuesto diálogo con Galadriel.

El poder. La manifestación poderosa del poder. La majestad estridente. La potencia desatada. Todo eso tiene un lugar en la historia -en ambos bandos- y no hay menosprecio alguno en toda la obra de Tolkien a ese respecto, ya lo dije. Es un hombre que ve, imagina, piensa, gusta y juzga estos asuntos con una matriz tradicional. Lo alto es más alto que lo bajo. Y listo. Pero eso no basta. Sabe más respecto del poder. Y tiene la mirada puesta en él. Y, repito, no hay menosprecio alguno. O por la dignidad del poder (y el poder emanante o adyacente y hasta intínseco a las altas dignidades) o por la peligrosidad de la potencia, especialmente de la sin fin, como en sí misma sin límites o que se pretende tal: algo apetecible para un ser creado y tan dañino como apetecible.

Pero.

Si hay que considerar que el Mediano está en el centro de la cuestión, por una parte; y el poder es asunto central, por otra: ¿cuál es el poder de un Mediano? Y otra cuestión más que tiene relación con ésta: ¿por qué la política y la religión son los ámbitos en que esa medianía tiene sentido?

La segunda cuestión es más sencilla. El territorio de la política como el de la religión son antes que nada el campo de batalla acerca del poder. ¿La religión? Sí. La religión también. Y no es cuestión aquí de la Iglesia o de la vida interior o mundana de la Iglesia, con todos sus pasillos y corredores llenos de peligros y amenazas mundanas -y no sólo, no sólo...- por una cuota de poder. Nada de eso. Es mucho más hondo y definitivo, aunque simple.

Quién manda acá es toda la cuestión, inicialmente (y acá es la entera y total realidad). Acto seguido, la segunda cuestión: ¿cómo se manda?

Hay que advertir que tanto en lo atingente al poder en sí como en lo que toca al ejercicio del poder, quién manda y cómo se manda no están separados. Ni en la tierra, ni en el Cielo. Y cuando lo están hay consecuencias. Y no buenas.

Pero es allí dónde precisamente aparece la condición de la medianía, el emblema del Mediano, como una especie de parábola acerca de la relación del hombre con el poder, o de la actitud humana en esa relación. La actitud humana por naturaleza ante el poder, y por naturaleza quiere decir aquella que le corresponde por lo que es.

Pero..., pero...

Tiene que ser un Mediano de veras. Y debe entendérselo como tal, apreciárselo como tal. Y por las buenas razones. Porque hay una sola forma de ser veramente Mediano. Y, en consecuencia, sólo se lo considera tal, rectamente, de una sola forma. Cosa peligrosa, sin duda. Muy...



Y hasta aquí llego por ahora. Me toca comer.



- ¡Qué suerte! Se me estaba poniendo peliagudo... Aunque...

- ¿...?

- No me lo va a creer: tengo una que otra pregunta...

- ...

- No, ahora no... Mangia, che ti fa bene...

- Grazie.


No quiero prenda con dueño

No quiero prenda con dueño
que me la quiten mañana;
quiero prenda que me dure
hasta que me dé la gana.

Esta glosa me fue dictada por Don Patricio Castro, vecino de La Cocha, Graneros.

Castro me dictó en el tercer verso de la tercera décima:
hacherías y otros varios, y como no existe la voz hacherías, me ha parecido lógico corregirlo como va.

Así dice Juan Alfonso Carrizo al introducir la glosa a esa copla que recogió de boca de un hombre de a pie en el norte argentino hace algo menos de 100 años. Está en un libro que no es solamente sabroso, es útil y necesario.

El cristianismo en los cantares populares -de ese libro de Carrizo se trata- es realmente necesario. Hoy más que antes. Y creo que es necesario editarlo otra vez, si falta. Y otra vez más. Y difundirlo. Me lo regaló un amigo hace unos 20 años y no lo he apreciado del todo sino hasta después.

Tiene materiales que Carrizo recogió en sus increíbles investigaciones, que son ellas mismas una aventura que vale la pena conocer. Los Cancioneros fruto de esos viajes y que recopiló en provincias del norte y del noroeste argentino -obras también necesarias y que hay que seguir editando como fuere-, siguen siendo un monumento literario y cultural como no hay otro en habla hispana.

