sábado, 30 de junio de 2012

Falta

Miro los diarios, oigo voces y más voces, las mísmas voces, las mismas cosas. Y así es como se ve que pasan cosas que son, en substancia, mil caras de una sola cara. Y no alcanza. El veranito, además, sigue, y el invierno no llega, lo que ayuda al menos como parapeto.

Todavía falta, parece, para que me ponga a terminar lo que falta. Y no es que no haya de qué hablar, porque sobra de eso. Me pregunto también si el tiempo cuenta, si es necesario terminar de pensar antes que..., antes de... Y no. No es necesario, claro.

Entonces.

Miro la lista de notas y artículos que tengo a mano de Aragón, siempre es mejor que hablen los que saben. Pero veo también que esta serie Bajo estos mismos cielos se va terminando. Faltan unos pocos asuntos y ya no habrá más de esto. Pena de la vida, diría Castellani, servía asaz.

Qué remedio. Por ahora, y mientras haya, que Aragón nos explique algo acerca del federalismo obligado de los federales en 7 de enero, comienza el año XX.

Con El almirante saca pecho... colorado, nos asoma a las memorias de Iriarte y su mal carácter. Veo que este articulito en el que el soldado se ensaña con el almirante Brown le valió a Aragón una réplica naval que, si cuadra, traeré en la próxima.

Está El rosario, que es a medias historia, a medias doctrina, a medias política.

Y me voy a esperar lo que viene.

Y a esperar lo que falta.

jueves, 28 de junio de 2012

Amistad misteriosa

Hacia fines del año pasado, en Buenos Aires, hubo una V Jornada Internacional Chestertoniana. La organizaron The GK Institute for Faith and Culture y la Sociedad Chestertoniana Argentina.

Había homenajes entreverados en esa ocasión, razón por la cual, entiendo, los organizadores cruzaron en esa oportunidad a Jorge Luis Borges y a Chesterton, sumando a la organización de esos encuentros del 1° y 2 de noviembre a María Kodama, la viuda del escritor argentino, que participó en esas jornadas.

Lo cierto es que, siendo 2011, se cumplía el centenario de La Balada del Caballo Blanco y de El Candor del Padre Brown, la primera de las novelas de la serie. Y fueron esas obras las señaladas como eje de la conmemoración. Aunque no figuraba oficialmente en el programa, también era el centenario de Lepanto, poema espléndido de Chesterton que, precisamente, Borges tradujo en 1938 para Sol y Luna, una revista cultural argentina de aquellos años, creo que notable como no hubo otras muchas después.

Hay que agregar a todo esto que Chesterton y Borges murieron -en 1936 y en 1986-, el mismo día 14 de junio. 2011, entonces, era también aniversario -25 y 75 años, respectivamente- de la muerte de ambos, en curioso paralelismo, no exento de simpático misterio también él. 

Además, y aniversarios son aniversarios, se presentó allí la primera traducción al castellano de La Balada del Caballo Blanco, que -créase o no- en 100 años apenas si se había difundido fragmentariamente en español, cosa habitual con la poesía de Chesterton. Ese trabajo fue de un joven licenciado, J. Marcos Pérez Rabasa.

En ese encuentro en el Centro Cultural Borges, leí un trabajo -La Balada del Caballo Blanco y Lepanto: entre Chesterton y Borges- que vaya a saber uno por qué me invitaron a exponer y que ahora dejo aquí para el archivo, y no necesariamente para leer de un tirón, porque es largo. Creo que un resto de pudor y algo de mesura criolla hicieron que en aquellos días apenas presentara un extracto de estas letras.

domingo, 24 de junio de 2012

Voz que lucía


Florece de dulzura y resolana
el junio tibio que tu luz perfuma,
mientras tu voz de sol, que me trashuma,
aún va en el aire, frágil y galana.
Desde el estero, nostalgiosa, mana
de un ave gris, que canta entre la bruma,
la nota clara que el amor exhuma
y esparce por el cielo y la mañana.
Llevo en las manos hebras de tu fuego
y resplandezco lunas a mi paso
con el brillo de plata de tu estrella.
Bebo en la voz tu resplandor, trasiego
en el aire, del alba hasta el ocaso,
esa luz que lucía y que es tu huella.

