lunes, 30 de diciembre de 2013

Fin de ciclo

Me aburren con lo del ciclo.

Porque lo del fin son definitivamente pavadas de marmotas.

¿Qué ciclo es el que se cumple? ¿Cuándo? ¿Cuáles son esos ciclos? ¿Qué le sigue al ciclo?

Sí, sí... Yo entiendo: estúpido no soy, y me doy cuenta de qué se habla, qué se quiere decir y adónde apunta la cosa.

Y me doy cuenta de que, al fin de cuentas, es un modo di dire.

Pero es un mal parido y peligroso modo di dire.

La historia va en espiral. Y eso quiere decir que avanza. En todos los sentidos en que pueda avanzar. En el bien y en el mal. Porque mientras haya tiempo habrá movimiento: es ley. Y el tiempo no es circular: también es ley. Va de principio a fin, moviéndose sin detenerse. Y sin repetirse (¿oyó, zapallo?: sin repetirse...)

Y si a una cosa le sigue otra y es ley que así pase, también es verdad que lo que siga no será en ningún sentido indiferente. Lo que no acelera, retarda: pero quieto no se queda. Y acelera y retrada para bien, como podría acelerar y retardar para mal.

La historia es básicamente tiempo y movimiento de principio a fin. Y con un fin. O mejor dicho, con dos fines, uno subordinado al otro, como debe ser, porque el segundo fin vive del primero.

Para eso mismo está la Esperanza: porque hay un fin parásito que se la pasa jodiendo al fin verdadero.

¿Fin de ciclo? No diga tonteras. No es así como se miran las cosas. Y cada vez es menos así como habrán de mirarse.

Las cosas parecen repetirse. Parecen, nomás. Ni modo que se repitan.

Y le digo más: desde la Encarnación del Verbo y la Redención, ni siquiera la creación volverá a ser lo que fue al principio. Hago nuevas todas las cosas significa hago nuevas todas las cosas. Y el hombre menos lo mismo es y será que todas las cosas. Porque si las cosas serán nuevas, más nuevo será el hombre. Cuestión de naturaleza y de Plan.

Los ciclos que uno cree ver en la historia, son abiertos en un punto de su aparente circunferencia. El círculo rueda, si acaso, sobre sí mismo. La historia, no. Ella avanza con un dinamismo que le viene de afuera y con el que el hombre coopera, que para algo es semejanza del Señor de la Historia. Y eso ya era así antes, en el principio, cuando la historia empezó. Y a pesar de todo así seguirá hasta el fin, no del ciclo o de los ciclos. De la historia.

Si un cristiano no puede ver eso, y si viéndolo no lo entiende, no puede leer ni siquiera los diarios.

Hace mucho calor en la pampa en estos días. No es aire propicio para hacer el pormenor de todas las cosas que se ha visto ser en estos últimos tiempos. Especialmente en este año que se va. Menos ganas tengo, todavía, de hacer el elenco contra mí mismo por lo pronto y contra estos de por aquí y estos otros de por allá, y unos por esto y otros por aquello otro. A su aire, cada cual en su casa y Dios en la de todos...

Pero no hay fin de ciclo, ni ná.

De la podredumbre de los que se mueran, saldrán los gusanos vivos en la próxima tanda. Y serán ellos también los que alimentarán desde la raíz nuevas floraciones de las que sorberán las ávidas abejas el zumo con que harán miel más tarde. Y la miel le dará vigor y salud a los otros que la aprovecharán golosos. Cada uno de esos que mueren, de esos gusanos, de esas flores y abejas, cada gota de miel y cada boca que la paladea es única y nueva. Y necesaria con necesidad de Plan: está por alguna razón y apunta al fin.

Y eso, propiamente hablando, no es ciclo. Es la historia.

La vida, mi amigo, llegará viva al final de la historia. La muerte, no: llegará muerta. Y no es cuestión de que se haya cumplido un ciclo. Se llama Creación, que es y sigue siendo un buen Plan, pese a lo que parece.

En el mientras tanto, aprechugue.

Es la historia.

Es ese campo sembrado de trigo en el que vino un malo y echó la mala hierba que cuando crece se parece al trigo.

Mala cosa. Qué remedio. No hay cómo.

O sí.

Apechugue, por lo pronto. Si tiene estómago, mire, discierna, digiera y asimile. Si no tiene estómago, mejor de ciertas cosas no pruebe.

Y siga sembrando trigo. Y espere la cosecha. Y vuelva a sembrar.


Y déjese de ciclos y pavadas.


Y esté atento al fin.




Fin de la historia

What we call the beginning is often the end
and to make an end is to make a beginning.
The end is where we start from.

T. S. Eliot: Four Quartets, Little Gidding, V



¿Es oscuro? ¿Es la noche? ¿Es el desierto?
¿Es la angustia de ser? ¿Es la agonía?
¿La sombra de la vida, el tiempo muerto?
¿Es la muerte? ¿Es el final del día?
¿Es la playa sin mar y el mar sin puerto?
¿La nave sin timón, la luz vacía?
¿Es la nada de nada, el rumbo incierto?
¿Es el pecho sin fuego ni alegría?
Pero si ése es el fin, ésa es la meta:
será que pasa el tiempo amargo y duro,
ya sin ayer, sin hoy y sin futuro.
Pero si ése es el fin, no habrá más daño: 
porque es el hondo paso de la historia
en que el fin es principio. Y es la Gloria.



miércoles, 25 de diciembre de 2013

Encarnación de la luz



Juan, 1, 14


Doy esta voz como se siembra un hijo
en la entraña de sombras de esta tierra.
Siembro esta voz como si ya le diera
voz al silencio en sombra enmudecido.

Le doy la luz a un valle que en tinieblas
busca la voz que espera en su vacío.
Y lleva luz la voz en su camino
deshaciendo la sombra con su siembra.

Doy esta voz que es hijo luminoso
y el silencio sinfónico del mundo
vuelve, a su voz y luz, a hacerse santo.

Hasta que vibre el aire y en sus ojos
un resplandor me diga: siempre es tuyo
lo tuyo y mío y del enamorado
.



lunes, 23 de diciembre de 2013

Peter Jackson y la tranquera

Podría haber sido en otros días. O en otra época del año.

Pero también se entiende que sea ahora que aprieta el sol y las noches parecen las de la Isla Calavera.


Momento: vayamos por partes.

Algunos de la casa tenían deudas con la justicia escolar. Y hasta que no saldaran sus pecados, no había nada que hacer: nada de pileta. Calor o no, ni hablar de oleajes. la vida estaba en tierra firme por unos días.

Así, en medio del aire hirviente, con el amparo apenas del tala, el laurel y el tilo, comenzaron los trajines y el plan de trabajos: había que llevar las cosas al ritmo de las cosas.

Entonces, y para alargar el tiempo, empecé por el jardín y los alrededores del estanque. Podas y acomodos, canteros y trasplantes, pilas de restos orgánicos, brotes secos, ramas viejas, cercos en línea. Y así siguiendo.

Después, había que calafatear la nave. La pobre: lleva varias campañas y alegrías acuáticas de niños mil. Pero, ay... Entrar al foso soleado ya era para expedicionarios avezados. Había que medir las fuerzas y dosificar las horas nubladas o directamente sin sol: mejor las madrugadas o los atardeceres. Pero como todo puede finir, también eso finó y fue cumplido. Un día, la vieja nave estaba en condiciones de gobernar otra vez las olas de su seno. Porque, se entiende, esta nave lleva el agua y no la surca.

No tan fácil, cumpa.

Porque resulta que está Pipe.

Pipe frisa el año y medio y algo más y varios días a la semana visita la casa de sus abuelos maternos, un territorio que no tiene ni secretos ni restricciones para él y en el que se muestra feliz, muy dueño y a sus anchas.

Bueno, no tanto. Porque, con la nave lista, apareció una restricción para él. No suya de él, en realidad, porque a él no le impresiona ni le atrae especialmente, aunque disfrute la mar con el agua. De peligros y amenazas, nada.