Estas cosas las sabe buena parte de los gentiles lectores. Así que, a qué insistir...


Por ejemplo, esta copla que vimos y la glosa que viene abajo son tucumanas, como ha dicho:

No quiero prenda con dueño
que me la quiten mañana;
quiero prenda que me dure
hasta que me dé la gana.
San Pedro plantó un madero
fue para mil maravillas,
se convirtió en tres semillas
de palma, laurel y cedro.
Les dijo el Señor: "Me alegro
que trabajen con empeño
en este sagrado leño,
que ha de cubrir a mi rostro
y, si ha de ser para otro,
no quiero prenda con dueño".

Trajeron un cireneo,
que ayude a cargar la cruz;
conoció que era Jesús,
la cargó con más deseo.
¡Oh, qué magnífico empleo
de esta alma tan pura y sana!
Dijo el Señor: "Pues me amas,
el salvarte yo prevengo,
si esta vida que yo tengo
me la han de quitar mañana".

Yo vide tres carpinteros,
en el monte del Calvario
hacheros con otros varios
fabricándole el madero,
y dijo el Señor: "Me alegro.
Judíos, no se apresuren,
en trabajar no se apuren
esa cruz tan linda y bella,
si es para morir en ella
quiero prenda que me dure".

La hora de la victoria
de Jesucristo llegó.
Del sepulcro se voló,
como paloma, a la gloria,
y les dijo en su memoria
a estas gentes inhumanas:
"Con vuestras armas tiranas,
si pueden alcancenmé,
porque yo no volveré
hasta que me dé la gana".




Aunque lo importante es la copla y su glosa, algunas breves notas.

Hay versiones profanas de la copla popular que aparecen con una segunda estrofa:
Vano es querer con empeño
si ya tienes otro amante,
que yo ni por un instante
no quiero prenda con dueño.
Por si importa, el cantante León Gieco menciona la copla que recoge Carrizo en una canción que se llama Las hojas tienen mudanza.

Lo que sí importa es que Francisco Rodríguez Marín, en su edición de Cantos populares españoles, la menciona aunque con alguna variante menor:
No quiero prenda con dueño
que me la quiten mañana;
quiero prenda que me dure
el tiempo que me dé gana.
 Allí está en otro contexto, claro, y es pícara y amorosa, porque la copla no es religiosa en sus orígenes, aunque la glosa que recogió Carrizo sí lo sea.

Y la última, y me voy: creo que Carrizo hizo bien en no corregir a Don Patricio Castro al final de la segunda décima de la glosa, cuando el verso difiere del de la copla original. Y mejor hizo en no decir nada, con señorío y sapiencia, me parece.


martes, 9 de abril de 2013

Smaug


¿Qué es un dragón? Es un dolor inmenso
del aire y de la tierra. Es algo frío
que arde en su entraña el fuego, como un río
caudoloso de envidia y de odio intenso.

¿Qué es un dragón? Es un deseo vano
de un brillo inútil. La brutal codicia
de tesoros ajenos que acaricia
y que destruye, con la misma mano.

¿Qué es un dragón? Es una fuerza innoble:
la pura fuerza sin piedad ninguna,
el gozo cruel del asco en el mandoble.

¿Qué es un dragón? Al fin, es el engaño
de una astucia sin gracia y oportuna
que no da fruto alguno y hace daño.



domingo, 7 de abril de 2013

Aire de tango


Amor amargo


Se fue con un dolor mudo en el pecho;
hizo una mueca gris, de compromiso.
Y una garúa helada de cortejo
llovió su niebla y le chispeó el olvido.

Su voz sin aire se volvió silencio
y, entre adoquines y veredas rotas,
fue dando tumbos desangrando el eco
de aquella nada que apretó en la boca.

En el vacío de la noche oscura,
ya sin memoria, caminó sin rumbo;
y en una esquina que esquivó la luna
borró sus gestos, se perdió en el humo.