Veranito

Y así fue, como decían mis abuelos. La noche de san Juan que ellos traían de Europa, aquí es el veranito. Lo dicen, también, los que saben cosas de solsticios y vientos y que miran el clima como quien mira un motor desarmado y no como si fuera un aire vivo, malhaya con los de ojos sin brillo...

Pero que es veranito, es nomás, vea si no, al menos hoy aquí en la pampa, que es san Juan Bautista y es invierno y no parece. Porque viera que cielo lindo se puso en la mañana..., que aire claro y fresco, que envalentonado el sol y quieto el viento.

Sí: pero es invierno, amigo, es invierno.

Hace unos días, en otra parte, el Dúo Socavón hacía sonar El violín del violinero -un "aire de escondido", como apuntó un lector atento-, pieza que homenajeaba a san Francisco Solano. Ahora dejo aquí estas letras de Aragón, Testimonio, que dan cuenta de una prueba fehaciente de que el santo del violín anduvo por Santa Fe y Córdoba en sus días.

Con El derecho y el revés de San Martín, mientras, queda otra más de las menciones del tucumano, que no dejó nunca de mirar al general y más hubiera vivido, más lo hubiera mirado. Para mirar la patria, creo, y entenderla más y mejor, cosa que está muy bien y es tan rara. Porque pasa como con el clima: ¡ay de los que tienen ojos sin brillo y solamente ven bien lo opaco...!

Y una última nota por ahora que viene bien, se me hace. En Al Dr. Angélico, Aragón recuerda la figura de santo Tomás de Aquino en un aniversario. Pero lo hace componiendo una oración, diría que programática, que puede seguir rezándose hoy, exactamente con la misma oportunidad que tenía 35 años atrás. Lo que son las cosas...




viernes, 22 de junio de 2012

Un buen amor y otros finales felices

No sé qué habrá sido de ella. Fue la revista de la Asociación Tolkien Argentina. Se llamó Mathoms y creo que hace unos años ya que no se publica.

Unos 15 años atrás aparecieron allí en tres números sucesivos (uno por año) tres artículos de un servidor. Los voy a dejar aquí, con su permiso. Pasó que los originales los creí perdidos y era que no: estaban entre papeles que casi tiro y quemo. No sé si habrá por allí ejemplares de aquellos números. En todo caso, me quedan las tres notas.

En el número 4, de mayo de 1997, dedicado a tratar sobre la Posesividad en las obras de Tolkien, apareció El gris que brilla, un trabajo sobre Aragorn. En el 5, de abril del 98, que trató sobre la Amistad, se publicó Sobre el amor de Tom Bombadil y Baya de Oro, hija del Río. Al año siguiente, en el número 6, que trató sobre la Esperanza y apareció en julio, se publicó Final feliz

Y ya no aparecieron otros, claro.

jueves, 21 de junio de 2012

Hay que pasar el invierno


¿Y a cuento de qué la frase?

Y qué sé yo. Será porque de veras empezó el invierno y hay que pasarlo, quieras o no, venga lo que viniere.

O será que Álvaro Alsogaray dijo eso el mismo día 29 de junio en que César venció a Pompeyo en Farsalia, pero 2 mil y pico de años después, y el episodio me gusta más que el discurso del ministro. O porque la dijo el mismo día en que nació Antoine de Saint Exupéry, 59 años antes, y el escritor está a la altura del episodio romano y Alsogaray no. O porque fue el mismo día pero de 2003 en que murió mi querida Katherine Hepburn, que siempre me pareció tan sugerente y bonita, cosa que ninguno de los anteriores puede empatar. O porque fue el mismo día de 1986 en que la Argentina le ganó a Alemania el campeonato del mundo en México, que ganar con tres goles una final tiene su gracia, como la Hepburn.

De veras que no sé qué decirle.

Hay que pasar el invierno. Y listo.

Así que, mientras pasa lo que recién principia, vaya leyendo unas cuartillas memorables -vea si no...- en las que Aragón con tres trazos nos pinta la Argentina de siempre, la que anda como inhallable y perdida por ahí, cosa que no es culpa suya de él. O sí, pero sólo porque todos somos culpables de alguna manera de que se haya perdido. Aunque no todos somos culpables de lo mismo y en el mismo grado y en la misma medida.