Sin embargo, siempre hay quien sueñe interminables sueños inquietos si solamente imagina que Pipe caiga en las fauces de la nave en un descuido.

Y fue que hubo concilios y conciliábulos, alternativas y arquitecturas varias. Estaba el típico cerco de pileta. Pero. ¿La nave cercada? Tentador, tranquilizador. Pero feo.

Alguien propuso, entonces, desprender el jardín de la casa con un alambrado (horribile dictu, pero así se lo nombró, qué puede hacer un servidor...) Se llegó a mencionar un estipendio para un hombre que viniera y pusiera postes y alambres hasta dejar montado un olímpico carcelario. Un disparate, créame. Feo y encima hay que pagar. Nones.

Volvamos al calor de estos días. Porque fue así y todo que la sangre herrera del infrascripto imaginó en las madrugadas más frescas que el día y las tardes, una cerca de madera, con vallas de otro tanto y como una especie de tranquera.

El calor era disuasivo, claro que sí... Que otro yugara mientras uno sorbía tereré con limón bajo el tala parecía edénico.

Pero estaba la dignidad de la belleza. Estaba la nobleza de la madera y el hierro, contra el alambre y el cemento.

Y estaba Pipe.


Y estaba la posibilidad espantable del alambrado y sus manitas aferradas a la grisidad. Definitivo: no hay que dejar ciertas cosas a las mujeres, a ver si me explico.


* * * 


Primero fue el diseño y las variantes. Y las madrugadas tórridas son ideales, ya le dije, mate en mano, bajo el tala, en la semiluz sin sol y algo de frescura. Papel y lápiz. Y cigarros, eso sí.

Después, los materiales. Comprar, mi cuate, compra cualquiera, fíjese lo que le digo. Nada de eso.

Unos postes de quebracho, rescatados y atesorados, de viejos alambrados de cuando el pueblo era menos pueblo y más campo. Unos tirantes de un techo que alguein no ocupó y vinieron a parar a la casa. Hubo sí que hacerse de un tejido fino, como metal desplegado, apenas visible, pero seguro. Nada de lo que arrepentirse. Unos viejos tensores de alambrado con sus tuercas, hasta que aparezcan los tornillos de madera conveniente oxidados.

Y listo.



Lo demás era trabajo, sol, paciencia. Y la mente fija en Pipe. Y en las artesanías.

Tenía que quedar como una especie de tranquera. Y así quedó.

El paso estrecho lo cerrará una puerta reja, forjada por el tatarabuelo de Pipe, Victorio, el herrero de Parma, un poco menos de un siglo atrás. Un retoque que otro (con un herrero más nuevo), le garanto que la deja en carrera otra vez, cerrando (o abriendo) nuevos pasos, de los tantos que hubo en sus años.


Y no se hable más.


*   *   *


¿Y Peter Jackson?

Ah..., cierto, Jackson. El caballero novel de la Orden de Nueva Zelanda, tan fresquita. Sir Peter Jackson.

Claro. Ése. Ese Jackson.

Una de las de la casa había querido ir a ver una última de Sir Jackson. Y fue, nomás. Algún negociado con un libro de Tolkien, creo. El hobbit, me parece, por lo que contó. Pero partido en tres partes, me da que por $$ (que si lo hubiera hecho en 4 partes, bien podría haber filmado Tupac Amaru... A Sir Jackson le gustan las cosas truculentas. Si no, vaya y pregunte por Braindead...)


Tomaba unos mates a la nochecita. Miraba la tranquera, la reja. Y a Pipe, que indiferente a los afanes, sorteaba las vallas con displicencia.

Había estado días batallando con serruchos y tenazas, taladros y sierras, escuadras y clavos. Y el calor. Y él tan fresco.

Con la mirada medio perdida, todavía viendo variantes de la artesanía -como pasa cuando se está por terminar-, de pronto, se me cruzó Jackson.

Y, entonces, medio de noche, ya recogiendo cansina pero aplicadamente las herramientas (herencia oral de mi padre que no me dejaba dejar nada tirado...), me dije: "Y, sí, qué se le va a hacer: Peter Jackson es a Tolkien lo que Ricky Martin es a Bach.... Nadie da lo que no tiene..., pobre Tolkien..., qué remedio..."


Y busqué una cerveza.


Ya era hora.




sábado, 21 de diciembre de 2013

Viaje de Primavera

¿Por qué no despedir a la primavera? Después de todo es tan cierto que llega el verano como que ella se va.

Y más: si ha de ocurrir una cosa, por fuerza ocurrirá la otra antes.

Me quedo con la despedida, en este caso. Me es más. El verano -el verano en cuanto verano- no me es afín. Ni yo a él. No tengo bienvenida que darle. Y sí lo despediría al irse, pero por razones muy otras, que no son las que Primavera merece.

Así las cosas, y en su homenaje, aquí está este Madrigal en silva, de Leopoldo Marechal. Se lo encuentra, si se lo busca, precisamente en El viaje de la primavera, de 1945.

Buen viaje.

Si entre las Islas Bienaventuradas
está la tuya, Hermosa,
pondré timón y velas a la rosa.

Mi hermano, el viento de las ocho espadas,
no abatirá la flor, si se lo pido,
ni el mar que aguijonea sus boyadas,
boyero encanecido,
para que bogue sin dolor y cante
la rosa navegante.

Aventa el humo, allana tus senderos,
provincia nemorosa,
si quieres que laudables marineros
no lloren el naufragio de la rosa.




lunes, 16 de diciembre de 2013

Nox est ista


 Éxodo 12, 42

La tierra madura en llamas
un resplandor de jazmines,
blancos de luz y aromados
con un perfume sin tiempo
que amenaza el aire tibio
de esta noche sin tormentas.

La luna llena en silencio
espera un rumor del aire.
Y en el llanto de esta tierra
lloran mil ojos de fuego
tristezas como una lluvia
que riegan la tierra sola.

Hay una sed de las piedras
que secamente se pudren
sin el amparo del agua.
Y un hambre en flor que se yergue
y repta como si el miedo
le devorara la boca.

Es polvo y sangre sin rumbo
y es un dolor en las manos
y es un cansancio de siglos,
la cosecha de estos días,
barbecho de una esperanza
entre unas zarzas oculta.



viernes, 13 de diciembre de 2013

Castellani y la huelga en Mar del Plata


Ahí lo tiene, vea.

Se lo doy en formato libro para que se imagine que lo está leyendo propio propio...

Es de la tercera edición de Las canciones de Militis, de Leonardo Castellani, de Dictio, 1977.

La nota viene de Cabildo de los '40, más precisamente de 1944, marzo 7.

Como pasa tantas veces, algún paspado irá por el lado de las profecías y ese paspado se perderá lo más político que tiene la notícula. Y lo que me parece que importa más es lo más político, que es de lo que está hablando Castellani.

De notar es cuánto acierta. Casi tanto como le pifia. ¿Ingenuidad? ¿Es porque era el '44 y había cosas que ni aparecían y otras que parecía que estaban entonces pero ya habían desaparecido? ¿La J(uventud) O(brera) C(atólica) para contrarrestar la hábil propaganda anárquica y corruptora...? ¿Sí? ¿Sería posible entonces y después nunca más? ¿Ni siquiera entonces y era un espejismo porque era la Guerra, era el '44 y parecía que se podía? ¿Y las congraciones mariales de los jesuitas pero renovadas al modo de células comunistas?

No había peronismo en esos días. Al poco tiempo hubo. Y en poco más él mismo aceptaría que lo incluyeran como candidato por la Alianza en el '46.

¿Estado ético más gremios orgánicos? ¿Tuvimos eso? ¿Por la mitad, dice usted? ¿Estado sí, ético no? ¿Orgánicos sí, pero gremios no tanto?

¿O no se equivocaba tanto Castellani pero alguien que debía meter mano en la política no lo hizo, y todos los demás sí?

¿Dos generaciones dice él?

Pasaron 70 años, que son casi tres generaciones...


¿Qué me dice?

