lunes, 4 de febrero de 2013

Defensor fidei



¿Quién sabe qué hay detrás y adentro de las explosiones en la embajada de Israel y de la AMIA?

No sé quién sepa de cierto todo.

Yo no sé nada de nada. Ni siquiera puedo saber qué hay de verdad y qué no lo es en todo lo que dicen.

Eso no empece. Uno puede mirar lo mismo eso mismo y ver lo que ve de lo que ve.

En los últimos días, por ejemplo, leí dos o tres notas de Sergio Szpolski en Tiempo argentino, diario de su propiedad como una otra veintena de medios de toda suerte, todos oportunamente propagandistas pedisecuos del gobierno, hay que decirlo.

Me enteré, a propósito de la curiosidad que me despertaron sus razonamientos, que Szpolski, entre otras cosas (empresario de varias cosas y graduado en sociología), es rabino. No sé en cuál de las líneas del rabinato, pero se dice que lo es y nadie lo ha desmentido.

Con el telón de fondo de la agitación de los tejes y manejes con Irán, a propósito de la investigación sobre la AMIA, Szpolski terció en lo que parece más bien una discusión interior entre los judíos de aquí y de Israel; a la vez, en su papel de promotor no designado del kirchnerismo, algunas flores a Cristina le regaló, bien que en piruetas retóricas que se las cree su madre, me parece, y no mucha gente más. Milicias y militantes, agradecidos, se entiende. Y probablemente retribuyentes, claro...

El caso es que hay dos notas últimas en las que ciertos párrafos y expresiones referidas a los judíos, a su fe y a Israel me llamaron la atención.

(Y no: de ninguna manera, mi estimado compañero: busque usted lo que le digo, si pone cara de que le interesa..., que se encuentra fácil, no sea vago, qué tanto...)

En una nota de hoy, Celebrar la memoria, dice:
Abraham Joshua Heschel, uno de los pensadores judíos contemporáneos más relevantes, escribió en su libro La Tierra es del Señor que para la tradición judía no existen los espacios sagrados sino los tiempos sagrados.

Heschel sostiene que son los momentos y no los lugares los que dejan su impresión digital en la memoria colectiva.

Desde esta óptica, lo ocurrido en la ex ESMA no debe ser comparado con lo que se podría o no hacer en Auschwitz, sino con lo que la Teología Judía plantea con respecto a cómo evocar los tiempos de tragedia y desgracia.

Sin duda para la tradición de Israel, el día más trágico de la memoria colectiva es el noveno día del mes de Av, día que conmemora la destrucción del Templo de Jerusalén y el inicio del exilio que duró casi 2000 años.

Los rabinos talmúdicos convirtieron ese día en un día de luto marcado por el ayuno, reflexión y oración.

Sin embargo dejaron en claro que ese mismo día se convertiría en día de Júbilo y alegría cuando el exilio llegara a su fin y el Tiempo Mesiánico trajera la paz y la concordia al mundo.

El mensaje es claro: el día de luto más sagrado se convertiría en un día de júbilo y regocijo cuando las causas que le dieron origen fueran derrotadas.

La religión cívica de los argentinos debe tomar este concepto para sí misma y permitirse, más allá del horror y la angustia, reconvertir en esperanza lo que fue sinónimo de tragedia.

Los responsables de la noche más triste que vivimos los argentinos fueron derrotados, no sólo por la construcción de una democracia que respeta irrestrictamente los Derechos Humanos sino que están siendo juzgados y en muchas casos ya purgan condenas extraordinarias.

Transformar los lugares de la destrucción en cobijo de la celebración no es sino seguir el mandato de la vida misma.

Pero para quienes no les alcanza con esta interpretación que viene de lo más profundo de la tradición Judeocristiana permítanme recordarles que el Edificio de la AMIA, donde hoy se celebra la vida en todas sus formas, fue reconstruido en el mismo lugar donde 85 argentinos perdieron la vida en un brutal atentado terrorista.

En ese mismo lugar donde el odio sembró el horror, hoy los chicos hacen sentir sus risas.

Sería bueno que algunos dejaran de mencionar Auschwitz cada vez que el oportunismo político se los demande. Con Auschwitz no.

En otra de hoy también, La AMIA e Israel, dice:
Esperé una semana para escribir estas líneas pues primero quise expresar mi opinión sobre el Memorándum de la causa AMIA (lo hice el viernes pasado en este diario*). Por un lado, además, me pareció prudente no aumentar la artificial amplificación que los medios hegemónicos le dieron al entredicho entre las cancillerías de la Argentina y de Israel; y por el otro, me embargó la curiosidad por saber cuánto había cambiado la Comunidad Judía en la que me eduqué desde muy joven.