En fin, ¿ve?: Hay que pasar el invierno...

Y allí va, entonces, este episodio de los ingleses masacrando Buenos Aires, en La Defensa vista por un testigo. Puede seguir, si quiere sulfurarse mirando a Bolívar con ojos libertadores, por este relato de Sarmiento sobre Guayaquil en Un diálogo con San Martín. Y si el invierno todavía no lo deja entrar en calor, pruebe a ver cómo le va con La lección de la ley Sáenz Peña.

Digo yo, claro.

Porque usted verá qué se hace: ya está grandecito para andar haciendo pucheros porque los gobiernos de los últimos ___  años (agregue la cifra que corresponda) son uno peor que el otro.


domingo, 17 de junio de 2012

Brasas

Llueve. Lindo llueve, fino, frío. Viento sur y algo del este.

Desde temprano, unos tocones viejos le están dando brasa a la salamandra. Hay que partirlos y, viejos y todo como están, no es fácil. Y arden todavía, quién diría.

El día pasa. El año pasa. Las cosas pasan. Bien.

Entre las notas de Aragón, encuentro tres: De qué color es nuestra bandera (oportuna estos días, sí...), Intermedio mariano (de la Virgen a la Virgen, ya que se habla del asunto...) y Aguirre descubre Santiago del Estero (de cosas que conviene recordar, porque no ha pasado tanto tiempo...)

Por las dos últimas, especialmente, me quedé pensando. Sorprendente, creo. Los años pasan. Las cosas pasan. Y eso quiere decir, según yo, cuánto se repiten los asuntos y cuánto cambia la historia, así y todo.

Hace 30 años, Aragón veía una dirigencia que de pronto -y vaya a saberse por qué, digo- repartía rosarios por el campo para que, como antaño y lejos, el hombre argentino volviera a hacer lo que antes hacía sin campaña; y veía a la vez gobiernos desastrosos. Por otra parte, veía que, para cuando Buenos Aires se anoticiaba de que teníamos folklore -y pueblo diría yo-, ya no existía (casi ni lo uno ni lo otro, diría yo...), porque lo que se veía en el descubrimiento era un luz que nos llegaba tarde, de una estrella que ya se había apagado...



Y entre las cosas que parece que ya no están, la que no se apaga nada es la salamandra. Esa sí que no. Eso sí que no. Bien.

sábado, 16 de junio de 2012

La amada


Y me dijo: "en el cielo, las estrellas..."
y todo un cielo fue de las glicinas:
azul fue la nostalgia en hebras finas
y de plata en las huellas de sus huellas.
Y le dije: "en el campo, las espinas...",
y en sus ojos ardieron mis querellas
y hubo una paz en guerra y epopeyas
de frágiles doncellas heroínas.
Y me dijo: "en el medio de mi pecho..."
y ya no dijo más porque, llameante,
con un amor dolor que se empecina,
su luz de plata dio a mi amor maltrecho,
y plateado en su amor soy su habitante
y ella es mi república argentina.

domingo, 10 de junio de 2012

Alivio

Nada es más aliviador para quien mira la política que el descanso de la poesía. Y hasta para quien hace política, a su modo siquiera, y no sólo la mira.

Y dichoso el que puede con eso y desdichado el que ha hecho que se le muera en sí la poesía (la poca o mucha que Dios le haya dado, para hacerla o gustarla.) Y desdichado asaz el que sólo haya dejado que le entre por los ojos el jugo grisáceo y ácido del poder mero o la mera riqueza, o que le entre por los oídos solamente el veneno ríspido de la melodía nada más que militante o que de habitual le salga por la boca la dialéctica torpe del manipulador. 

Lo sabía Cicerón. Y lo sabía Aristóteles que se ocupó de recopilar las poéticas leyes de Solón, el poeta político. Y lo sabía Dante, que cuando quiso destilar de todo, habló poéticamente aun de política, porque la Commedia es política, lo crea o no... Y Chesterton lo sabía, y Hernández (José y Miguel, claro), y Ezra Pound y...

En fin, ejemplos hay a pasto.