Y, claro. Yo digo lo mismo: lo leo otra vez (y otra más) y lo voy pensando.




martes, 3 de diciembre de 2013

Yo

Volábamos sobre Centroamérica y hacía más de una hora que habíamos partido. Pasillo de por medio, viajaba un estudiante peruano que volvía a su patria para las vacaciones de Pascua.

Nos pusimos a conversar, primero de cosas sin importancia, como suele ser cuando se encuentran dos desconocidos. Con el tiempo, las cosas fueron calando más y más y le pasamos revista a casi todo, porque el joven era hombre sereno e ilustrado, pese a sus años. Lo cierto es que más allá de algunos asuntos de fútbol y otros más de historia, acordábamos en casi todo, lo que me sorprendió.

Pronto éramos bastante de confianza y mutuamente chanceábamos al otro con esto y aquello. En algún momento, hablamos de los argentinos (porque aprendí en América que, si hay un argentino, más tarde o más temprano hay algo para decirle, respecto de lo que es y de cómo es, de cómo somos...)

Una prueba de que no había mayor recelo en la conversación fue un chiste que me contó, no sin antes hacer el anuncio respetuoso de que iba a ser de argentinos, uno de los motivos favoritos de muchos en América, de México para abajo, y de los que mi compañero parecía saber una cantidad.

Resulta que un colombiano y un argentino vuelan juntos a Europa. Se conocieron en el mismo avión y trabaron pronto complicidades de viajeros sin nada que hacer. Ambos iban un poco a ver qué había allá. Cada uno con su modalidad, charlaban de esto y aquello hasta que el colombiano, de pronto, le dice a su compañero:

- Oye, vamos a llegar a Madrid en poco más y seguiremos juntos un tiempo, recorriendo, ¿a ti qué te parece mejor? ¿hablamos de vos o de ?

- Mirá, che, qué sé yo... A mí me da igual... Mientras hablemos de mí...



jueves, 31 de octubre de 2013

Puercos, demagogia y pajarones

Me llegó este cuento. Es realmente muy gracioso, a mi sabor.

Pero me quedé pensando: está tan lleno de guiños y contraseñas.


Hagamos un breve ejercicio de lecturas paralelas, divergentes, sinfónicas, si acaso.

Un poco de hermenéutica, muchacho; vamos, ánimo...

Que se termina octubre.

Un profesor está almorzando en el comedor de la universidad.

Llega un alumno con su bandeja y se sienta al lado del profesor.

El profesor le dice: Un puerco y un pájaro no se sientan a comer juntos...

Pues me voy volando..., contesta el alumno y se cambia de mesa.
 
El profesor, verde de rabia, acusa el golpe y decide aplazarlo en el próximo examen. Pero he aquí que el alumno responde brillantemente a todo.
 
Entonces, y antes de entregarle su hoja, el profesor le pregunta con voz ronca y con aparente calma, pero con la furia contenida: Está caminando por la calle y encuentra una bolsa. Adentro está la sabiduría y hay mucho dinero, ¿cuál de las dos cosas se lleva usted?

El alumno responde sin titubear: ¡¡El dinero!!

El profesor, muy satisfecho con la respuesta que ha dejado al alumno en evidencia, le dice con suficiencia: Yo, en su lugar, me hubiera llevado la sabiduría, ¿no le parece?

Cada uno toma lo que no tiene..., responde el alumno.

Así las cosas, el profesor, histérico y ya completamente fuera de sí, escribe en la hoja del examen ¡¡¡Idiota!!! y se la devuelve.

El alumno toma la hoja y se sienta.

Al cabo de unos minutos, el alumno se levanta, se dirige al profesor y le dice: Disculpe, señor, veo que firmó la hoja, pero no me puso la nota...




Coplitas de la lluvia





Mire allí esa nube negra
que viene en ancas del viento,
silbando coplas del aire
y amenazando a los cerros.

Mire qué bronco en la nube
galopa nervioso un trueno:
toda la tierra retiembla
porque retiemblan los cielos.

Mire chispear refucilos
mientras los campos sedientos
se aprontan porque ya viene,
tras el rayo, el aguacero.

Y mire esta lluvia mansa
que deja de terciopelo
toda la falda y el monte,
y canta como un cencerro.




miércoles, 30 de octubre de 2013

Coplitas de las flores





Mocita, ¿qué andás trayendo
tan de mañana?
Unas florcitas que he visto
en la quebrada.

 
Churita, ¡cuántos colores
tiene ese ramo...!
A todos les puse un nombre
para nombrarlo.

 
Chinita, ¿y a quién le llevas
flores tan lindas?
Son pa' un mocito del valle,
porque es mi vida.

 
Niña bella y bella flor...
feliz el enamorado
al que con beso aromado
así le ofrenden amor.

Pues son para usted, señor...




lunes, 28 de octubre de 2013

Coplitas de nadie





Estas coplitas sin nombre
no van a ninguna parte,
nadie espera que le lleguen
y su destino es de nadie.

No tienen ningún camino
y a su encuentro nadie sale
porque estas coplas, si suenan,
suenan nomás, para nadie.

La voz que las va cantando
es voz que viene del aire
y por el aire se pierde
mientras no las oye nadie.

Nadie sabe lo que han sido,
nadie supo que se canten,
porque a nadie se le dicen
las coplas, si son de nadie.




domingo, 27 de octubre de 2013

Amor presente

Hace dos meses, yo tenía un amor futuro.

Me habían invitado a Tucumán y por entonces faltaba arreglar detalles del viaje, lo que lo hacía probable, pero no seguro.

Fui.

Y volví.

Tenía que ser, en principio, en septiembre, cuando Tucumán se luce, como me dijo mi anfitrión al invitarme.

Pero fue a fines de octubre, cuando el jacarandá (tarcos, los llaman allí)  reina casi solo y hace azul a Tucumán. Apenas vi un lapacho amarillo florecido, los blancos son poco menos que inhallables.

Mi amor futuro en esos días era traer de aquellas tierras dos lapachos, uno amarillo y otro blanco.

¡Cómo son las cosas, viera!

Nomás decir que me gustaría ver si consigo... y ya estaban trayéndomelos de Yerba Buena. Nomás enterarse otros de que había dicho que me gustaría... y más aparecieron.

Como ciento por uno.

Y usted dirá: "en fin, no es para tanto: se salió con la suya y se trajo lo que quería..."

Y no, fíjese.

De lo que quería, me vino lo que quería, centuplicado.

De lo que no sabía ni hubiera pensado, me vine de Tucumán con inconmensurablemente mucho más.

Y tuve que traérmelo, porque es de aquellas cosas que no sabe uno cómo le entran al alma y al corazón y a la mente.

Y ya no se van. 




sábado, 26 de octubre de 2013

Coplitas del camino





Qué largo parece el día
si el sendero es pedregoso.
Qué larga se hace la vida
si nunca llega el reposo.

Qué linda la senda llana
y un manantial fresco y puro
que alivia la sed del alma,
mientras el pie va seguro.

Qué duro pa'l caminante
es ir sin saber adónde,
no ver dónde el sol le nace
ni ver dónde el sol se esconde.

Qué dicha si al fin de todo
ya descansa el peregrino,
con la esperanza hecha gozo
donde termina el camino.



jueves, 24 de octubre de 2013

Coplitas del tarco






Ya llega la flor al cerro
y las penitas se van;
la alegría es azul cielo
y azul de jacarandá.

Con la florcita'e romero
se hace celeste el cantar
por quebradas y arroyuelos,
y un azul jacarandá.

Qué lindo canta el silencio
que el viento invita a bailar
en esta siesta de fuego
y de azul jacarandá.

Bienhaya, los brotes nuevos
que la sierra tiene y da:
regala amor, aire bueno
y el azul jacarandá.





miércoles, 23 de octubre de 2013

El mar





El cielo dado vuelta y sin estrellas:
eso es el mar, potente en ademanes;
y un rumor de vaivenes en s
us venas.
La sola soledad sólo a él le cabe.
Un horizonte lejos, las mareas
lunáticas, el viento, los oleajes...
Sin flores, sin caminos, sin tabernas, 
sin árboles, sin nidos, sin juglares. 
Eso es el mar, el mar..., la voz tronante
que deshace la voz de los poetas,
con su belleza líquida y salvaje.
Eso es el mar, el mar... la sal, su arena,
la inmensidad, la hondura inhabitable...
Y el opuesto del cielo y de la tierra.