De lo primero, es decir, de poner en su justo término las discrepancias surgidas entre los dos países por el Memorándum sobre la causa AMIA firmado con Irán, se ocuparon los canales diplomáticos de ambas naciones, quienes, en cada uno de sus comunicados, ratificaron la condición de naciones amigas como definición estratégica de sus políticas de relaciones exteriores.

De lo segundo se ocupó la actual conducción de la AMIA.

En efecto, su discurso y los ideales que conlleva cambiaron. Ya no son lo que mis maestros en el Instituto Rambam –que dependía de la AMIA– me enseñaron con fervor.

La visión de Israel como la realización concreta del derecho del pueblo judío a una vida nacional que sea el centro de su desarrollo como pueblo ya no es más un axioma que la dirigencia se vea obligada a defender ante la más mínima duda.

Por ello, más allá de las consideraciones acerca de cómo reaccionaron los dirigentes de la AMIA frente al Memorándum, es gravísimo que no hayan contestado la frase del canciller cuando se refirió a que, como en el atentado contra la sede de la comunidad judía no habían muerto ciudadanos israelíes, ese no era un tema por el que Israel debiera interesarse.

Todo lo que le ocurra al pueblo judío en el Estado de Israel o en las comunidades alrededor del mundo es una preocupación del Estado Judío.

Esa regla básica fue olvidada por los dirigentes de la AMIA y no merecieron ni media letra en la serie de comunicados que emitieron.

Israel, centro nacional del pueblo judío, está ligado espiritual, religiosa y emocionalmente a las comunidades judías donde quiera que estén. Sin que eso signifique una merma en la soberanía de los países en los que esas comunidades se encuentren, ni en la participación ciudadana que los judíos en esas naciones deben llevar adelante como cualquiera de sus compatriotas.

Israel está atenta a lo que le ocurre a los judíos, pues su misma creación es la concreción del milenario sueño del pueblo judío de Israel arevim ze la ze, cuya traducción literal es que cada judío está entrelazado con el otro. Israel como Estado Judío no es ajeno a ese precepto.

Esa omisión vergonzante que una Comunidad segura de su lealtad al país del que forma parte –en este caso la República Argentina– no puede permitirse, es un daño colateral enorme en este episodio.

Afirmar el vínculo de la Comunidad Judía con Israel, y más en la actual situación geopolítica mundial, es algo que la dirigencia de la AMIA debió hacer y no hizo.

Quizá fue un olvido, quizá un cambio radical en el modo de entender la historia del pueblo judío.


Si usted, cumpa, me dice que estas dos notas son notas políticas, yo le voy a decir que de ninguna manera lo son y que absolutamente sí lo son. Y no se ponga nervioso, porque solamente un pavote hace política -de cualquier tipo...- sin que eso implique al mismo tiempo religiosidad.

Que el de Szpolski sea un ejemplo absolutamente brutal de intromisión teológica en asuntos civiles y militares, no quiere decir que no haya intromisión teológica en todos (sí, en todos...) los asuntos políticos, económicos, militares o culturales. A ver si se entera de una vez.

De todos modos, lea bien, hágame la caridad, y piense muy bien lo que se dice allí, porque el asunto tiene harta miga, y le garanto que no saldrá defraudado. Y después hablamos.

Mucho de lo que se dice en estas notas es muy interesante y quién lo dice no deja de tener lo suyo.

Porque es verdad que, si uno tuviera alma de botón, haría que chorreara aquí el cursus honorum del señor Szpolski, porque créame que este muchacho, que todavía no cumple 50 años, ha tenido una vida agitada asaz. Y todo tan público que ni hay que ponerse a buscarlo. Y mejor no me haga trabajar de más a mí y ocúpese usted.

Nos vemos en la próxima.


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* Se refiere a Una indagatoria a cambio de un camello, que publicó el viernes 1 de febrero y que básicamente fue un elogio de Cristina y su estrategia iraní, aunque parece hablarle a más de un interlocutor, tanto de cara a la interna judía, como a los críticos de la acción del gobierno en este asunto:
Prefiero una presidenta honesta que sabe que a esta altura el ritual de reclamar cada año en la ONU la saca del embrollo político pero no le hace Justicia a las víctimas.

La hipocresía de una letanía perpetua que conduce al estancamiento de la causa, puede ser una opción para la vieja política, más acostumbrada a gobernar para las coyunturas que para la historia. Prefiero una presidenta que se arriesga a la crítica y explora otra posibilidad para que la causa avance.

Él sabrá. Yo no.