Me considero afortunado, vea. Al menos sé una cosa, y creo que sin duda alguna: si uno se suelta de allí, si desdeña la luz que el poeta podría ofrecer respecto de todas las cosas (todas, sí, todas...), la noche lo gana a uno. La noche de la inteligencia, claro, que es noche espantosa de la verdad (buscada, tan siquiera.)

Pero las otras noches también: la noche de la esperanza, la noche del bien, la noche del amor.

Muchas cosas en el mundo de este valle son consuelo. Y consuelo quiere decir no solamente que haya lágrimas, porque la consolación es a veces para los desolados. De las cosas que hay y que son consuelo, digo yo, la poesía -en su fragua y destilación de luz y de belleza y de hondura y de altura- no es de las menores.

Y digo también que, para que haya más de eso hace falta que Dios libere a los poetas que tiene retenidos, porque andan faltando. Y hace falta también que nos hisopen bonitamente con algún ungüento salutífero los ojos, los oídos y la boca a los que tenemos que recibir lo que los poetas -cuando Dios quiera soltarlos por el mundo- vengan a decirnos.

Por el momento, dejo aquí tres de Aragón que arriman a lo mismo: El poeta entresueña con héroes, La fuerza y la gracia y El caballo.


Buenas noches. Y que descanse, si Dios quiere.

sábado, 9 de junio de 2012

Psiquis

En 1905, Rubén Darío publicó en Madrid 500 ejemplares de Cantos de vida y esperanza. Los cisnes y otros poemas, su tercero -o cuarto, según algunos-, libro de poesía, que dedicó a su patria, Nicaragua, y a la República Argentina.

El número XIII de los Otros poemas que dice su título, es éste Divina Psiquis en el que Darío le habla a su alma propia:
1
¡Divina Psiquis, dulce Mariposa invisible
que desde los abismos has venido a ser todo
lo que en mi ser nervioso y en mi cuerpo sensible
forma la chispa sacra de la estatua de lodo!

Te asomas por mis ojos a la luz de la tierra
y prisionera vives en mí de extraño dueño:
te reducen a esclava mis sentidos en guerra
y apenas vagas libre por el jardín del sueño.

Sabia de la Lujuria que sabe antiguas ciencias,
te sacudes a veces entre imposibles muros,
y más allá de todas las vulgares conciencias
exploras los recodos más terribles y oscuros.

Y encuentras sombra y duelo. Que sombra y duelo encuentres
bajo la viña donde nace el vino del Diablo.
Te posas en los senos, te posas en los vientres
que hicieron a Juan loco e hicieron cuerdo a Pablo.

A Juan virgen y a Pablo militar y violento,
A Juan que nunca supo del supremo contacto;
a Pablo el tempestuoso que halló a Cristo en el viento,
y a Juan ante quien Hugo se queda estupefacto.

2

Entre la catedral y las ruinas paganas
vuelas, ¡oh, Psiquis, oh, alma mía!
-como decía
aquel celeste Edgardo
que entró en el paraíso entre un son de campanas
y un perfume de nardo-.
Entre la catedral
y las paganas ruinas
repartes tus dos alas de cristal,
tus dos alas divinas.
Y de la flor
que el ruiseñor
canta en su griego antiguo, de la rosa,
vuelas, ¡oh, Mariposa!,
¡a posarte en un clavo de Nuestro Señor!
Unos diez años después, poco antes de morir, en 1916, Darío compuso este Salmo, que aparece a veces en las antologías entre su poesía dispersa.
Un golpe fatal
quebranta el cristal
de mi alma inmortal,
ante el tiempo muda
por la espina aguda
de la horrible duda.
Mi pobre conciencia
busca la alta ciencia
de la penitencia;
mas falta la gracia
que guía y espacia
con santa eficacia.
¡Mi sendero elijo
y mis ansias fijo
por el Crucufijo!
Mas caigo y me ofusco
por un golpe brusco,
en sendas que busco.
No hallo todavía
el rayo que envía
mi Madre María.
Aun la voz no escucho
del Dios por que lucho.
¡He pecado mucho!
Fuegos de pasión
necesarios son
a mi corazón.
Un divino empeño,
¿me dará el beleño
de un místico sueño?
Del órgano el son
me dé la oración
y el Kyrieleisón.
Y la santa ciencia
venga a mi conciencia
por la penitencia.
Muchas veces me habló Aragón, el ilustre tucumano, de Darío, uno de sus poetas preferidos. Entre otras cosas, y esto creo yo aunque él nunca me lo dijo, estaba orgulloso del talento americano del poeta. Y se me hace que, si ésa era una razón, tenía razón. Porque es verdad que se atrevió a cosas poéticas que por entonces España no quería, no sabía o no podía hacer, lo que ya es mucho decir si hablamos de poesía y de España.