Era octubre





Era octubre y el cielo en la mirada
sembraba los jazmines como estrellas
que al corazón herían con su gozo.
Porque era octubre, sí, cuando era octubre
la primavera y el color del aire,
celeste como un canto de campanas
alejando la sombra, los pesares.
El mundo era un misterio delicioso
porque octubre pasaba por su puerta
todo aroma y silencio en sinfonía.
Y así era entonces. La quietud, la fuerza,
el suave resplandor de cada lluvia,
la inocencia del día y de la noche...
Cuando octubre era octubre, así era octubre.




martes, 22 de octubre de 2013

Coplitas del niño





Mi niño chiquito,
florcita de tuna,
lo tiene la noche
quietito en la cuna.

Huahuita del cielo,
quiérase dormir:
cierre los ojitos,
no los vuelva a abrir.

Niñito de mi alma,
angelito mío,
la luna le trajo
gotas de rocío.

Changuito del aire
que huele a cedrón,
duerma con los sueños
de mi corazón.




lunes, 21 de octubre de 2013

Coplitas de bien morir





Viene la muerte y me dice
que vea que ya es la hora,
que a su yugo me esclavice.
Ay, la pálida señora.

Voy al ángel de mi guarda
y le pido su favor,
que la muerte no se tarda.
Ay, generoso señor.

Viene la muerte y le digo
que me voy en compañía
de un ángel que va conmigo
y que es amigo mejor.

Ay, la muerte cómo haría
para quitarme el abrigo
con su mano seca y fría,
si mi vida ya no es mía
y la tiene el Creador.




domingo, 20 de octubre de 2013

Coplitas de la niña





Lleva en el pelo la noche,
y en los ojos lleva miel,
y en los labios lleva flores
que canta en coplas, mi bien.

Ay, niña del cerro,
tu piel de aceituna
me brilla en las manos
como la luna.

Dice mi nombre trenzando
manojitos de romero.
Y florecen los lapachos
cuando saben que la pienso.

Ay, niña churita,
frutito'e mistol,
tu luz ilumina
como el amor.




sábado, 19 de octubre de 2013

Coplitas de la luna celosa





Anda nublada la luna:
está celosa.
Dice que miro a una estrella
que me enamora.

Anda la luna brillante
y va encendida
de celos por un lucero,
el que más brilla.

Anda la luna en el cielo,
y en su arrebato:
ella mirando hacia el este
y yo al ocaso.

Anda en sus celos la luna
toda la noche.
La estrella busca unos ojos
que la enamoren.




Coplitas del río





A la orilla del río
canté su nombre;
la quebrada lo dice
y me responde.

Orillitas del río,
piedra y frescura,
van nombrando a una moza
las aguas tuyas.

A la orilla del río
dejé estas coplas
y subieron al cerro
como palomas.

Orillita del río,
corriente clara,
tiene sed de tu canto
la niña amada.




Clavelito



En la casa, no hay muchos a los que les gusten las plantas. Si acaso, verlas. En modo alguno ocuparse.

Tienen algunos alguna que prefieren. Y alguna que no soportan.

Pasa habitualmente que en tiempos como estos primaverales en que estallan los colores en hojas y flores, o en los otoños en que la paleta de Natura se luce, hay algunas admiraciones sinceras. Y por ahí les entra un poco de admiración y algo de afecto por el planterío.

De tanto en tanto, por esto o aquello, hago una visita guiada a corolas y gajos, nada más que como homenaje a los tallos, ramas, hojas, flores, frutos y a las raíces, animalitos de Dios, que tanta alegría callada dan, tanta pena en silencio acompañan. O visten a una y a otra, como si supieran.

Pero está el tala.

Claro.

Tiene que haber traído la semilla algún pájaro.

Una veintena de años atrás, había allí un sauce que terminó muriendo. Después, como a la vera y casi sobre la medianera, apareció un laurel que dejé venirse árbol para que diera hojas de cocina y sombra.

Pero llegó un tala.

Hace años está. Quién sabe de dónde. Y lo dejé. Sobre todo, por recuerdo de mi infancia serrana. Y creció. Y la copa anda ya por los 12 metros. Y las ramas espinosas se meten casi 6 metros a cada lado del linde.

Flor de tala.

Es decir, nada de flor. Pura hoja en primavera y verano, pura rama de espinas fieras (los vecinos ya empiezan a quejarse con elegancia...) y puro frutito anaranjado que hace delirar en chillidos al cotorrerío que a esta altura del año empieza a llegar, goloso (y hasta a hacer algún nido, para estar cerca de la comida...)

Y después, las hormigas. Que compiten con el pajarerío de aves de toda laya, porque son aficionadas al frutito, también ellas.

Se anda mucho descalzo en la casa. Todos. Y casi en todo tiempo. Y, claro, el tala hace pagar el precio de darse ese gusto, porque no deja de soltar ramitas con espinas.

Para más, como a ninguno de los otros ejemplares de la casa, al tala van a dar los claveles del aire.

De modo que, así las cosas, nadie quiere al tala, ni acá, ni en los alrededores. Lo quieren talar. Pero no dejo. Ni a los de la casa, ni a los circundantes.

Nadie lo quiere. Y se entiende que nadie-nadie, no.


Hasta que ayer floreció uno de los tantos claveles del aire que carga con paciencia. Primera vez que pasa.  

Y entonces, a todos los que vieron las flores, porque estaban bien visibles, como para hacerse ver, por un momento les pareció más lindo el tala.

Pero era cuestión del clavel del aire, más bien.

Sin embargo, la belleza y la maravilla de esas flores exóticas se las atribuyeron al tala.


A la tardecita ayer, y a la madrugada hoy, me senté bajo la sombra espinuda. Tomaba unos mates y conversábamos. El tala y un servidor, claro.

Y yo le decía que qué cosa eso. De pronto lo vieron. De pronto les pareció hasta más lindo: "Mira vos, el tala...", decían.

Y me dice el tala que es así, nomás, que ya le pasó en otras partes otras veces; y me explicó con bien articuladas razones que es común que pase así. Y me explicó por qué.


Mirá vos, el tala...



jueves, 17 de octubre de 2013

Coplitas de la paloma





Palomita que vuelas
del limonero,
perfuma con azahares
los ojos buenos.

Palomita que vuelas,
si vas al nido,
cuando llegue la noche
me voy contigo.

Palomita que vuelas,
llevame el alma
y que me vuelva en coplas
por la mañana.

Palomita que vuelas,
duerme a una niña;
que tu arrullo la arrulle,
ay, palomita.




lunes, 14 de octubre de 2013

Estrella de la tarde




Al oeste del mundo hay una estrella.
La veo cada tarde y me parece
cada día más luz y más cercana.
Y más lejana si la noche crece.

Al oeste del día, al fin de todo, 
en un cielo retinto ella amanece
como un augurio claro y silencioso,
mientras el tiempo pasa y se obscurece.

Al oeste del mundo se va yendo.
Ahora mismo que canto su presencia
al sol ausente sigue y se guarece.

Al oeste del día, siempre bella,
volverá. La veré. Será mañana.
Si hay mañana, si estoy y si atardece.




domingo, 13 de octubre de 2013

Eduardo

Saint Edward’s Crown, coronation crown of the kings and queens of England that consists of a gold- and jewel-encrusted base surmounted by a cross. The crown’s appellation was first used in the 13th century, after Henry III had transferred the body of Edward the Confessor to its present shrine in Westminster Abbey and equipped it with new funeral ornaments (the old ones were preserved in the Abbey as relics of the saint).