Y por la calle de ese amor amargo
anduvo hasta el final y siempre ausente:
el corazón sin huella y sin pasado,
sin rastro de su vida o de su muerte.



sábado, 6 de abril de 2013

Forza, deboli!

- ¿Qué motoriza a la posmodernidad?

La mueve la tecnología, que hace imposible que haya un solo Dios, una sola civilización. Yo veo la posmodernidad como el fallecimiento de todas las explicaciones totales.

- José Luis Rodríguez Zapatero se dice socialista y durante su gestión condujo a España al mismo desastre que vive el resto del Viejo Continente…

– Zapatero tuvo la posibilidad de mostrarse socialista porque era muy conservador en otros aspectos. En Italia sucedió lo mismo con (Romano) Prodi. Se instituye el matrimonio gay pero se sigue siendo un capitalista. Lo cierto es que yo solamente tengo proyectos de lucha ante esta situación, no de estructura. Pienso que solamente con el hecho de que en Italia y en Europa renazca un gran movimiento de oposición sistémico, alternativo, llámese socialista o comunista, puede pasar algo. Si se cercena el consumo y la felicidad, podemos tener una revuelta, por lo menos en Italia y España. Creo que si seguimos así tendremos años de terrorismo y después de fascismo. Vamos a tener gobiernos de derecha. En esta regresión de la situación social y política quizá pueda renacer una izquierda digna de su nombre. Yo me comprometí a hacer nacer un nuevo partido comunista en Italia pero por ahora sólo somos tres o cuatro.

– ¿Cómo lo tomó la muerte de Chávez?

– Alguien dijo que lo mataron. No tengo evidencia. Pero usted sabe que los americanos han investigado en sus laboratorios fármacos absolutamente absurdos como una píldora para que todos los soldados del ejército enemigo devengan gays. Inventan cada día cosas absurdas.

- Usted ha escrito y profundizado sobre la religión y el posmodernismo (Creer que se cree, 1996; Después de la cristiandad, 2002; El futuro de la religión, 2005) y fue crítico de la Iglesia. ¿Cuál es su perspectiva con la asunción del nuevo Papa?

– Yo tengo bastante confianza en él. Aunque la religión de la posmodernidad debería tener a una Iglesia que siga un poco el itinerario del pensamiento débil, que se reduce progresivamente. Por ejemplo, una Iglesia Católica respetable, ¿necesita tener un banco? El banco del Vaticano es uno de los más corruptos del mundo. Incluso, ¿tiene que tener una moral sexual? ¿Qué puedo esperar del nuevo Papa? No muchísimo porque es un Papa y no se puede esperar que ingrese al Vaticano con la bandera roja.

– ¿Usted es creyente?

– Yo creo en el Evangelio, que me ha sido transmitido por la Iglesia. Por lo que no puedo prescindir de la Iglesia. Yo creo que soy creyente. Efectivamente, si pienso en mi ideal de vida, mi ética, pienso en términos de ética cristiana, en la imitación de Cristo: la caridad, la apertura a los otros. Me esfuerzo por ser lo que el Evangelio me dice. No creo que lo haga siempre. Así es que no puedo hablar de posmodernidad sin cristianismo. La posmodernidad me libera de todos los grandes sistemas y puedo escuchar el Evangelio. Pero sin pensar que es la única revelación posible a la que se tienen que convertir todos. Es algo que a mí me hace sentir bastante en orden conmigo mismo y que intento practicar discutiendo con otros. Si alguien me demuestra que siendo cristiano hago daño a alguien, repensaré mi posición. Por lo pronto, no puedo vivir sin ser cristiano.


Son fragmentos. El que contesta es Gianni Vattimo.

La presentación que el último número de la revista Veintitrés hace a la entrevista de Franco Mizrahi, dice:
Cualquier distraído podría pasar por alto que se trata de uno de los grandes pensadores contemporáneos, que escribió obras como El fin de la modernidad (1985) y No ser Dios (2008). Es el intelectual que definió a la posmodernidad como “el fallecimiento de todas las explicaciones totales” y creó la teoría del “pensamiento débil” –nutriéndose de Nietzsche y Heidegger, a quienes tradujo al italiano–. Provocador por naturaleza, se declara castrista, chavista, cristiano y homosexual. “Mi ideal político sería tener un buen Lenin amigo”, arriesga. Invitado por la Federación de Docentes de las Universidades (FEDUN) y por el departamento de Artes Audiovisuales del IUNA, Vattimo –quien también es integrante del Parlamento Europeo– llegó el 3 de abril a Buenos Aires para brindar un ciclo de conferencias y encuentros –libres y gratuitos– hasta el 12 del mismo mes.