No son todas linduras las que le debemos al nicaragüense, estoy de acuerdo. Y malgastó mucho de lo que Dios le dio en zonceras y chirimbolos de revista de decoración... poética.

Pero.

En estos dos poemas que copio aquí entiendo yo que hay más espiritualidad que en páginas y páginas piadosonas o en esquemas pavotes de teología social. Y no creo que sean un simple alarde estético, un muestreo emocional, como pasa cuando los versos hablan de un tema que parecería deben cubrir por obligación de completar tópicos y no hablan con sangre.

Por lo menos borracho y mujeriego, Darío, con todo y eso, parece que sabía cosas hondas del alma y del mal, de Dios, la misericordia y la penitencia, así como creo que tenía un dolor sincero por sus pecados y patinadas, algunas bien fieras.

Sin embargo, hay muchos rastros en su obra que dicen que era como un niño que llora porque sabe que rompió el jarrón que tanto le gusta a su madre, y con lágrimas desconsoladas va y se lo cuenta. O que era como un hijo pródigo que sabe que gasta mal y de más, fortunas de vida y talento, en juergas de amigotes que se disfrazan de dioses mitológicos, con ninfas y cisnes y chinerías suntuosas de bon vivant, mientras piensa cada día en que más tarde o más temprano tiene que volver a la casa de su padre a dar cuenta de la herencia recibida.

Al fin y al cabo, si uno lo mira bien, el niño y el hijo pródigo son dos figuras del cristiano y no las inventé yo.


jueves, 7 de junio de 2012

Papanatas

Más de uno creerá que tiene que agradecerme que no se me dé la gana de ponerme a escribir y se me haga poco el tiempo para teclear zopencas ingeniosidades.

Lo cierto también, y por otra parte, es que la ciudad del hombre está tan revuelta con fruslerías y zonceras, tanta es la huevada, que, si no hay ganas ni mucho tiempo, parece que es lo mismo, vea.

Y no, señor mío, se equivoca de medio a medio: no dije en ningún lado que no haya asuntos muy serios que ver y pensar. Al revés. Hay más cada día, incluso porque el tiempo que duran le agrega densidad a las cosas nocivas, si no se las cura, aunque curarlas lleve mucho tiempo y mucho que hacer. Y no sólo crecen y se ahondan las cosas que dañan. Cada vez son menos y peor advertidas las cosas graves, cuestión que más que preocupar, hasta diría que asquea.


Buena se la han hecho a los papanatas de este mundo: hace rato que los embretaron en cosas de $, haciéndoles creer que los pesos eran la palanca de Arquímedes para salvar al páis que-nadie-había-salvado-nunca-hasta-que-lo-salvaron-los-salvadores; y así los papanatas se comen el amague de su vida, pobres paparulos; pero entonces, después, con unos cuantos discursitos canyengues y patoteros, los salvadores les envolvieron a los papanatas los pesos en la bandera; y ¡ojo al Cristo!: para que no se sientan unos logreros de los mangos, materialistas y rastreros -casi capitalistas, fíjese lo que le digo-, les pulsaron con lágrimas celestes y blancas la cuerda sentimental de la patria para que supieran de la emoción inarrugable de jugarse por lo nuestro, qué carajos; hasta les filetearon con el contorno de Evita y todo el capítulo social a más de uno de los papanatas (esos desangelados míseros, de boca peruca y corazón gorila...) para que sintieran que estaban evangelizando el nacional y popular credo nuevo revolucionario que nadie se había animado hasta ahora a poner en la historia...; y, entonces, con unas chirolas de piedritas de colores y al grito de la nueva revolú, que es la vieja vindicada, los papanatas quedaron del lado malo, cambiando un plato de lentejas por el mayorazgo, mayorazgo que significa siempre ojos mejores para ver la patria. Y los papanatas cambiaron el mayorazgo con alegría y emoción patriótica y social, que para y por eso son papanatas, qué joder: alguna ventaja tiene que tener sentirse protagonista y militante de lo mejor que le pasó al pueblo argentino salú en los últimos 500 años...