The actual crown seems to have been used for the coronation of all English sovereigns from Edward I to Charles I except for the boy Edward V, who was never crowned at all. It was broken up in 1649 by order of Parliament, but the present crown, designed for Charles II (reigned 1660–85), apparently was made from the fragments.

Esto dice la Enciclopedia británica a propósito de la Corona de San Eduardo, la más importante de las joyas de la corona inglesa.

El caso es que Inglaterra tuvo dos santos con ese nombre. Y los dos reyes. Y parientes: Eduardo II el mártir y su sobrino, Eduardo III el confesor.

Es curioso. Eduardo el Confesor mandó a construir la Abadía de Westminster pero no alcanzó a asistir a su consagración en 1065 porque estaba ya enfermo. Murió en 1066, el mismo año en que inicia la dinastía normanda por la invasión a la isla. Desde Guillermo el Conquistador en adelante, salvo excepciones, la testa real es coronada allí mismo, en la abadía que mandó a levantar a los benedictinos. Más tarde esto mismo se haría ya con la llamada Corona de San Eduardo, mientras los monarcas se hallan sentados en la silla o trono que también se llama silla de San Eduardo.

Fue Enrique III el que en el siglo XIII hizo reconstruir la abadía y allí se usó por primera vez la famosa corona cuando se trasladaron los restos del santo a la capilla donde quedaron después de la reconstrucción.

Antes, otro Enrique, el II, impulsó la canonización de Eduardo en el siglo XII, lo que ocurrió en 1161, en Roma, en una ceremonia que presidió el papa Alejandro III.

Los restos de Eduardo fueron sepultados solemnemente en la abadía por el arzobispo Thomas Becket, en 1163, el mismo arzobispo al que el propio rey Enrique dizque mandaría a matar en Canterbury, a fines de 1170.

Tres años después, en 1173, el mismo papa Alejandro III canonizó al mártir Thomas Becket y mandó a Enrique que hiciera penitencia ante la tumba del arzobispo.

Como se ve, aparentemente, la actual Corona de San Eduardo fue rehecha por otro rey católico inglés (no son muchos de 1538 a la fecha), Carlos II, llamado el alegre no precisamente por su vida casta.

El Parlamento inglés bajo el breve período repúblicano del siglo XVII mandó destruir la corona anterior. Y, según dicen, una vez restaurada la monarquía con Carlos II, con fragmentos de la vieja corona se hizo la nueva.

Carlos no pudo tener hijos con su esposa la infanta portuguesa Catalina de Braganza. Y tuvo, dicen, decenas de amantes de todos los rangos, muchas de las cuales concibieron hijos suyos. Reconoció 14 de ellos y les dio títulos nobiliarios. Razón por la cual, dicen también los chismes de la sangre, Diana Spencer desciende en línea directa masculina de dos de ellos. Así las cosas, si un hijo de Diana Spencer fuera rey de Inglaterra, descendería de Carlos, el restaurador de la Corona de San Eduardo.

Y esto dicho, digo que hoy es la fiesta de San Eduardo el Confesor, con quien parece, en parte, empezó algo de esta historia que, si no es peor que lo que es, debe ser también por su intercesión.




sábado, 12 de octubre de 2013

Irritado



Disculpe, don Cristóbal,
los versos entre dientes,
pero los compatriotas
son como los parientes.

Ahí, como lo veo,
talado como un roble,
se agranda mi vergüenza.
Usted se hace más noble.

Y si con esa furia
con que encaró su viaje
los mandara al carajo...
muy bien por su coraje.

Una cosa tan sólo
le pediría, acaso:
no lo diga en la lengua
de Lope y Garcilaso.

Es más digno y sonoro
insultar a un enano
si un terso vaffanculo!
le espeta en italiano.

Le pido mil perdones
a mediados de octubre,
por esa mala leche
que salió de esa ubre.

Se eligen los amores,
que amar es elegir,
pero no los paisanos...,
qué le puedo decir.




viernes, 11 de octubre de 2013

Viento del este




Punzante y aguerrido es el viento del este
que al corazón despierta.

Es la tarde florida,
es el viento del este tumultuoso,
es un ardor de nubes en revuelo
y es un cielo celeste.

Es el viento del este,
es la torcaza inquieta de rama en rama,
es esa arboladura sibilante
de casuarinas jóvenes, robustas.

Punzante, el viento ruge.

Y todo se conmueve.

Y el corazón despierta.




jueves, 10 de octubre de 2013

Fábula


Don Cobaya

Esta historia se la contó un Cobaya viejo a la bisabuela del indio Cleto, una bruja que entendía la lengua de los animales; y el indio Cleto me la contó a mí con la prohibición de referirla mientras él viviera. El indio Cleto ha muerto hace ya años, sargento de línea del destacamento de Fortín Tostado, Santa Fe.

El Cobaya es el bicho más ladino, vividor, endiablado y matrero que pisa monte. Se parece mucho a un ratón grande y sin cola, con su color gris tierra, hocico puntiagudo y cuatro dientes roedores; se ofende mucho que le digan ratón, porque dice que su familia es del conejo, y cuando lo llaman conejito o chanchito de la India, se pone muy orondo. Sus íntimos le dicen cuí, sus amigos apereá y  los demás cobaya.

Pues aconteció que un año don Cobaya no sembró maíz; siempre con "mañana lo haré" —y mañana llovía o estaba enfermo o tenía visita—, pasó el tiempo y cuando los maizales de sus vecinos, el Chajá, el Tigre y el Perro, estaban boyantes, lozaneando los choclos, entre la chala reventona y el barbijo bermejo, don Cobaya se halló sin una brizna en el campo y con mucha hambre en el cuerpo. Se vio entonces mal, aguzó el ingenio y salió a pedir prestado.

Al primero que llegó fue al Chajá. No estaba en casa más que la señora. "Mejor", se dijo don Cobaya:

-Buenos días, mi patrona, y toda la compañía. No se me levante, hágame el favor, usté está en su casa y yo vengo a molestar. ¿Y de quién son estas criaturitas? ¡Qué lindura de nenes! ¿Pero para qué estoy preguntando de quién son, si son el vivo retrato de su madre?

Todos saben que la Chajá es tierna esposa y madre cariñosísima. Por lo demás, don Cobaya es siempre bien recibido por las cocinas, porque es charlatán y zalamero. Lo más curioso es que ninguno de los bichos del monte cree las lisonjas y lambeterías de don Cobaya, y sin embargo a todos les gusta oírselas decir y dicen "¡Qué don Cobaya éste! ¡Qué cosas tiene! ¡Mire que decirme a mí el otro día, cuando vino a pedirme maíz, que yo era la pava más inteligente que él había visto en su vida!". Ese era el punto crítico.

-Precisamente patrona, yo venía a pedirle... ¿Usté ha visto mi maizal?

-No.

-¡Un maizal de mi flor! Pero... como sucede que sembré tarde, resulta que todavía no ha granado y yo necesito... No que me falte qué comer, que lo que es en eso, gracias a Dios, el pucherito de cada día hasta ahora en mi casa, treinta años que tengo, nunca me ha faltado... Pero como usté sabe, ahora se casa una entenada mía y hay que sacar la olla grande; así que... ¿una arrobita de choclo fresco a usté le sería de mucho perjuicio?

-No, pero...

-¡Devolveré, patrona, devolveré arroba y media pesada y contada a toda su satisfacción!

Don Cobaya llevó al fin la arroba a su casa y salió corriendo para lo de la Comadreja. A la Comadreja le habló mal del Perro, con quien ella siempre anda mal; y le dijo que era el bicho más hediondo que se había visto, lo cual para una Comadreja es el insulto peor. Pero la Comadreja es larga y no soltó los diez kilos de maíz pisingallo que le pedían hasta que el apereá le dijo dónde había pichones de Chajá y a qué hora los padres estaban fuera de casa.

Después fue a lo del Perro. El Perro estaba durmiendo, abrió un ojo, y después el otro, y lo mandó a paseo. Pero don Cobaya sabía que el Perro tiene un punto flaco, la afición a la siesta; y se le puso al lado charlando como un loro barranquero, hasta que don Barcino, aburrido, le prestó una bolsa de maíz para que se mandara mudar.