- ¿Y?

- ¿Y qué?

- ¿Y con esto qué? ¿Qué sacamos de todo esto?

- Y yo que sé... Vaya, cumpa. Busque el numerito -tiene fecha 4 de abril de 2013- y lea. Y después de leer, medite y saque alguna conclusión y venga y dígame usted. Sólo le doy unos fragmentos, aunque no crea que hay mucho más... Pero y ya que estamos, por lo pronto y por ahora le digo dos cosas.

Vattimo pasa por ser uno de los gurúes de estos años. Saque cuentas.

Por otra parte, una de cuatro: o il pensiero debole resulta que era una patraña para engrupir giles o el comunismo es esencialmente débil y tanto que puede encarnar la salida política para este postmoderno, o las dos cosas juntas y miente en alguna de las dos, o no importa lo que se diga siempre se podrá decir otra cosa...



En tu sonrisa


Fue una alegría. Creía haberlo perdido hace años. Pero, no.

Detrás de un detrás de otros libros y papeles, lo encontré. O se me apareció, para decir mejor.

Una edición de los libros de poesía de Leopoldo Panero, hecha por Dámaso Alonso.

Una felicidad, como todo encuentro feliz.

Me quedé con tres poemas.

Los dos primeros son de Versos del Guadarrama, 1930-1939, de una envidiable hondura, fuerte y sencilla.

El otro está en Escrito a cada instante, de 1949. Me alegró tanto volver a leerlo.

Panero murió repentinamente a los 52 años en 1962.

Pino a pino, los ojos
(Despedida.)

Dorada y ancha plenitud huída
que hacia el mar, por los llanos, se desboca
de ladera en ladera, y cuando toca
derrama en sombra, en corazón que olvida.

¡Qué avidez al marcharse, qué escondida
avidez surco a surco, roca a roca,
qué arrastrarse a mis pies como una loca,
y arriba, entre la nieve, cuán dormida!

Dorando el pensamiento que me alumbra
pino a pino, las manos y los ojos
con un puro temblor de vencimiento,

se extiende mi dolor en la penumbra
del campo, como el viento en los rastrojos,
el viento que te llama, el dulce viento...


Roto mi corazón

En el resol de la mañana flota
el rumor de los pinos, vahariento
de azul: leve frescura en movimiento
que entenebrece la montaña rota

de barranco en barranco. El mundo brota
puramente otra vez y dentro siento
al corazón crecer; hablar al viento;
la palabra del agua gota a gota...

Hablar, hablar del agua hacia el profundo
verdor que cae en sima, donde suena
roto mi corazón, en su mañana;

tras el andar del sol se queda el mundo
oyendo solo el agua, la colmena
del agua, el pecho roto donde mana.


En tu sonrisa

Ya empieza tu sonrisa,
como el son de la lluvia en los cristales.
La tarde vibra al fondo de frescura,
y brota de la tierra un olor suave,
un olor parecido a tu sonrisa.
Un pájaro se posa entre el ramaje,
y comienza a cantar en tu sonrisa
y a mover tu sonrisa como el sauce
con el aura de abril; la lluvia roza
vagamente el paisaje,
y hacia adentro se pierde tu sonrisa,
y hacia adentro se borra y se deshace,
y hacia el alma me lleva,
desde el alma me trae,
atónito, a tu lado.
Ya tu sonrisa entre mis labios arde,
y oliendo en ella estoy a tierra limpia,
y a luz, y a la frescura de la tarde
donde brilla de nuevo el sol, y el iris,
movido levemente por el aire,
es como tu sonrisa que se acaba
dejando su hermosura entre los árboles...



jueves, 4 de abril de 2013

Mientras


Estoy mirando ahora
unas manos que juegan con mis manos
y unos ojos que ríen y me miran.