El variado recetario de sapos importantes y venenosos que vienen ingiriendo estos papanatas -y que ellos mismos están haciéndoles tragar a tantos pobres inocentes...-, ya les hincha la panza y los tiene constipados (sobre todo a los que se acuestan al fin del día puteando de lo lindo -por lo bajo, claro...- por los sapos que se tragan por un plato de lentejas...). Pero... ni hablar.

Digo: ni hablar se puede con ellos y con tantos. Tantos como ellos y tantos como sus adversarios dellos, que son tan papanatas como los papanatas chupaluto...

Y eso es la enfermedad, no el síntoma.


Oiga: ¿no era que no tenía ganas ni tiempo para escribir pavadas...?

Tiene razón, vea. Toda la razón...

Malhaya con eso de no tener tiempo: uno se engolosina prodigando lo que le falta.

Por eso: no me haga caso. No pierda el tiempo y vaya a lo mejor, que no sobra.

Le dejo con qué.

El hálito de la Guerra Gaucha y Hay que descifrar el sable, son dos notas de Aragón que hablan de otras cosas, de otros tiempos en los que, en esta tierra nuestra tan florida de papanatas de un lado y otro, solía haber gentes mejores, con un coraje y una lucidez y una generosidad que solamente merece la Patria, y ciertamente no merecen los discursos ni los $.

Tal vez las haya todavía. Dios sabrá.

martes, 5 de junio de 2012

Exilio

En la página 42 de la edición que hizo el Club de Lectores de Arte y Escolástica, Jacques Maritain dice, hablando en el capítulo V del arte y la belleza:
La belleza pertenece pues al orden trascendental y metafísico. Por eso ella de suyo tiende a transportar el alma más allá de lo creado. Hablando del instinto de lo bello escribe el poeta maldito -a quien el arte moderno le debe el haber retomado conciencia de la cualidad teológica y de la espiritualidad despótica de la belleza- que "es él, este inmortal instinto de lo bello, quien nos hace considerar la tierra y sus espectáculos como un atisbo, como una correspondencia del cielo. La sed insaciable de todo lo que está más allá, y que revela la vida, es la prueba más viviente de nuestra inmortalidad. Es a la vez por la poesía y a través de la poesía, por y a través de la música, cómo el alma entrevé los esplendores situados más allá de la tumba; y cuando un poema exquisito hace asomar las lágrimas a los ojos, esas lágrimas no son la prueba de un exceso de gozo, sino más bien son el testimonio de una melancolía irritada, de una exigencia de los nervios, de una naturaleza exilada en lo imperfecto y que quisiera entrar en posesión inmediata, ya sobre esta misma tierra, de un paraíso revelado".
El poeta maldito cuyo texto cita es, claro, Charles Baudelaire y el texto está en L'Art romantique.

Al final de la cita remite en nota a lo que sigue:
Es un pasaje de su prefacio a la traducción de las Nouvelles Histoires Extraordinaires lo que Baudelaire reproduce aquí, y ese pasaje mismo está inspirado -casi traducido- en un artículo de Poe: The Poetic Principle. He aquí, según una traducción que parece bastante defectuosa, el pasaje de Poe: "Una sed inextinguible nos devora... Esta sed forma parte de la Inmortalidad del hombre. Es a la vez una consecuencia y un signo de su existencia sin término. Es el deseo de la luciérnaga por la estrella. No se limita a la apreciación de las Bellezas que tenemos ante nuestros ojos, sino que es un esfuerzo apasionado por alcanzar la Belleza de lo alto. Inspirados por una presciencia extática de las glorias de más allá del sepulcro, nos torturamos tratando, por medio de mil combinaciones en medio de las cosas y de pensamientos del Tiempo, de alcanzar una porción de esa Belleza cuyos verdaderos elementos sólo pertenecen quizá a la eternidad. Entonces, cuando la Poesía, o la Música, la más embriagadora de las formas poéticas, nos ha arrancado lágrimas, no lloramos, como lo supone el abate Gravina, por exceso de placer, sino a consecuencia  de un pesar positivo, impetuoso, impaciente, motivado por nuestra impotencia de captar actualmente, plenamente en esta  tierra, una vez y para siempre, esos goces divinos y encantadores, de los cuales no alcanzamos a través del poema o a través de la música otra cosa que breves y vagos vislumbres.