-¡Pero me la devolverás a su punto y hora! -dijo.

El Tigre le pidió noticias del hombre. Don Cobaya no sabía nada, pero al momento inventó con todo descaro que el Hombre se había ido a labrar quebracho más lejos y que la tacuara-que-escupe-fuego se le había quebrado. El manchado era avariento,  pero, bien impresionado por las noticias, le prestó rezongando nueve kilos de maíz, al veinte por ciento y ponderándolo mucho.

Y el Hombre le prestó otra arroba, con la condición de que nunca hiciese cuevas al lado de los alambrados aflojando los postes; y que le enseñáse dónde había tunas maduras y camachuís llenos.

Con cincuenta kilos de maíz, don Cobaya pasó el invierno como liebre en alfalfar. Pero amigos, el tiempo pasó y el plazo llegó y la cosa se puso fea, porque a don Cobaya no le quedó ni el afrecho; y los vecinos cada vez que lo encontraban en la pulpería le tenían que recordar sus deudas, para quemarle la sangre, porque ya se sabe que lechón fiado gruñe todo el año. ¿Qué hizo? Fue y citó para el día siguiente en su casa todos sus acreedores.

A la Chajá para las ocho de la mañana, a la Comadreja para las ocho y media, al Perro para las nueve, para las nueve y media el Tigre y al Hombre para las diez. Así que a las ocho en punto entró la Chajá muy campera, con su poncho gris plateado, sus botas amarillas, sus espuelas rojas en las alas, el collar al cuello y un penacho oscuro en el sombrero.

-Siéntese y deje el rebenque, y sírvase un matecito -dijo don Cobaya-. ¿Por quién lleva luto, mi patrona?

Por sus hijos que se los había comido la Comadreja, dijo doña Chajá; y que ella algún día iba a matar a la Comadreja, que se acordara don Cobaya de eso; y se puso fiera, se encolerizó, se encocoró y alzó la cresta, ahuecó las alas y apuntó los espolones, erizó el collarete del cuello y empezó a torear por el cuarto y a tirar cada picotazo, que el apereá andaba a los brincos, mezquinando el cuero. En eso da las ocho y media y -¡Trán, trán!

-¿Quién es?

-La Comadreja. Abrame, don.

-Ahí la tiene a tiro -dijo despacito don Cobaya.

-¡Escóndame por Dios! -dijo más despacio la Chajá-.¡No, don Cobaya! ¡Estoy en casa ajena y a mí no me gusta comprometer a un amigo, ni mover ruido por las casas de nadie! ¿Atrás de la puerta? Otro día será, usté acuérdese, mi amigo. ¿Le parece que no me verá?

¡No la iba a ver! Apenas entró la Comadreja, el apereá traicionero le hizo seña para que viese al Chajá. En dos minutos la mató y la vació por dentro y le sorbió la sangre, como acostumbran ellas. Y después se sentó muy satisfecha y razonable, porque ya se sabe que barriga llena alaba a Dios y el acreedor bien comido espera otro mesecito. El apereá necesitaba solamente que esperase media hora.Media hora y se vio la polvareda en el camino.

-¿Aquello no es el Perro que viene para acá?

-¿El Perro? ¡No diga!

-A mí me parece.

-¡Velay! ¡No hay tiempo para irse! ¿Dónde me podría esconder?

-¿Usté le tiene miedo al Perro, comadre? Pero si usté misma me dijo...

-¡Vea compadre! ¡A dos perros más grandes que ése hizo disparar mi madre, cuando yo era chica! ¡Pero usté quiere que yo mate ahora a ese bandido con lo mal que ando ahora con el comisario, desde las votaciones, y la policía usté sabe cómo es! Usté muy bien sabe; embrollos con la Justicia, el que gana sale sin camisa; ¿qué será el que pierde? Así que yo le voy a perdonar a ese perro y me voy a esconder... ¿Atrás de la puerta le parece? ¿No me verá?

Dice el sargento Cleto que más de un cuarto de hora le costó al Perro estrangular a la Comadreja y sacarla afuera, después que don Cobaya le dijo: "Mire atrás de la puerta, don", por lo cual la Comadreja salió y le tiró un mordisco al traicionero, que si lo agarra... Pero el Perro no la dejó. Le costó sin embargo. Volvió todo sudado y resollando y pidió los diez kilos de maíz para irse.

-¡Usté es un valiente que nos ha librado a todos de ese mal bicho! ¿No se enjuaga la boca, patrón? ¡Manuela, traé esa arroba de maíz que está en la cocina! ¿No se sirve un traguito de ginebra?

-No.

-¿Un pedazo de churrasco?

-No tengo hambre.

-Tengo charqui lindo.

-No me gusta.

-¿Mazamorra, no quiere?

-¡No!

-¿Un poco de dulce de zapallo?

-¡Los diez kilos de maíz!

-¡Manuela, a ver si te apurás!

El Perro venteó al Tigre. Se paró de un salto. "Me voy -dijo-, porque por aquí hay tigre y ése siempre busca camorra...".

-¿Adónde va a ir, patrón, si el Tigre ya está al cair? ¿No lo está viendo atrás de aquel espinillo? Mejor que se esconda rápido abajo de la cama.

El pobre Perro se escondió, pero don Cobaya lo traicionó y el Tigre lo descogotó y bebió la sangre caliente y aterciopelada. Y enseguida se puso a pedir a gritos, ronco y con la boca sucia, que se le pagase al punto todo lo que se le debía.

Decía el indio Cleto que el Tigre se emborracha con la sangre, y que no hay animal más caprichoso e irrazonable que un borracho cuando le da por la mala. Así que un tigre cebado en la sangre de un hombre es capaz de echarse al Paraná y asaltar a nado un buquecito de vapor, como pasó hace tiempo en el puerto de Candelaria. De modo que don Cobaya no sabía dónde estaba y trataba de arrastrar temblando una bolsa de virutas de la cocina, diciendo que era maíz, porque el manchado estaba fiero.

-¡Apuráte o te mato!

-¡Mire afuera, don Manchado, que me parece que viene gente!

El Tigre miró... y agachó las orejas, se golpeó las ancas con la cola y se le fue como un soplo la mamúa. Por la picada polvorienta y llena de sol, a la vera del algarrobo, venía el Hombre chiflando, con su escopeta al hombro. El Tigre pidió muy mansito que lo escondiera -no es por él, sino por la tacuara-que-escupe-fuego- y el apereá lo metió en el cuarto de al lado y le echó la llave. De modo que cuando lo denunció, el Hombre no tuvo más que abrir un postigo y dejarlo seco de dos balazos. Y después lo desolló en cuatro tajos, porque era baquiano en eso, sobre que animal caliente se cuerea fácilmente; se echó al hombro el cuero, se acomodó la escopeta y dijo al Cobaya:

-Me voy a estaquiarlo pronto, para que no se me abiche. Cuarenta pesos me dan a la fila por este cuero. Los diez kilos de maíz que me debe, qué diablos, yo se los regalo, porque ya aquí llevo la ganancia del día.

-¡Que San Antonio se la guarde y se la aumente! --dijo el apereá muy devoto.

Y al acabar aquí su cuento, decía el sargento Cleto que, a pesar de todo, no había que tomar ejemplo del apereá; porque al fin y al cabo estuvo mal hecho; y si esta vez le salió bien, otra vez podía torcerse la boleadora, y salirle gallareta en vez de pato, porque el mejor jinete encuentra también su vizcachera. Y la prueba está, decía Cleto, que al año siguiente a don Cobaya lo comió la Culebra, y no le valieron mañas. Quien mal anda, mal acaba. Pero en esto último no todos estaban conformes, y había también sus dudas. Sin embargo, ésta era la opinión del sargento Cleto.


Es de Leonardo Castellani, de Camperas, en el capítulo de las Fábulas que pasaron en el monte virgen.

Me gusta mucho. Literariamente es poderosa, y tiene ese rasgo dramático, teatral, muy eficaz.