Estoy oyendo un canto
que como un ángel dice sus amores
y un laúd que acompaña sus desdichas felices.

Estoy oyendo el aire
de este abril en su furia
que aún cobija el sol, unos trinos, lavandas.

Mientras,
el rumor de una guerra
el estrépito gris de la congoja
un insomnio salitre
un odio helado como el viento
una boca perpleja que balbuce
el hambre
y las heridas, la tristeza
y esa nada
y la angustia de la nada
y su niebla.

Mientras.

Estoy mirando ahora
unas manos que juegan con mis manos
y unos ojos que ríen y me miran.

Estoy oyendo un canto
que como un ángel dice sus amores
y un laúd que acompaña las desdichas felices.

Estoy oyendo el aire
de este abril en su furia
que aún cobija el sol, unos trinos, lavandas.


lunes, 1 de abril de 2013

Soledad






Señora de los Dolores,
Virgen de la Soledad,
el viento hiere en mis ojos
tu tierra en medio del mar.

Tengo esta tierra en mis huesos
y el corazón en amores,
Virgen de la Soledad,
Señora de los Dolores.

Toma mi sangre y mi ruego,
Virgen de la Soledad;
Señora de los Dolores,
líbranos de todo mal.

Toma mi canto y mi vida,
Señora de los Dolores,
porque no tengo más dones
que darte, Señora mía,
Virgen de la Soledad.




El 2 de abril de 1767, el capitán de navío Felipe Ruíz Puente toma posesión de su cargo como primer gobernador español de las Islas Malvinas. Estará allí hasta el 23 de enero de 1773.

Una de las necesidades que le pareció urgente remediar al nuevo gobernador, fue la asistencia espiritual de quienes allí había, los franceses que quedaron tras la llegada de Bougainville, así como los españoles y criollos que lo acompañaban ahora. Construyó una capilla y pidió a Buenos Aires, de la que dependía, frailes y una imagen de la Virgen, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Soledad. Dos frailes y la imagen llegaron en enero de 1768. Desde la protección de aquella advocación, durante años la capital y  puerto mayor de las islas se llamó Nuestra Señora de la Soledad, y a poco la entera isla mayor tomó finalmente su nombre. Hay quienes atribuyen a Francisco de Paula Bucarelli, gobernador de Buenos Aires, la elección de la imagen.

Se dice por otra parte que la advocación de Nuestra Señora de la Soledad (derivada de la advocación de la Virgen de los Dolores, en recuerdo de los sufrimientos de la Madre de Jesús) es devoción antigua y ciertamente que muy arraigada en España. Allí, dicen algunos, llegó oficialmente en tiempos de Felipe II, cuando su matrimonio con la francesa Isabel de Valois.

Lo que no tiene discusión es que es la tutela primera que la Virgen tuvo oficialmente sobre las Islas Malvinas.



Su Santidad Antonio



Un cordero que da la libertad en la acción espiritual, tal y como el cordero pascual hebreo da la libertad en la acción cotidiana de los hombres construyendo historia.

Pascua judía, pascua cristiana... ¿Pascua? ¿Redención? ¿De qué estamos hablando? ¿Cómo se llega a esas conclusiones?

Si quiere enterarse un poco de dónde salen estos razonamientos que son religiosos (sí, mi amigo, son religiosos: ¿todavía no se convence?), trabaje un poco y busque un sermón de Sergio Szpolski en Tiempo Argentino del Domingo de Pascua. Allí, tomando el libro del Éxodo, Szpolski sigue la exégesis de Najmánides -reconocido talmudista nacido a fines del siglo XII que derivó en la Cábala- pero en realidad la utiliza en paralelo con los escritos de Antonio Gramsci, algo forzadamente diría yo. El sermón (de Szpolski) se llama Las Pascuas de Najmanides, Gramsci y San Agustín y los que siguen son algunos de sus pasajes:
Al leer a Najmanides desde Gramsci podemos dilucidar que el consentimiento del culto pagano que los egipcios impusieron sutilmente sobre los hebreos constituyó la faz ideológica de su esclavitud. Por ello, con la llegada de Moisés lo primero que se le reclama a este grupo de esclavos es una interpelación crítica hacia una cultura que, deificando una multiplicidad de dioses, unos más fuertes que otros, justificaba la dominación de unos hombres sobre los otros. El Monoteísmo hebreo, al proclamar la unicidad de Dios y al aceptarlo como el único creador de los hombres, establece la completa igualdad entre ellos. Como dice el Midrash: ¿por qué fue creado un solo hombre y no muchos? Para enseñarnos que todos somos hijos de un mismo Dios e iguales en nuestros derechos.