"Este esfuerzo supremo por alcanzar la belleza sobrenatural -esfuerzo que procede de almas normalmente constituidas- es quien ha dado al mundo todo lo que éste ha sido alguna vez capaz de comprender y de sentir en mmateria de poesía" (E. A. Poe, Du Principe Poétique, conferencia pronunciada en 1844. Traducción -al francés que cita Maritain- de F. Rabbe).


Es notable que, desde un punto de vista diferente, también un filósofo escriba: "En la apreciación de música y de cuadros alcanzamos un momentáneo y fugaz vislumbre de la naturaleza de esa realidad hacia cuyo conocimiento pleno se encamina el movimiento de la vida. En ese momento, y mientras ese vislumbre dure, percibimos en anticipación y casi como si dijéramos ilícitamente, la naturaleza del fin. Estamos, si puede así expresarse, allá por un momento, algo así como cuando un viajero puede alcanzar una fugaz visión de una comarca lejana desde alguna eminencia del camino, y detiene por un momento su marcha para gozar de esta vista. Y desde que estamos por un momento allá, experimentamos mientras ese momento dura ese sentimiento de liberación de las urgencias y exigencias de la vida que ha sido señalado como una de las características de la experiencia estética" (C. E. M. Joad, A realist Philosophy of life).

domingo, 3 de junio de 2012

Cosas que pasan


Hay que hacer valer el tiempo. No sobra.

Por eso.

Mientras miro y pienso -y no pasa nada de nada en la polis agitada y canallita de los unos y de los otros-, mejor que el lector benévolo tenga en qué leer las cosas que pasan.

Y sí, porque ya le tengo dicho que las cosas que han pasado, de un modo u otro, pasan todavía.

Aquí quedan, entonces, tres de Aragón: Siempre la independencia, Para qué sirve un apellido y La noche del poeta (porque, la poesía, ésa sí que no pasa...)


Es noche y junio


Con luz de los jardines de la luna
llega el blanco fulgor amanecido
por el ceño asombrado de la tarde.

La luna llena de quereres vanos,
lunática en sus odios, ronda nieblas
sobre el campo sin voz de una batalla.

El sol no está, la noche se me esfuma
horadada del humo de este fuego
que en sus maderas arde corazones.

Libres de soledades, siempre libres,
los ojos no resuellan, mientras pasan
las horas como ejércitos triunfantes.

Es noche y junio. Su dolor en trinos
dice un ave sin luz al limonero,
y la nada en silencio le responde.

Vaga el sopor helado de un otoño
en su viaje indeciso, sin talante,
mientras dejo que lánguido se pierda.

La boca quieta y con las manos mudas,
voy al misterio con la luna sola
en el cielo. Y en todo sin testigos.

viernes, 1 de junio de 2012

Tres de antes, de ahora

Tiene que ser verdad eso de que la historia es maestra de la vida, que decía Marco Tulio Cicerón. No porque lo diga Cicerón, sino porque es verdad, que por eso lo dice.

Basta mirar y ver.

Es interesante, con todo, no perder de vista que no hay redondez cerrada en las cosas humanas, no hay círculo absoluto, sino espiral, repetición abierta, helicoidal.

Los hombres de los que hablan la historia y las historias ya no están y su marca individual no es la misma que la mía. Los hechos que ocurrieron son irrecuperables, en un sentido casi ontológico, si es verdad, como dice Platón, que las acciones son unas especies de seres. Palabras, gestos, situaciones, allá están. Atrás, diría san Agustín.

Sin embargo.

A veces vuelven, de algún modo, y no podemos negar el aire de familia -más lejano, más próximo- que el presente tiene respecto de lo que ya fue y ya no es.

Vean, si no, y si no me equivoco mucho, estos tres artículos de Aragón: Junta como en España, La situación de los proletarios y 1930 Experiencia agotada 1980.