Mete un poco de miedo, eso sí.

Al menos, es para pensar. Mucho.

Y en muchas cosas.

Digan si no.



Noche de lluvia




Mientras la noche ahora es agua oscura
y el cielo, a ratos bronco, refucila,
por unas horas un rumor destila
tristezas de tormenta en la llanura.
Un ave quieta en su rincón vigila
que gota a gota drenen su frescura
las ramas del laurel desde su altura,
mientras las mece un viento que adormila.
Morosamente escampa, se oye un grillo,
una humedad de tierra anda en el aire
y el pasto exhala nieblas aromadas.
Las nubes se deshacen con donaire
y, mientras van al norte demoradas,
ya unos zorzales cantan su estribillo.




martes, 8 de octubre de 2013

Tu primavera (colección privada)


A B. A. M. B. A, en su jardín del cielo

Es el verde que ves y no ves.

Es la flor que crece en tu nombre y a tus expensas.

Para mi alegría.


Es tu jardín que no es; y es el mío.

Jazmines y lirios, achiras y salvias, una cala extravagante que creció entre una trepadora, un simpático cebollín. Y las lavandas, ahora entreveradas con las colas de caballo y las margaritas.

Quedan, al final, la magnífica eugenia y el limonero, que la hermana y la cuida.
























Allí va tu jardín, y aquí lo dejo.


Para tu gloria en tu Gloria.



lunes, 7 de octubre de 2013

La mar de octubre



Toda esta mar es tuya,
toda esta luz de fuego y la marea
que octubre agita ahora
en esta mar que añora
tu corazón de guerra y aleluya.

Toda esta mar ondea
y el viento que la traza le da al día,
cimbrando los cordajes,
furores y corajes
que sangran por tu voz, en la pelea.

Toda esta mar bravía
que se rinde a tu amor, te da la gloria
a ti, Don Juan,
gran capitán,
siervo de Dios en fe y en alegría.


Envío

Y dejo, en tu memoria,
novio de la victoria de Lepanto,
las cuentas del Rosario y este canto.




jueves, 3 de octubre de 2013

Elegía

A D. C. A, in memoriam


Cantó su amor como un zorzal transido
y un día, al florecer sus manzanares,
llenó de voz y aroma sus pesares
con un gozo secreto, adormecido.
Sus nostalgias de cielos, campos, mares,
iban buscando el Reino prometido;
y un día, en primavera convertido,
sembró el silencio en vidas y lugares.
Yo conocí su estirpe y sus acentos
y caminé mis pasos por sus huellas,
lejos de su bondad y de su altura.
Llevo en mi sangre trazas de sus vientos,
un vago resplandor de sus estrellas,
y apenas un jirón de su figura.




martes, 1 de octubre de 2013

Cifras




- ¡Ah... la fresca...! ¿Cuadritos? ¿Y esto qué es...?

- Un "cuadrito", como usted dice..., con "barritas" y "dibujitos"...

- Oiga...

- Mire, eso que ve allí es lo mismo que esto que le digo ahora:



- No sé si entiendo más o menos, ahora... ¿Para qué hizo eso?

- En principio para mirarlo, claro. Y para ver qué veo.

- ¿Y qué vio? Porque yo, lo que se dice ver...

- Por lo pronto, fíjese, son 70 años. Y son setenta años porque estoy contando la vida del peronismo. Antes de eso, no existía, se entiende...

-Y, claro... ¿Entonces?

- Por ejemplo, vea: desde que existe el peronismo, en los últimos 70 años (y contando hasta 2015, como es lógico), el peronismo habrá gobernado la Argentina durante unos 37 años, es decir, más de la mitad de ese tiempo. Entre desarrollistas, digamos (aunque Frondizi arrancó radical...), y radicales (solos o aliados), estuvieron unos 16 años a cargo del gobierno. Los militares, unos 17 años.

- ¡Mirá vos...! Pero, espere, espere... Momentito, cumpa: vamos a ver: qué peronismo, qué radicales... Epa, mi amigo..., Momentito... Y hasta qué milicos, si vamos al caso...

- ¡Ja! ¿Vio? Ahora resulta que empezó a ver...

- Eso no sé, pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa... Porque usted cuenta peronismo y ahí adentro entran todos...

- ¿Ve? Exactamente eso fue lo primero que vi: las cifras solas no sirven para hacer historia, por más barritas y dibujitos que traigan... pero..., ¡ojo al parche...! Algo dicen, mi amigo, algo dicen... y obligan, por ejemplo, a hacerle algunas preguntas a la historia y ahí empieza el batuque...

- Pero no diga que es todo tan limpito como para que no haya que ponerse a ver quién es quién. Mire Frondizi, por ejemplo: desarrollista, con Alsogaray de ministro y...

- Por eso mismo..., es precisamente lo que me parece: hay que mirar con detalle y con más profundidad: lo demás puede ser un relato, otro más, digamos, burdo o no...

- ... o lo del peronismo que le dije. ¿Cámpora del '73 y Menem del '90, juntos de la manito? Por favor...

- Ahí me da que se equivocó fiero, ¿ve? Me parece que usted no entiende bien al peronismo (los peronistas no se hacen mucho problema por entender tampoco, no se amargue por eso...) El asunto ahí no es cuestión de cifras, por cierto. Y no se deje engañar por las cifras: que hayan gobernado durante 37 de los últimos 70 años no quiere decir que sean todos igualitos. El asunto, en todo caso, es que igualitos u opuestos, son todos peronistas...

- ¿Entonces?

- Y entonces, por lo menos, (y esto sí que me parece importante aunque parezca obvio), es un hecho que el peronismo gobernó 37 de esos 70 años que van de 1946 hasta 2015... (y eso porque lo votaron sobre todo los peronistas, aunque no sólo, pero sí sobre todo...)

- ¿Y? ¿Con eso?

- Por lo pronto, sea lo que fuere lo que dé el rastrillo fino sobre esos 70 años, y sobre los 37 que gobernó para bien para mal el peronismo, llenos de distinciones y notas al pie, y matices y que sí y que no..., me parece que no hay modo en que puedan hacerse los boludos..., digo, ¿no? No está muy claro eso de que no hayan gobernado o no los hayan dejado gobernar... Pero, hágame caso: siga mirando el cuadrito con las barritas y los dibujitos. Estoy seguro de que se nos van a ocurrir más cosas... Porque, dicho sea fríamente, si -un suponer...- llega a pasar que los que gobernaron 16 ó 17 años -ó 33, sumándolos-, hicieron más destrozo que los que gobernaron 37, me pregunto entonces, por ejemplo, si los que gobernaron 37 tienen que seguir probando a ver si les sale. Porque si los que estuvieron más tiempo -y, en esos 37 años, al menos 3 veces, más tiempo junto que los demás- no sólo no ayudan sino que joden más todavía -por derecha o por izquierda, tanto da...-, ¿qué quiere que le diga?

- ¡Qué lío, viejo! Y todo por un cuadrito pedorro..., para qué le habré preguntado...

- Y, sí. Yo le avisé: con las cifras no alcanza... Pero, que algo dicen, algo dicen... Pero no alcanza, claro. Pero algo dicen, claro...



Octubre




Llueve apenas un aire.

Ya es octubre.

Y la llovizna fría,
esta mañana,
me recuerda que octubre me ha dejado tres heridas.

De esas que son mientras que dure el tiempo.


Y ahora, esto es octubre.


Le perdono sus días,
su memoria.

Su isócrono memento y sus tristezas.


Y nada más esperaré que crezca,
quietamente,
que madure con trinos su semilla de sol,
de viento y flores.

Sé indulgente con octubre, me repito.