Ese cambio cultural que permitió comenzar a desatar las cadenas de la esclavitud física que impuso la coerción del Estado egipcio exige un salto que puede parecer irracional como lo son las ideas que les son presentadas a los pueblos oprimidos cuando estos aún se encuentran bajo la hegemonía ideológica del conquistador.

Y en efecto, el llamado de Moisés a organizarse para salir de Egipto con el fin de servir a Dios es percibido en principio como imposible e irracional.

La idea de Moisés era "irracional" en el marco de la "racionalidad" egipcia, pero como afirma Gramsci en el tomo I de los Cuadernos de la cárcel (Quaderni del carcere): "El hecho de que un tipo de vida o pensamiento resulte irracional para algunos es importante porque está ahí el germen del cambio. Hay que propagarlo con todos los medios que se tengan y de este modo se empiezan a modificar las costumbres y el modo de pensar."

Por ello, si se lee con atención todo el texto bíblico que narra los acontecimientos previos al éxodo, lo que se observa es la disputa entre Moisés como portador de la nueva ideología y los sacerdotes egipcios como los sostenedores de la ideología del viejo régimen.

Los sacerdotes egipcios a los que enfrenta Moisés convierten el agua en sangre después que Moisés lo hace; o aquellos que logran transformar sus bastones en serpientes al igual que lo hace Moisés, son los intelectuales de la clase dominante tal y cual los define Gramsci en su texto sobre los intelectuales. "Los intelectuales son los 'empleados' del grupo dominante para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social y del gobierno político, a saber: 1) del "consenso" espontáneo que las grandes masas de la población dan a la dirección impuesta a la vida social por el grupo fundamental dominante, consenso que históricamente nace del prestigio (y por lo tanto de la confianza) que el grupo dominante deriva de su posición y de su función en el mundo de la producción. 2) del aparato de coerción estatal que asegura "legalmente" la disciplina de aquellos grupos que no "consienten".

El san Agustín del título aparece mencionado al final y se usa para forzar la conclusión que copié al principío.

La viñeta humorística de Rep, por su parte, viene de Página/12, de la edición del mismo domingo. Y a mi sabor pega con el sermón, si se fija con atención y deja de lado los soponcios, gorgoritos e improperios...


Mire.

Le voy a decir dos cosas.

En primero, a diferencia de otros, la izquierda tiene la desventaja de ser un poco obvia y siempre un poco aguerrida de más en sus proclamas y hasta en sus parodias (no, ya sé: no son los únicos que renguean de ese pie...) Le vendrá, no sé, de su matriz dialéctica y agonal, que eso me lo dirán los peritos filósofos. No digo que eso lenifique lo que dice y lo que promueve con lo que dice. Digo que más peligroso que la violencia es lo melifluo. De habitual, a la izquierda en general no le sale para nada lo melifluo. Aunque, si se lee con atención, Gramsci prefiere la persuasión, siempre más penetrante que la violencia si se trata de hegemonía revolucionaria, aunque la violencia crea él que es necesaria en algún tramo de la hegemonía.

En segundo, es una cierta ventaja tener a la mano cosas tan raras como los sermones de Sergio Szpolski. Ya hablé de él. Entiendo, sí, entiendo... ¿A quién le importa? Y peor: ¿quién soporta, en medio de tanta cosa dando vuelta, semejantes asuntos? Pues, verá usted lo que hace, mi estimado. Pero no hay que perder de vista no sólo a Sauron. A veces, en todo caso y si así fuera, qué están haciendo Gollum o Grima es algo que hay que mirar.