Y obediente,
tal vez agradecido,
él va en silencio,
año tras año,
al fin.




domingo, 29 de septiembre de 2013

Ex umbris



Y en este no saber y andar a tientas,
el tiempo pasa, hiere y se consuma.
Y en este andar a tientas entre bruma,
el tiempo taja en estocadas lentas.
Y en este no saber, la luz se esfuma
y el tiempo gime en horas polvorientas.
Y en este no saber de horas violentas,
el tiempo ruge una aridez que abruma.
¿Qué es este no saber y andar sin norte?
¿Qué es este paso que no da sosiego?
¿Qué es este tiempo que jamás termina?
Es el hombre sin más, y éste es su porte,
andando el tiempo va y va casi ciego,
mientras al puerto de la luz camina.




lunes, 23 de septiembre de 2013

Kairós



Por un camino va la vida al paso,
por el aire va el cielo en su carrera.
Y por septiembre va una primavera
húmeda y fría y con el sol escaso.
En mi rincón, el ojo atento espera
y tasa el peso y el dolor del caso
de un mes en flor que sufre su fracaso
ante el fuego y el frío sin frontera.
Pero tengo en mi haber las estaciones
agazapadas como un niño inquieto,
latiendo el día siempre a borbotones.
Así mi corazón trashuma el año,
pacientemente cíclico y secreto,
y el tiempo pasa fiel y sin engaño.



miércoles, 11 de septiembre de 2013

Beato




Aquí, en el nombre alto de mi Padre,
del Hijo, que es tu hermano, y Dios Él mismo,
del Santo Amor eterno, que es Espíritu,
te saludo, José Gabriel Brochero.

Ya tu sierra da al aire yerbabuena,
todo un rumor de arroyo, piedra y viento,
(mientras, al tranco, Malacara rumia
pajonales de nadie por la falda.)

Esa fatiga de pelearle al Malo
las almas de poleo y de majadas,
fue tus días y noches fieras, dulces,
y ese tiempo sin tiempo de tu celo.

Como una cruz de palo en roquedales
que coronan los altos de tu sierra,
queda tu paso firme que va hincando
mil socavones de coraje y gracia.

Tu huella bendiciendo piquillines,
adobes y palenques, cerrazones,
bautizando quebradas, desposorios
de corazones simples con el cielo.

Ya al pie de un tala amaina tu figura,
de rodillas descansa a la oración,
porque cayó la tarde y estás lejos
del Tránsito y la casa y de las Vísperas.

Falta un tirón, y vas, rosario en ristre,
paladeando la luz de una Custodia,
a ese Hombro gaucho que sostiene al hombre
al fin de tu jornada, cura bueno.

En un cielo de valles con sus molles,
en celestiales pedregales de oro,
vadeando ríos frescos de alegría,
ya descansa tu siembra y tu cosecha.

Y un coro de changuitos y paisanos
sobre las brasas ponen un cabrito
celebrando al feliz, ellos felices,
en una fiesta eterna en tu homenaje.




sábado, 31 de agosto de 2013

Vísperas de Dulcinea


Quien al Toboso va, busca y en vano
la gracia de tu nombre, tu figura,
la mirada serena y esa pura
suavidad en el gesto de tu mano.
Quien del Toboso viene, triste jura
que no ha oído ni a moro ni a cristiano
revelar el misterio que Quijano
llevó en su pecho. O que tal vez augura.
Porque tal vez, Señora, todavía
no llega el tiempo en el que eternamente
se diga Dulcinea, siempre amante,
a la doncella que tan dulcemente
amó en Alonso al hombre que sabía
loco de amor y caballero andante.



Casa de Tucumán




Hay asuntos que tienen dos caras.

Uno mira siempre la superficie, por supuesto, tal y como aparecen, tal y como nos ocurren las cosas. La simple anécdota, a veces graciosa o casi, los hechos mondos y desnudos. Lo que pasó. Y hasta alguna interpretación primaria, las primeras capas de los signos.

En esta historia, creo, fue así. Pero resultó que con los días, con las semanas, decantaron los pasos sencillos de esta comedia. Y la anécdota me ocupa una parte del día, cada día, créame que sí.

Y ya no fue más una simple historia de calle. Porque apareció un abismo. Algo más o menos oscuro, cuyo fondo no es fácil de ver. Todavía lo estoy pensando.

* * *

Eran días de julio, vacaciones de estudiantes (y de judiciales...)

Una mañanita, tenía que bajar a la ciudad y fui. Ya llegaba tarde a unos lados y entonces andaba con apuro. Estaba en la Plaza, recién había cruzado la Avenida de Mayo y bordeaba el Cabildo, por Bolívar, caminando por la calle para ahorrar un trecho.

Del otro lado de la valla que guarda al peatón, saliendo de la recova del Cabildo, se asoma y me frena una señora de unos 50 años, criolla, simpática. Iba con un niño de unos 10 u 11 años y con una mujer mayor, casi inequívocamente su madre. La misma mirada, la misma sonrisa. Paseaban. Era un previsible contingente familiar, típico en esos días de julio por todas partes. Dando vueltas más o menos baratas, viendo cosas.

- Disculpe, señor...., perdóneme, que está cruzando la calle, es una preguntita, nomás..., dijo la doña viendo que me atajaba a la carrera y en off side municipal.

- Dígame, señora, no se preocupe...

Balconeó la valla y sacó el cuerpo por encima.

- ¿La Casa de Tucumán...?, preguntó.

- ...

- ¿Dónde está la Casa de Tucumán?

Había que pensar rápido. Pero, y sobre todo, había que sentir rápido.

Estaba en juego -y eso sí lo vi inmediatamente- desde la caridad hasta la historia, desde la educación argentina hasta la bien fundada socarronería de la porteñidad, desde el escándalo de un niño hasta la humillación por ver a los compatriotas en esa situación.

Detrás, aparecía la cabeza del muchachito, muy interesado en la respuesta, y un poco apartada, pero pispeando también, la abuela, todavía recorriendo con la mirada las demás cosas que se ven desde allí.

- .... en Tucumán, señora..., la Casa de Tucumán está allí, en la capital, en San Miguel de Tucumán..., dije con un tono neutro, casi como si ella estuviera leyendo un cartel. Y seguí, sin hacer una pausa que podía haberle resultado gravosa:

- Acá en Buenos Aires no hay ninguna réplica, que yo sepa. Por ahi, sí. Pero no la conozco. Hay otras cosas que pueden ver. ¿Andan con tiempo?

Y lo que siguió fue una hoja de ruta sencilla, repasando las "glorias" de la Reina del Plata, las que tenían a tiro.

- ¿Ustedes son de alguna provincia?, pregunté ya en franca conversación de vecinos.

- Sí, dijeron casi al mismo tiempo los tres, con una sonrisa que valía su ancho en oro. Somos de Formosa, Formosa capital...

- ¡Ah, tan lejos...! Bueno, no se pierdan en este monstruo. Pásenlo bien...

    
Llegué tarde a la junta. Muy. Y tenían que esperarme para empezar. Mala suerte.


Volvía al pueblo a la tardecita y me mordía fiero la imagen de mis paisanos formoseños buscando hacía un rato la Casa de Tucumán.

En la Plaza de Mayo.

Tres generaciones de argentinos de Formosa había allí.


- La puta madre que los parió..., dije (y creo que en voz alta, porque un albañil paraguayo a mi lado en el furgón, me miró feo..., o me habrá adivinado el pensamiento...)

Y el objeto directo pronominal los era el título de una lista enorme de nombres (estaba el mío, sí, fíjese lo que son las cosas...) de gentes buenas, malas y mediocres. Todos culpables de que tres generaciones de argentinos buscaran la Casa de Tucumán en la Plaza de Mayo.

Y, no: los nombres de los tres formoseños no estaban en mi lista. Para nada.



viernes, 30 de agosto de 2013

Huarmicita


Huarmicita del valle,
flor de poleo,
ya he subido a la sierra
y no te veo.

Huarmicita del río,
piel de aceituna,
te busco por el valle
donde no hay luna.

Huarmicita del cerro,
niña pastora,
¿dónde está la voz tierna
que me enamora?

Huarmicita del monte,
sonriente y chura,
de mistol y chañares  
es tu dulzura.

Huarmicita, tu nombre
me anda buscando,
me ha de hallar algún día,
yo no sé cuándo.